Miradas

Riccardo Calafiori y el clan de los jugadores guapos

Riccardo Calafiori es un tipo guapo. Sí, cero dudas. Es alto, robusto, fuerte. Tiene dos pendientes, una mandíbula prominente y es de esos a los que le queda bien el pelo largo. ¡El sueño de toda madre! Mikel Arteta quiere construir un equipo de guapos. Así era el Arsenal de antaño: bello, estético, impresionista. Es el aura del club. Luego lo dejó con su pareja de toda la vida y se encerró en su casa a fumar y beber. Le crecieron la panza y la barriga, y pasó a vivir en un estercolero. Pero un buen día se cruzó con un amigo suyo de la infancia que ahora es coach personal y comenzaron un tratamiento. Ese es Arteta. Calafiori tiene una cara de italiano que no puede con ella. O más bien de típico personaje de peli musical de los ochenta: no es difícil imaginárselo con chupa de cuero, chicle y camiseta blanca de tirantes metida por debajo de un pantalón vaquero. Y en una moto. Y con unas gafas de sol. Él habría sido ese mejor amigo del chico popular del instituto que luego se vuelve bueno. O también el protagonista de una serie mala sobre tiburones y surfistas.

 

Uno no está acostumbrado a ver defensores de metro noventa fluyendo como Riccardo Calafiori. Le encanta ir hacia delante. Se adentra en la jungla sin miedo, como si fuera Mowgli o Tarzán

 

Hay quienes dicen eso de que los buenos futbolistas nunca son guapos. Cierto es que no supone ningún plus. De hecho es, hasta cierto punto, un hándicap. Nos compadecemos más de alguien cuando nos resulta feo que cuando nos resulta guapo. Es como si a los guapos se les exigiese más por el mero hecho de serlo. O como si sus desdichas pesasen menos: ¡de qué te vas a quejar, si eres guapo! La belleza es algo complejísimo e intrincadísimo. El fútbol de Riccardo Calafiori también es bello, aunque en el sentido más rebelde y anárquico de la palabra. Uno no está acostumbrado a ver defensores de metro noventa fluyendo como él. Le encanta ir hacia delante. Se adentra en la jungla sin miedo, como si fuera Mowgli o Tarzán. Ellos también tienen el pelo largo. En el Arsenal nadie lo tiene. Solo Riccardo. Es el diferente, el rarito, pero le han acogido como los lobos acogieron a Mowgli. Y ya le marcó territorio a Shere Khan con el golazo aquel en el Etihad Stadium. Calafiori es un tipo guapo y un fascinante futbolista. Y ya está.

 


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Fotografía de Getty Images.

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Jorge Vicente Catalá

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