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País torcido

Gabriel Uchida es un joven fotoperiodista brasileño. Y Fototorcida ha sido su proyecto profesional durante el último lustro. En este tiempo convivió con los radicales de los cuatro mayores clubes del estado de Sao Paulo.

Este contenido forma parte del número monográfico sobre hooligans que publicamos en diciembre de 2015

 

¿Cómo comenzó tu peregrinación por los fondos de los estadios brasileños?

Me encanta el fútbol; en Brasil somos así, la gente vive el fútbol todo el tiempo. En 2009 estaba en casa y un par de amigos me invitaron a ver un partido, Portuguesa-Santo André, bastante malo. Yo les acompañé porque no tenía nada mejor que hacer y casi por casualidad llevé la cámara. Y como el partido no me interesaba nada –soy hincha de Santos- empecé a sacar fotos de la gente en la grada, aunque solo había 2.000 personas. Ahí me vino la idea de este proyecto, ‘Fototorcida’, de ir a los estadios pero solamente para retratar a los hinchas, y mostrar esta cultura de ultras, barra bravas…

¿Qué es lo que pretendías con este proyecto?

Yo soy periodista y pensaba que en Brasil la gente y los medios no conocían esta manera de entender la pasión por un club. Te digo que no son animales: hay delitos e historias de violencia, claro, pero también existe una cultura de alentar, de animar, y como periodista pensé en este proyecto para mostrar esa otra cara. Además, sacar una foto de un hincha normal y no de Neymar es como mostrar que los dos son personas iguales; de alguna manera buscaba subrayar que el pueblo es tan importante como los jugadores. Es un mensaje de quedarme junto al pueblo. Nunca fotografío a los jugadores ni aparezco por las salas de prensa: siempre me quedo en las gradas, viajo en tren o autobús con los hinchas. Quería mostrar que el aficionado normal y común es un hombre igual que las estrellas.

 

“Nunca fotografío a los jugadores ni aparezco por las salas de prensa. Quiero mostrar que el aficionado normal y corriente es igual de importante que los cracks del balón”

 

Pero entiendo que no fue fácil la relación entre fotógrafo y fotografiados…

Al principio pensaba que a esta gente no les gusta los periodistas. Tenía recelo. Hablé mucho con ellos, hablé más que les fotografié. Y aunque es cierto que no les gustan los periodistas, les interesa que se hable de ellos. En poco tiempo me aceptaron, me recibieron muy bien en todos lados. Pasé a recibir llamadas y correos en los que me invitaban a viajar con ellos a los partidos: me abrieron las canchas e incluso sus casas para fotografiarles. Ahora algunos son mis amigos. Ellos me ponen en contacto con ultras de otros países: Argentina, Alemania… Una vez estaba viendo un partido Corinthians-Palmeiras, con Corinthians casi campeón y Palmeiras luchando para no descender. Un hincha borracho vino y me increpó por hacer fotos del sufrimiento de Palmeiras. Intentó golpearme con la cabeza y lo esquivé. Y en ese momento unos 20 ultras del Palmeiras vinieron y le golpearon. La verdad es que le pegaron una buena paliza. El tipo se pegó todo el partido pidiéndome disculpas. En otra ocasión, durante un partido del Vasco, los ultras me invitaron a acudir a su sector. Pero el estadio estaba tan lleno que no podía abrirme paso. Les mandé un mensaje de móvil e inmediatamente se abrió un pasillo humano por el que pude llegar hasta ellos. Fue espectacular.

© Gabriel Uchida

© Gabriel Uchida

 

Pero claro, viendo las fotos que has hecho y sobre todo los tipos que salen en ellas, uno piensa que realmente pueden ser peligrosos. ¿No los catalogarías así?

Cuando me di cuenta de que los ultras me aceptaban empecé a hacer un par de trabajos más pequeños. Quería hablar de la violencia en el fútbol pero que no fuera algo obvio, fácil. Mostré la violencia en el cuerpo de los ultras. Elegí los clubes más grandes del estado de Sao Paulo: Santos, Corinthians, Palmeiras y Sao Paulo. Y dentro de sus gradas, opté por los jefes de los grupos o por aquellos que forman la primera línea. Casi todos ellos tienen historial policial muy largo. Me dieron libertad absoluta para sacar las fotos como quisiera y fui yo quien les pidió que se taparan los rostros, porque así no desvelaba la identidad de la persona: es algo loco, un juego. Se abren para quien ve las fotos, sin ropa y exhibiendo sus tatuajes, pero ocultando su cara. Se trata de un juego de mostrar y esconder.

En algunas fotos aparecen con navajas, con puños americanos, con bengalas… ¿Todo eso lo llevan a los estadios o era atrezzo?

Era un momento de mucha violencia entre las barras. Pero la prensa escribía muchas mentiras. Así que pensé: si yo ya presencié las peleas, voy a mostrar cómo ocurre todo en Sao Paulo, en este mundo de los hinchas. Incluso hablé con los capos de los grupos ultras más grandes. Les dije que no quería mostrar nada que no fuera real. Pregunté qué llevaban a las peleas y fueron ellos los que me dijeron qué materiales llevaban. No hay ninguna mentira allí.

 

¿Te consta que alguno de los tipos que has fotografiado haya matado a otro?

Sí. Te cuento una historia, que casi me lleva a parar el proyecto. Hace un par de años hubo una pelea muy grande entre hinchas de Palmeiras y Corinthians. Y dos hinchas de Palmeiras murieron. Uno de ellos era mi amigo, muy buena gente. Quienes me dijeron que había muerto fue precisamente los hinchas del Corinthians. No supe qué hacer. Tomé un taxi y me fui a ver a la familia. Tenemos que reflexionar sobre qué estamos haciendo. Conozco gente que ha cometido crímenes y es una relación muy difícil, pero soy muy claro: saben que abomino de la violencia y que no voy a defender a nadie, y menos un crimen. Ellos saben que tengo contactos con todos los capos de todos los equipos.

 

“Son como gangs. A todos les gusta pelear. Creo que lo que de verdad les gustaría sería salir de casa, pelear, ver el partido, emborracharse y volver”

 

¿Ellos justifican matar a un ser humano por el mero hecho de animar a otro club?

A todos les gusta pelear. Creo que lo que de verdad les gustaría sería salir de casa, pelear, ver el partido, emborracharse y volver. Son como gangs [como bandas], porque si hay una muerte de un lado, luego llega el momento de la venganza. Y entran en una espiral de violencia y muerte que no tiene fin. Ninguno te dice “me gusta matar” pero si hay un muerto inmediatamente piensan que su deber es hacer justicia, la justicia de la calle.

© Gabriel Uchida

© Gabriel Uchida

 

¿Cómo es la relación de los ultras con la política?

En Brasil no es tan clara la ideología de los grupos como en Europa. Por ejemplo, a los hinchas de Sao Paulo les gusta la imagen del Che Guevara, pero porque fue un guerrillero de Sudamérica, no porque ellos sean comunistas. Los que tienen símbolos de derechas es porque son skinheads. Hay unos pocos que van a la cancha, pero también skinheads de izquierdas. Sólo hay un grupo ultra de izquierdas, UltrasFerroviario, pero los demás… Por ejemplo, los ultras de Cruzeiro empezaron a usar la imagen del Che como un emblema de rebelión contra el poder. Pues bien, la hinchada de Atlético Paranaense comenzó a exhibir la foto del militar boliviano que mató al Che. ¡Pero no por ideología, sólo por llevar la contraria a sus rivales! Por ejemplo, el grupo más grande de Brasil, ‘Gavioes da fiel’ (de Corinthians), desde el principio tuvo relaciones con MST (Movimiento de trabajadores sin tierra) y otros grupos de izquierda, pero nunca lo ha mostrado abiertamente. A veces dentro de los grupos ultras conviven ideologías diversas. En Brasil, lo que cohesiona la grada es la pasión por el equipo.

 

¿Cómo es la relación entre los ultras y los clubes? ¿Los toleran? ¿Los combaten?

En cada entidad hay una relación distinta, pero en bastantes la directiva les paga los viajes, o les pasan entradas… En general, clubes y ultras están bastante próximos.

 

¿Y entre los jugadores?

Ellos tratan de mantenerse al margen. Sólo conozco un caso de futbolista que haya estado más cercano a ellos: Andrés D’Alessandro y la Guardia Popular de Internacional de Porto Alegre. Se llamaban, comían juntos… Pero lo normal es que los jugadores traten de mantener las distancias.

 

113 muertes desde 2010

El pasado 3 de abril, el derbi paulistano entre Palmeiras y Corinthians devolvió al debate mediático el problema de la violencia ligada al fútbol. Miembros de la Mancha Alvi Verde (Palmeiras) y Gavioes da fiel (Corinthians) se enfrentaron en las inmediaciones de la estación de tren de Sao Miguel Paulista: un transeúnte perdió la vida. A pesar del descenso en el promedio anual (30 fallecidos en 2013, 15 en 2015), Brasil sigue constituyendo según algunas estimaciones el país en el que más asesinatos se registran alrededor de los estadios: en total, 113 muertes desde 2010. Sólo un 3% de ellas acaba con el culpable en prisión.

¿Cómo suceden las peleas? ¿Se acuerdan de antemano?

Yo sé los partidos que van a ser más peligrosos así que trato de preservar mi propia seguridad. Sé hasta dónde puedo llegar y cuándo empieza a ser recomendable que dé un paso atrás. En general las peleas se producen siempre antes de los partidos. En Sao Paulo hace un par de años los hinchas de Palmeiras, Corinthians y Sao Paulo acordaron unas reglas de ‘fair play’ para poner límites a las peleas: sin armas, con las manos, solamente antes de los partidos y segregados por barrios. Palmeiras y Corinthians aceptaron. Pactaban sus enfrentamientos: a las nueve de la mañana, en tal avenida. Era muy curioso: venían 300 de un lado, 300 de otro, y cuando llegaban los capos se daban la mano, charlaban unos instantes, y de repente comenzaban a hostiarse. Y cuando acababan salían hacia la cancha como si nada. Pero pasó solo dos años. Empezaron a aparecer bates de béisbol y cosas así, y se rompió el pacto. Las peleas suelen surgir por casualidad. Pero como conozco a gente de los dos lados, trato de mantener las distancias. Si no quieres pelear no peleas. Una vez me pilló una algarada a la salida de un Santos-Palmeiras. Yo iba en el autobús de Mancha Verde, de Palmeiras, y los ultras de Santos comenzaron a atacarnos. Yo me quedé en el autobús y me protegí, mientras los ultras de Palmeiras bajaban y se peleaban. Luego subieron e hicieron bromas, porque claro: ¡yo soy aficionado de Santos!

¿Cómo actúa la policía de Brasil?

La policía de Brasil es un desastre. En Sao Paulo hay un departamento únicamente para frenar a los ultras pero no hacen nada, no están preparados. Se limitan a vigilar en las calles y si ven problemas empiezan a pegar. Una vez jugaron Corinthians y Palmeiras en una pequeña ciudad a ocho horas de Sao Paulo por motivos de seguridad. ¿Qué pasó?: que llegaron 40.000 hinchas con un montón de barras bravas. La policía no sabía que hacer con ellos. Las aficiones estaban mezcladas y comenzaron a insultarse. Llegó la policía y empezó a embestir indiscriminadamente, a niños, a viejos, e incluso llegaron a disparar proyectiles normales, casi matan a dos personas. La policía es muy violenta pero está poco preparada.

 

En Europa se ve a los ultras como el último vestigio del fútbol anterior al negocio. En Brasil, ¿también?

Desde el Mundial, con los estadios más modernos, las entradas se han encarecido. Y eso va en contra de los ultras, que en general proceden de los sectores más humildes. Pero claro, a los clubes les interesa el factor campo, que haya ambiente dentro de los estadios. No les gusta la violencia ni los barrabravas pero los necesitan. El movimiento tiene todavía mucha potencia aquí en Brasil. Gavioes da fiel sacó un registro de más de 100.000 personas que alguna vez fue miembro. Por ejemplo, cuando Corinthians juega un partido, los ultras llenan todos los autobuses que pueden alquilar. Y aún podrían ser más poderosos si se organizaran mejor.

 

¿Te consta que estos grupos consigan ingresos a través de actividades ilícitas?

Hay casos de tráfico de drogas y otras historias, sí, pero son ya organizaciones tan grandes que no necesitan hacer cosas ilegales. Por ejemplo, cada grupo ultra se presenta a los carnavales. Si ganas consigues 700.000 reales. Tienen muchos negocios legales (carnavales, sorteos, conciertos, ventas) con los que ganan dinero y que no les suponen mayores problemas con la policía. panenkillo4

© Gabriel Uchida

© Gabriel Uchida