Sin hacer demasiado ruido, en un gris miércoles de agosto. Con un simple vídeo, primero; con una sencilla rueda de prensa, después. Así, de esta manera, es como Imanol Agirretxe anunció este miércoles su adiós a la Real Sociedad, o lo que es lo mismo: su adiós al balompié. “A mí no me gusta el fútbol. Solo me interesa la Real”, asevera Ander Izaguirre en el genial Mi abuela y diez más, una máxima que firmaría con los ojos cerrados el ya exfutbolista de Usúrbil, el mismo que provocó un insondable vacío en los corazones de la familia ‘txuri-urdin’ al certificar, por sorpresa general, una noticia que podía parecer inevitable, pero que no por esto ha resultado menos dura para la afición donostiarra, huérfana tras las despedidas de referentes como Xabi Prieto, Carlos Martínez, Íñigo Martínez, Alberto de la Bella o Carlos Vela.
Cansado de buscar luces al final de túneles infinitos, exhausto por el sinfín de recaídas, cuentas atrás e interminables compases de espera que ha tenido que afrontar en las tres últimas temporadas, Agirretxe ha dicho basta a los 31 años. Como el irracional enamorado que encaja estoica e impertérritamente un rechazo tras otro, esta pretemporada el ‘9’ se concedió a si mismo una última oportunidad para intentar dejar atrás su infierno personal. Imanol trabajaba con la ilusión de un alevín, acariciando la tan añorada sensación de volver a sentirse futbolista, pero el destino, siempre tan cruel e impredecible, se interpuso por enésima vez en su camino, en sus sueños. Todo volvió a quebrarse la semana pasada, cuando el ursubildarra sufrió una grave lesión en un muslo que amenazaba con encerrarle en el gimnasio durante varios meses. Demasiados para el delantero guipuzcoano, que ha decidido abandonar la cruel e incesante lucha que emprendió aquel fatídico 30 de diciembre de 2015.
Exhausto por el sinfín de recaídas, cuentas atrás e interminables compases de espera que ha tenido que afrontar en las tres últimas temporadas, Imanol Agirretxe ha dicho basta
La carrera futbolística de Imanol Agirretxe arrancó en 1996 en el Antiguoko, un modesto club de San Sebastián, convenido con el Athletic Club por aquel entonces, que ha visto nacer a jugadores de la categoría de Xabi Alonso, Mikel Arteta, Andoni Iraola, Javier de Pedro o Aritz Aduriz, entre muchos otros. Desgraciadamente, allí también empezó a escribirse el inacabable historial médico del delantero de Usúrbil, aquel chaval que creció idolatrando a Darko Kovačević y que, siendo todavía infantil, sufrió su primera lesión de importancia al chutar un penalti con demasiada fuerza, según recuerda Mikel Madinabeitia en El Diario Vasco.
Pero el principal origen de los problemas del joven Imanol era su altura. “Tenía muchos dolores en las articulaciones, no podía entrenar. Hablé con su madre y decidimos llevarlo a Lezama”, rememoraba el entrenador del Antiguoko Íñigo Santín en un reportaje del ABC en el que también destacaba que, justo antes de dar el salto al Athletic Club, Agirretxe “llevaba la friolera de 52 goles en 25 partidos”. “Cuando le visitó en las Navidades de su primer año de cadete en Bilbao acumulaba 25. Y le parecían pocos”, añade el periodista Pablo Pozos en el texto; que recuerda que Imanol, que aterrizó en el Athletic con 14 años, tuvo que someterse a un estricto tratamiento porque el crecimiento óseo tensaba sus tendones.
Con todo, en 2003, después de dos temporadas en Lezama, el atacante ursubildarra, que por aquel entonces era considerado uno de los delanteros centro más prometedores de las categorías inferiores del conjunto de San Mamés, decidió enrolarse en la cantera de la Real Sociedad, convirtiéndose en el gran protagonista del enésimo episodio controvertido entre ambos clubes. En Donostia, Agirretxe continuó quemando etapas a base de goles.
De hecho, tan solo tenía 18 años, dos meses y 14 días cuando José Mari Amorrotu le dio la oportunidad de cumplir el sueño de debutar en la máxima categoría del balompié nacional con la elástica de la Real Sociedad. Con el ’40’ a la espalda, Imanol saltó al césped del Coliseum Alfonso Pérez en sustitución de José Javier Barkero, pero no pudo hacer nada para evitar la derrota del conjunto realista (2-0). Los ‘txuri-urdin’ tampoco pudieron puntuar contra el Málaga en la siguiente jornada (1-3), aunque aquel encuentro del 15 de mayo del 2005 pasó a la historia por ser el primero de Primera División en el que Imanol Agirretxe estampó su firma.
La participación del atacante de Usúrbil menguó drásticamente en las tres siguientes campañas, en las que que tan solo disputó 126 minutos con el primer equipo e incluso llegó a jugar cedido con el Castellón durante seis meses, alimentando los argumentos de aquellos que repetían que Agirretxe no tenía nivel para asentarse en la élite. Pero después de otras tres temporadas marcadas por constantes altibajos, la suerte del delantero vasco cambió con la llegada de Philippe Montanier a San Sebastián. Flanqueado por Carlos Vela y Antoine Griezmann, Imanol explotó definitivamente en las dos campañas en las que el entrenador francés entrenó a la Real Sociedad (11-12 y 12-13), anotando diez tantos en la primera y hasta 14 en la segunda, en la que los realistas consiguieron clasificarse para la Champions League.
A pesar de las incorporaciones del suizo Haris Seferović (13-14), del islandés Alfreð Finnbogason (14-15) y del brasileño Jonathas (15-16), Agirretxe se convirtió en imprescindible, en irremplazable. Cada temporada arribaba un nuevo delantero centro a Anoeta para encabezar el ataque donostiarra, pero cada temporada era el ursubildarra quien, siempre al acecho, siempre dispuesto a rescatar al equipo de su corazón, acababa saliendo de las sombras para hacerse con la titularidad a base de tantos. Marcó un total de 54 en los 165 encuentros que disputó como ‘txuri-urdin’ entre el 27 de agosto de 2011 y el 30 de diciembre de 2015, el día en el que empezó su calvario personal. Imanol, un ‘9’ talentoso y atípico que era tan capaz de aprovechar su enorme poderío físico para convertirse en un auténtico killer como de manejar el esférico como un centrocampista más gracias a su notable técnica, estaba viviendo su mejor temporada en la élite (después de 16 jornadas, tan solo Neymar y Luis Suárez superaban los 12 tantos que había celebrado él), pero un encontronazo con Keylor Navas en la visita al Santiago Bernabéu condenó su carrera futbolística. “El choque fue muy fuerte, me rompí casi todos los ligamentos. No parecía tan grave como en realidad era. Lo normal era recuperarse pronto, e intentamos hacer tratamientos conservadores, pero finalmente tuve que ir a quirófano dos veces”, recordaba el propio Agirretxe en los micrófonos de Onda Cero.
Entre aquellas dos operaciones, el ‘9’ realista tuvo tiempo de reaparecer en un encuentro de la segunda vuelta contra el Málaga en el que celebró la que ha acabado siendo su última diana como futbolista profesional. Con todo, aquella pequeña alegría fue poco menos que un oasis en medio del desierto, poco menos que una botella de oxígeno para un futbolista que vivió la temporada siguiente (16-17) confinado en el gimnasio, lejos del césped que tanto añoraba y que tan lejos sentía. Con todo, tras una campaña extremadamente complicada en el plano anímico, 581 días después de desgarrarse el alma en el césped del Santiago Bernabéu, Imanol Agirretxe volvió pisar un campo de fútbol. 522 días después de enfundarse por última vez la elástica ‘txuri-urdin’, su segunda piel; Imanol Agirretxe volvió a sonreír. “Después de luchar 581 días, con sus noches y sus historias, vuelvo a sentirme futbolista”, reconocía el delantero guipuzcoano, que pudo disputar 45 minutos en el amistoso que la Real Sociedad disputó el 2 de agosto del año pasado contra el Groningen neerlandés en Haren.
Aquel día Imanol no solo volvió a sentirse futbolista, también redescubrió los sentimientos que provoca el anotar un tanto con el equipo de tu vida, aunque sea en un amistoso aparentemente intrascendente, aunque se trate de “un partidillo en un pueblo de una punta de Holanda”. De hecho, para él, disputar aquel partido “fue como jugar la Champions League“, tal y como admitía en una imprescindible entrevista en Mundo Deportivo en la que también remarcaba que “cuando estás lesionado reflexionas mucho, te planteas muchas cosas y aprendes mucho. Yo lo he hecho. Antes valoraba las cosas, pero ahora lo hago mucho más. Cuando estás la rutina entrenar te puede parecer un rollo, pero yo ahora estaba deseando entrenar para hacer todas las cosas que no había podido hacer. Se ve todo de diferente manera”.
¿Cómo se sintió antes de saltar al campo? ¿Estaba tan nervioso como en su debut?
No eran nervios. Tenía el cuerpo raro. Era mucha emoción porque emocionalmente estoy muy arriba. Y fue raro porque el partido significaba mucho para mí. Durante estos 19 meses no había soltado una lágrima, pero el miércoles no pude aguantar.
Fue bonito ver el banquillo puesto en pie…
(Se emociona. Tenemos que parar la entrevista unos segundos para que tome aire).
¿Se había emocionado tanto con algún otro gol?
Con ninguno. Y no es sólo el gol. Es todo…
¿Es como un debut?
Sin duda que es un debut. Es muy emocionante porque este debut lo he buscado con mucho trabajo. Ha sido el más difícil y ha estado rodeado de mucha incertidumbre porque cuando estás tanto tiempo parado sabes que vas a volver, pero muchas veces he estado cerca y no he vuelto. Los peronéos, el cuádriceps, el aductor… Se acababa una temporada, empezaba otra… Tenía claro que iba a superar lo del tobillo, pero hasta que no llega el momento no lo vives y no lo disfrutas. Esto ha sido un regalo brutal y me quito una mochila de treinta kilos o más.
¿Cuál es la principal diferencia con su primer debut?
La diferencia es que cuando debutas al principio todo es bonito y para llegar a este todo ha sido feo. Por eso lo disfrutas más y estoy muy contento.
¿Se imaginaba marcar el gol más emocionante de su carrera en un amistoso y en un campo que podría ser tranquilamente Harane, el de Usúrbil?
Ha sido el que más me ha emocionado porque estaba muy tocado emocionalmente. La gente fliparía al verme tras marcar, pero fue muy bonito.
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Fue, en definitiva, una explosión de rabia y emoción, de dolor y alegría. “Es un día emocionante e importantísimo en mi vida. Para mí, volver a ponerme la camiseta de la Real era algo impresionante, muy emotivo. Lo viví desde dentro, y al marcar me derrumbé. No lo voy a olvidar en la vida”, añadía, en Radio Marca, el atacante vasco, un tipo sencillo que siempre ha tenido los pies en el suelo y que celebró aquel tanto, el más especial de toda su carrera, bañándose en la playa de La Concha. Desgraciadamente, la alegría no le duró demasiado a Imanol Agirretxe, que la temporada pasada, aquejado de diferentes dolencias musculares, tan solo pudo disputar 323 minutos oficiales, repartidos en 13 encuentros. El último de ellos, el que ya es el último partido en el que el ‘9’ se vistió con la elástica realista, fue el del pasado 22 de abril contra el Málaga, el mismo equipo que 12 años antes había sido testigo de lujo de la consagración de un futbolista que, sin hacer demasiado ruido, acabaría convirtiéndose en uno de los mejores delanteros de la historia moderna de la Real Sociedad.
Lejos de venirse abajo, Imanol se concedió una última oportunidad para superar la pesadilla de las lesiones. “Había sido rechazado, pero seguía enamorado”, reconocía Steve Jobs en un discurso en el que admitía que, a pesar de haber sido despedido de la empresa que él mismo había creado, jamás pudo alejarse de aquello que tanto amaba. Con la misma mentalidad, con la ilusión de volver a disfrutar por los campos de Primera División, Agirretxe se dispuso a empezar la pretemporada. Y, el 1 de agosto, 101 días después de aquel duelo de La Rosaleda, Imanol redebutó con la esperanza de que esta vez fuera la definitiva, tal y como relataba el Mikel Encinas en la crónica del Mundo Deportivo, titulada “Agirretxe, el inicio de una nueva historia”. “Era un insignificante partido de pretemporada en Tafalla frente al Zaragoza, pero para él era algo mucho más importante. El guipuzcoano tiene la esperanza de que sea el comienzo de una nueva historia para él, de una etapa en la que las lesiones, las frustraciones y la ansiedad queden atrás y en la que pueda volver a desplegar sus alas como toda la afición anhela desde aquel maldito 2015”, aseguraba el texto.
Pero no. Desgraciadamente, el encuentro de Tafalla no fue “el punto de partida de su nueva vida deportiva”. Tan solo fue un alto en un camino lleno de piedras, de barrancos insalvables que han terminado por acabar con la fe de Imanol Agirretxe. Con el rostro tranquilo, con una camiseta de su querida Real Sociedad reposando en su hombro, el incansable delantero de Usúrbil reapareció en nuestras vidas el miércoles (el mismo día en el que el mágico Xabi Prieto cumpía 35 años, benditas señales del destino…) para anunciar que cuelga las botas. “Hoy es un día muy importante para mí y, a la vez, muy feliz. Poder acabar esta etapa y poder despedirme de todos vosotros vistiendo esta camiseta es la guinda perfecta. Ha sido una carrera muy especial, soñada para mí”, reconocía el futbolista guipuzcoano, visiblemente redimido tras haberse quitado una enorme losa de encima, “tranquilo” tras haberse “vaciado en el intento de poder volver a mi mejor nivel”.
Más conmovedora, aún, fue la rueda de prensa posterior, en la que Imanol enfatizó, emocionado, que “no cambiaría ningún minuto ni ningún gol con la Real Sociedad por los millones de euros que podría haberme dado otro equipo”. “He vestido la camiseta de la Real en el primer partido y en el último, he defendido los colores y el escudo que siempre he querido defender… Me siento un privilegiado”, admitió el delantero ‘txuri-urdin’ antes de remarcar que “ser jugador de la Real Sociedad es lo mejor que me podía pasar. Desde el primer día en que me puse esta camiseta pasé de ser futbolista a ser jugador de la Real”.
Ciertamente, rodeados de tanto optimismo barato, a todos nos emocionan los finales felices, las historias perfectas. Pero, a veces, las cosas no terminan bien. Loris Karius fue recibido con aplausos en Anfield, pero tuvo que irse al Beskitas; André Gomes se abrió en canal para reconocer todas sus debilidades, pero ha acabado en el Everton. E Imanol Agirretxe, a pesar de haber sufrido lo indecible, nunca volverá a ser aquel delantero que regateó al anonimato para convertirse en uno de los atacantes más temibles del campeonato español, para colarse semanalmente en los resúmenes de los fines de semana, celebrando un tanto detrás de otro con los brazos extendidos. Debían quedarle decenas de goles en las botas, pero se nos ha ido.
Imanol Agirretxe se retira, sí. Pero lo hace después de 15 años como ‘txuri-urdin’, muchos más de los que podía imaginarse cuando aterrizó en la Real Sociedad en 2003. Lo hace, también, después de anotar 75 tantos con el primer equipo. Cierto es que jamás conseguirá el número 76, aquel que tantas veces se ha imaginado desde la cama o desde las gradas de Anoeta (“Una de las razones que me han hecho seguir adelante es intentar volver a marcar un gol en Anoeta, cualquier esfuerzo merece la pena por eso”), pero el delantero ursubildarra, uno de los dos únicos supervivientes que quedaban en la plantilla de aquel conjunto que devolvió a la Real a Primera División (junto con David Zurutuza), se va convertido en un ejemplo para las generaciones futuras. Por su lucha incansable e incesante, pero también por su innegable fidelidad a los colores de la Real Sociedad y a la afición ‘txuri-urdin’, que tendrá la oportunidad de homenajear al ‘9’ que tanto ha añorado el próximo 15 de setiembre, cuando Agirretxe recibirá la insignia de oro y brillantes de la entidad en los prolegómenos del encuentro contra el Futbol Club Barcelona, el equipo contra el que anotó uno de sus tantos más recordados.
Gracias por todo, Imanol. Eskerrik asko.