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La lucha de Marcus, la lucha de una generación

Con su jaque a Boris Johnson, Rashford demuestra que el futuro no está escrito. Y cada día hay más deportistas que alzan la voz. Este es el editorial del #Panenka105

En octubre de 1965, la banda británica The Who publicó una canción que se hizo himno. Aquellos compases simples pero afilados eran el manifiesto de una generación que se expresaba a través del ritmo más contundente. Ese hit, inconfundible por los tartamudeos nerviosos de Roger Daltrey y los guitarreos sincopados de Pete Townshend, se tituló My Generation. Y en su verso definitivo, algo se rompía: “espero morir antes de envejecer”.

Faltaba una década para la explosión punk en Gran Bretaña, pero esa generation dejaba claro que no le iban a hacer falta más de tres o cuatro acordes para proclamar su hartazgo. Cantarían y luego estamparían la guitarra contra el suelo. Los padres, los profesores, la tele y la Reina no entendían un carajo de lo que estaba sucediendo. Más de medio siglo después, en las tiendas de discos hay escaso material inflamable. Las bandas de rock son música clásica, y muchos de los referentes de la quinta que hoy sale de la adolescencia se mueven en un universo virtual incomprensible para los que no han crecido en este siglo. A esa quinta pertenece el nuevo Daltrey, el nuevo Townshend. Se llama Marcus Rashford y su banda es el United. Más melódico, puede ser incluso más punzante. Su género es el urbano y el sonido que lo obsesiona no sale de la garganta sino del estómago. Un futbolista referente (como lo pueden ser un poeta, un streamer o un trapero a los que ignoramos) que es evolución: si para los Who veinteañeros el futuro era un lastre, para Marcus es una ambición. Porque la generación COVID no quiere destruir los instrumentos en el escenario; quiere tener instrumentos.

Con su jaque a Boris Johnson, Rashford demuestra que el futuro no está escrito. Y no lucha solo: junto a él, cada día son más los deportistas que levantan la mirada, el puño y la voz. Tuvo que pararse el mundo para que el fútbol se enterase de que formaba parte de él. Nunca es tarde. Hoy, en plena reconstrucción, el balón tiene una oportunidad de humanizarse. Jugar ya no es callar. Así que, si hay otro Marcus ahí dentro, ya puede salir. Su generación le está esperando.

 


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Fotografía de Imago.