La primera vez que me topé con el nombre ‘Egon’ fue a principios de 2020, mientras investigaba para un proyecto de libro. Egon aparece en varias alineaciones del Club Deportivo Condal, del que fue portero entre 1959 y 1960. ¿Qué hacía entonces un alemán en el fútbol español, muchos años antes que Günter Netzer, Rainer Bonhof o Uli Stielike? Su apellido no aparecía en ninguna parte, ni en las crónicas de los periódicos ni en las bases de datos de Internet. El Centro de Documentación y Estudios del FC Barcelona muestra un gran interés desde el primer momento que pregunto por Egon. Pronto llega la respuesta: el nombre completo es Günter Egon Ebert, pero no saben nada más. Ebert es un apellido tan común en Alemania que la búsqueda se antoja desesperante. Pero como no puedo sacarme a Egon de la cabeza, sigo buscando de vez en cuando. Y así, tras más de tres años, incontables correos electrónicos y llamadas telefónicas, Egon, que ahora sólo se hace llamar Günter, está sentado frente a mí. Nos separa una pantalla, porque vive cerca de Sídney. Tiene 83 años, aparenta diez menos y viste la camiseta de un club cuya oferta rechazó. Se considera “portero y trotamundos”. Günter Ebert fue el primer alemán en el fútbol profesional español.
Señor Ebert, me voy a acercar un poco más a la pantalla. Es una camiseta de fútbol la que lleva, ¿verdad?
Sí, del FC Barcelona (muestra el escudo a la cámara). Es de los años 80, me la regalaron unos amigos por aquel entonces. Y por favor, llámeme Günter.
¿Günter o Egon?
Günter. Egon fue el nombre que me puso un periodista. Al dar mi nombre completo, Günter Egon Ebert, pensarían que Egon era mi primer apellido, no mi segundo nombre de pila. Así se quedó, y en términos futbolísticos me convertí en Egon a secas.
Usted es alemán. ¿Cómo acabó en Barcelona?
Alguien de mi ciudad natal, Korntal, al sudoeste del país, mantenía contactos con la Universidad de Barcelona y se organizó un intercambio. Los estudiantes se quedaban en casas particulares y se organizaban partidos amistosos con el CD Universitario. Visitaron empresas de la zona, por ejemplo la planta de Porsche. Dio la casualidad que me invitaron a pasar las vacaciones de verano en Barcelona. Me gustó tanto, el tiempo, todo… ¡que quería quedarme! Así que cuatro semanas de vacaciones se convirtieron en 13 años en España.
¿Cuántos años tenía? ¿Qué opinaban sus padres?
Eso fue en 1953, yo tenía 13 años. Vengo de una familia a la que le encanta viajar, así que no fue un problema. Mis padres se habían casado en Nueva York, yo tenía dos tíos en Los Ángeles. El profesor de Educación Física del Colegio Alemán de Barcelona era de una ciudad cercana, él me llevó a Barcelona.
¿Había jugado antes al fútbol en algún club?
Hacía gimnasia. Al fútbol sólo jugábamos en la calle.
Un auténtico futbolista callejero. ¡Hoy en día hay que buscarles con lupa!
Exacto (risas). El hijo de la familia con la que vivía en Barcelona jugaba en el CD Universitario. Yo le acompañaba una vez por semana y me quedaba al margen mientras entrenaban. ¿Cómo era eso? El más bajito y más gordo se pone de portero, ¿no? Yo no era gordo, pero tampoco muy alto, así que me tocó.
“El Barça tenía sus dos plazas de extranjeros ocupadas. Pero eso no hubiese sido un problema, porque yo cumplía los requisitos para nacionalizarme. El problema fue que me hubiese tocado hacer la mili, y ahí fue cuando se opuso mi padre”
¿Así fue como empezó su carrera en el fútbol?
Al principio jugaba donde hacía falta, también de jugador. Cuando tenía 15 años, me incorporé de portero en el CD Universitario. En la competición jugábamos contra el Barcelona o el Espanyol. Y, por supuesto, de vez en cuando venía algún ojeador. Un día me ofrecieron la oportunidad de jugar en el CD Condal. Tenía 18 años y acepté.
El Club Deportivo Condal incluso había jugado en Primera División pocos años antes.
En aquella época, el Condal era independiente, pero seguía siendo una especie de segundo equipo del FC Barcelona. Los jugadores de la cantera los probaban allí. Jugábamos en Segunda División. En 1961, el club descendió a Tercera, pero yo ya me había marchado.
¿Se dedicaba únicamente al fútbol, le daba para vivir?
Nos pagaban una nómina y desde luego se podía vivir de ello. Aún así, decidí trabajar a tiempo parcial para el padre de un compañero de colegio que tenía un negocio de importación y exportación. Mis contactos del fútbol me vinieron muy bien. Vendí máquinas para fabricar zapatos en Valencia y el Ayuntamiento de Barcelona me compró farolas para sus calles.
¿Cómo eran las condiciones de entrenamiento en el Condal? ¿Con qué frecuencia entrenaba?
Entrenábamos todos los días. Los sábados había partido, los domingos librábamos y los lunes de nuevo a entrenar. Teníamos nuestro propio autobús para los desplazamientos. Cuando tocaba ir a Mallorca, íbamos en avión. Si había dos partidos seguidos fuera, a veces incluso pernoctábamos allí. Un año pasamos las Navidades todo el equipo junto en la costa cántabra, porque tocaba jugar.
Era la época del Barça de las Cinco Copas. El Camp Nou acababa de construirse. ¿Qué recuerdos tiene de todo aquello?
El Barça estaba repleto de estrellas, incluso internacionales. Los húngaros destacaban especialmente. Sandor Kocsis y Ladislao Kubala estaban en el Barça, Ferenc Puskas se había ido al Real Madrid. También teníamos a Luis Suárez, que ganó el Balón de Oro en 1960 y se marchó al Inter de Milán, y al brasileño Evaristo Macedo. Está a mi lado en una foto del equipo tomada en un partido amistoso entre el Condal y el Barça. En aquella época se nacionalizaron muchos jugadores, porque sólo se permitían dos extranjeros por equipo.
En cierto modo, esa regla acabó con su carrera futbolística.
En cierto modo, sí. Antonio Ramallets era el portero titular indiscutible del Barça, pero ya tenía una edad. Así que buscaban su sucesor y ése iba a ser yo. El entrenador Helenio Herrera me quería fichar a toda costa. Me trasladaron su interés y desde entonces iba al Camp Nou todos los días durante tres o cuatro semanas para entrenarme bajo sus órdenes con el Barça.
¿Sentía que podía seguirles el ritmo, se encontraba a gusto? Eran las superestrellas de aquella época…
No tuve ningún problema. Cuando tienes 18 o 19 años, ves el mundo de otra manera. No piensas tanto en lo que puede salir mal. Simplemente juegas.
¿Le hicieron alguna novatada? Limpiar botas, engrasar balones… ¿algo por el estilo?
De eso nada. Nos tratábamos de tú a tú y me aceptaban plenamente. Lo único, todos tenían un tiro durísimo y a veces me escocían las manos (risas). Antonio Ramallets dijo una vez: “Los gatos con guantes no cazan ratones”.
¿Todavía jugaba sin guantes?
Exacto. En aquella época también se jugaba todavía con balones de cuero auténtico, y cuando se empapaban con la lluvia, los 450 gramos se convertían en lo que parecían dos toneladas.
¿Qué le ofreció el Barcelona?
El cabeza de la familia con la que vivía, el padre de mi amigo del CD Universitario, se encargó de las negociaciones. No se acordó nada por escrito, porque al final no se llegó a firmar ningún contrato. Pero económicamente la oferta era mucho mejor que la del Condal.
“Ramallets era el portero titular, pero ya tenía una edad. Así que buscaban su sucesor y ése iba a ser yo. Helenio Herrera me quería fichar a toda costa. Me trasladaron su interés y desde entonces iba al Camp Nou todos los días durante tres o cuatro semanas”
¿Por qué no se firmó el contrato?
El Barça tenía sus dos plazas de extranjeros ocupadas. Pero eso en principio no hubiese sido ningún problema, porque yo cumplía los requisitos para nacionalizarme español. El problema fue que al nacionalizarme me hubiese tocado hacer la mili, y ahí fue cuando se opuso mi padre. Sin embargo, el Barça se portó fenomenal conmigo. Me consiguieron un puesto con el gobernador militar: mi servicio militar hubiese consistido en llevar a sus hijos al colegio por la mañana e ir a buscarles por la tarde, siempre y cuando no estuviera de viaje con el club.
¿Eso no le convenció a su padre?
Desgraciadamente, no. España no dejaba de ser una dictadura militar. Todo aquello a mi familia le pareció demasiado arriesgado. Mi padre me dijo: “No hiciste el bachillerato por el fútbol, si ahora te haces futbolista y te lesionas, te quedas sin nada”. Además, en mi país nadie se podía imaginar que fuera posible ganarse la vida con el fútbol.
En Alemania aún no existía el fútbol profesional, ni siquiera se había fundado la Bundesliga.
Hay que verlo en el contexto de la época, exactamente. Y renunciar a la nacionalidad alemana era demasiado para mis padres.
Se podría haber convertido en el Marc-André Ter Stegen de los años 60.
Sí, se podría decir que sí (risas). A los 19 años todavía era menor de edad y sin el consentimiento de mis padres no había manera. Más adelante entendí la decisión.
¿Cómo le fueron las cosas de allí en adelante?
Fue una gran decepción, por supuesto, y dije: si no es en el Barça, no será en ningún sitio. Colgué las botas. Por aquel entonces, Lufthansa acababa de abrir una oficina en Barcelona y me pasé por allí para ofrecerles lámparas del comercio de importación y exportación de mi amigo. El director de la oficina me ofreció trabajar para ellos. Y así de la nada me surgió la transición perfecta desde el fútbol, fue todo muy seguido. Me formaron en Frankfurt con la condición de volver a España. Eso a mis padres les encantó, por supuesto: un sólido trayecto profesional.
¿No volvió a jugar al fútbol?
Sí, incluso una vez en Nueva York, cuando jugamos contra el Cosmos. Pero Pelé no se había incorporado todavía.
¿Cómo dice?
Me quedé en Lufthansa y estuve destinado por todo el mundo. En Nueva York teníamos un buen equipo de fútbol de la compañía, y un día jugamos un amistoso contra el Cosmos. Luego fui a vivir a Minneapolis, más tarde a Australia, donde conocí a mi mujer. En Nigeria fui responsable de 14 estados de África Occidental. Volví a Nueva York por segunda vez y poco después de acabar la Guerra Fría me instalé en Rusia. El último trabajo antes de jubilarme fue en Hamburgo, a petición mía, pero allí hacía demasiado frío para disfrutar de nuestra jubilación, así que nos fuimos al país natal de mi mujer. Ahora vivimos cerca de Sídney.
¿Cuál es su relación con el fútbol hoy en día?
Sigo al FC Barcelona, pero lo malo es que con la diferencia horaria toca grabar los partidos en vez de verlos en directo. El Mundial Femenino está a punto de empezar aquí en Australia y acabo de enterarme de que la selección alemana se alojará aquí cerca.
¿Irá al estadio?
Ya sabe, cuando uno se hace mayor se vuelve un poco más vago. Pero lo veré en la tele, sin duda.
¿Le guarda rencor a su padre por la decisión que tomó?
No. El fútbol cambió el rumbo de mi vida por completo. El destino ha sido benévolo conmigo.
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