Es 27 de agosto de 2002 y el Málaga y el Villarreal se enfrentan en el partido de vuelta de una final europea. De una competición oficial llamada Intertoto, creada en los años 60 pero abrazada por la UEFA desde 1995. Se termina así otra edición de un campeonato que, para los dos finalistas, ha echado a andar el 20 de julio. Fútbol a cara o cruz en los días centrales del verano, cuando lo normal es probarse en amistosos, recuperar el tono físico y esperar nuevos fichajes. Pero después de un mes compitiendo, con dos rondas previas a ida y vuelta, ni malagueños ni castellonenses están ahí para conformarse con adquirir ritmo competitivo.
La Intertoto, extinta hace ahora 16 años, ha quedado en la memoria de la mayoría como un invento insustancial que se encajaba de cualquier manera en fechas no aptas para competir. Un torneo carente de interés para el gran público, pese a que ofrecía cupos de Copa de la UEFA a los conjuntos que se inscribían en ella después de no haber obtenido plaza europea el curso anterior. Pero aquella tarde de agosto en La Rosaleda, la actitud de ambos equipos transmitía tensión y responsabilidad. En la ida, jugada dos semanas antes en El Madrigal, los andaluces se habían impuesto con un gol de Gerardo (0-1). También se habían adelantado en la vuelta, gracias a un tanto de su capitán, Mikel Roteta, pero un malagueño, Carlos Aranda, a falta de media hora, había igualado para los ‘Groguets’, que daban emoción al asunto. Quizá demasiada. Porque el encuentro, que traía cuentas pendientes de la ida, se fue embarullando hasta que una dura entrada del delantero del Villarreal Martín Palermo, ya con el tiempo cumplido, desembocó en una pelea que dejó tres expulsiones y sanciones económicas para ambos conjuntos. Así terminaba la lucha por un trofeo supuestamente menor. En lo físico, no había duda de que era así: la copa se levantaba fácilmente con una mano. Y fue el Málaga quien lo hizo aquel año, al grito de ‘Campeones, campeones’. Aquel verano el Fulham y el Stuttgart hicieron lo mismo: en la Intertoto no sólo había un ganador.
Hace ya mucho tiempo que desapareció la Intertoto, y pocos la echan de menos. Pero sus protagonistas la recuerdan con alegría
El Villarreal tendría su revancha en las ediciones posteriores. Es, de hecho, el único club español que la ha ganado dos veces; en 2003, ante el Heerenveen, y en 2004, ante el Atlético de Madrid, tras una vuelta muy sufrida en el Calderón que un gran Reina decantó con dos penaltis parados, uno durante el partido y otro en la tanda que decidió el vencedor (2-2 en el global de la eliminatoria). Antes, lo habían hecho el Valencia, en 1998, y el Celta, en el 2000. El recuerdo de la competición ha envejecido mejor entre esos equipos que capitalizaron el enorme esfuerzo que suponía empezar a competir a finales de julio.
“Logramos entrar en la historia del club. Fue algo muy potente, para una entidad y una afición que hasta no hace mucho estaban peleando en campos modestos, viviendo lo duro del fútbol”, recuerda el guardameta de aquel Málaga, Koke Contreras, que tiene muy presente aquella final. “La tensión con el Villarreal se notó. Era una final, en un torneo en el que estás jugando con el sacrificio de haber perdido tiempo de vacaciones, cuando todo el mundo está en la playa. Ellos tenían gente de carácter y compromiso que querían lo mismo que nosotros. Nadie iba a regalar nada. Perder la final, como les pasó a ellos, después de todo el esfuerzo, hubiera escocido”, relata.
El Villarreal creía también en este campeonato. Desde que la UEFA pasó a organizarlo, ningún club español lo disputaría tantas veces (cuatro) ni jugaría tantos partidos (24, el doble de los que protagonizó el Valencia, segundo de la lista). Además de los tres que fueron campeones, el Atlético de Madrid y el Deportivo de La Coruña también jugaron finales, mientras que el Mallorca, el Racing de Santander, el Athletic Club y el Espanyol fueron los otros cuatro equipos de La Liga que probaron suerte. Con los números que atesora el Villarreal, no es de extrañar que el jugador español que más minutos disputó en la Intertoto lo hiciera con su camiseta. Fueron 22 encuentros completos, dos de ellos con prórroga, los que jugó Quique Álvarez, cuyo paso por el club de la Plana Baixa coincidió con el de máximo esplendor de los veranos europeos. En 2002, 2003, 2004 y 2006 jugó sus primeros minutos oficiales todavía en el mes de julio. “Así estoy ahora”, bromea al respecto en su charla con Panenka. “Las dos finales contra equipos de la Liga fueron duras. Nos conocíamos mucho. Y una vez has llegado, quieres ganar. Puede ser que, en un inicio, al jugador que tenía que empezar en junio le costara meterse, pero a medida que pasabas rondas, la cosa cambiaba”, explica, y admite que en las primeras fases la motivación no era la misma: “El premio estaba muy bien, pero era duro, porque nos hacía empezar mucho antes. Aunque las primeras eliminatorias eran contra equipos supuestamente más sencillos”. Sin ir más lejos, en la primera experiencia de Álvarez en la Intertoto, en 2002, el rival fue el Hafnarfjördur de Islandia, que llegaba mucho más rodado. “Los equipos islandeses, por ejemplo, no paraban en verano. Eso daba pie a que te pudiera ganar cualquiera. Esos enfrentamientos costaban, porque todo se igualaba debido a la preparación de unos y otros”, explica el exdefensa, que, como Contreras, defiende el legado que han dejado aquellos julios cargados de partidos: “Fuimos pioneros. Desde entonces, el club ha ido creciendo hasta convertirse en un habitual en Europa. Nos dio pie a disputar dos Copas de la UEFA que nos ayudaron a llegar lejos el año en el que entramos en la Champions [2005-2006] “. El precio a pagar fue una preparación atípica. “En vez de hacer amistosos, jugabas partidos oficiales y tenías que empezar un poco antes. Si habías acabado a mediados de junio, tenías sólo unas dos semanas de descanso. Se hacían pretemporadas muy largas, de casi dos meses”, cuenta Álvarez.
“En la final, se notaba la tensión. Estabas jugando con el sacrificio de haber perdido tiempo de vacaciones”
‘Toto’ es un concepto alemán relativo a las apuestas deportivas, lo cual no deja duda sobre el origen del campeonato. A mediados del siglo pasado, y a diferencia de lo que ocurre hoy, el fútbol paraba, de verdad, en verano. La Intertoto nació en 1961 con el objetivo de llenar ese hueco en el calendario y permitir que se pudiera seguir apostando. En su explicación más romántica, quería dar una oportunidad de participar en competición europea a aquellos que difícilmente lo lograrían por méritos deportivos. Sería la copa de los sin copa.
La idea original fue de Karl Rappan, entrenador austríaco que pasó gran parte de su carrera en Suiza, de la que sería seleccionador en varias etapas. Fue un transformador táctico del fútbol de la época, clave en la transición de la ‘WM’ al Catenaccio, con la atención puesta en la defensa, en replegarse, ceder el dominio y esperar al rival. El ‘cerrojo suizo’, más basado en el esfuerzo colectivo y no tanto en el talento individual, permitió a los helvéticos, todavía amateurs, presentar batalla ante Inglaterra o Alemania. Sus buenos Mundiales de 1938 y de 1954 así lo atestiguan. Era como si Rappan hubiera venido al fútbol para ofrecer oportunidades a los menos favorecidos. La Intertoto era un paso más: la democratización del fútbol continental, un regalo para aquellos que no gozaban de él (porque, a fin de cuentas, no tenían el nivel suficiente)…
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