TEXTO DE JOSE RUIZ
Tras una depresión con rostro de rata que le apartó hasta dos veces del fútbol, Billy Kee volvió a calzarse las botas para buscar la felicidad compaginándolo con su trabajo en la construcción
¿Para qué engañar? En ocasiones, el fútbol puede llegar a ser un lugar sombrío, turbio, desangelado, un cementerio donde habitan las esperanzas e ilusiones de mucha gente, que devora todo aquello que ose ponerse en su camino y que los estandartes que lo rodean oprimen sentimientos y sensaciones que se albergan en el interior de cada persona. No permite titubear. Pero, aun así, es un sitio un poco mejor con noticias como esta: la vuelta de Billy Kee; un tipo británico, afable, con el brazo izquierdo tatuado en su totalidad, que ha dedicado la mayor parte de su vida a meter goles en estadios que únicamente se ven cuando un equipo modesto da una campanada en alguna ronda copera de Inglaterra y que después allí solo queda la comunidad en la que convive. El delantero regresa para darle patadas a un balón en campos lejos de la profesionalidad después de que la batalla por superar la depresión le apartase de ello hasta en dos ocasiones.
Nacido en Leicester, estuvo en la cantera de los ‘Foxes‘, que llegada la hora no apostó por él. Kee vio truncado su sueño de pertenecer a la gran esfera mediática. Pese a ello, encontró su hueco en los terrenos de juego de las últimas divisiones profesionales del país del idioma de Shakespeare. Así pues, Accrington Stanley, Torquay United, Burton Albion, Scunthorpe United, Mansfield Town y Accrington Stanley, de nuevo, es su historial de equipos. 438 partidos, 137 perforaciones de red y 60 asistencias entre todas las competiciones ligueras y las copas nacionales, según Transfermarkt. Debido a su linaje procedente de Irlanda del Norte, fue convocado por la sub-19 y sub-21 para defender la camiseta de la ‘Green & White Army‘. Entretanto, Billy peleaba contra algo en su interior que no le dejaba estar cómodo desde hacía mucho tiempo.
Los síntomas de algo muy serio se iban acercando al borde del acantilado dentro de Kee hasta que un día se despeñaron. El 1 de octubre de 2016 el Accrington Stanley se enfrentaba contra el Cambridge United como visitante en el Abbey Stadium. Los locales ponían el 2-1 en el marcador a falta de diez minutos para el final. Ya en el tiempo añadido, el Stanley forzó un penalti. Billy, que ya había anotado en ese encuentro tras el descanso y era el tirador oficial de las penas máximas que provocaban los de rojo, se negó a lanzarlo. Chris Eagles, que comenzó su carrera en el Manchester United, asumió la papeleta y erró el lanzamiento. Pocos instantes después, la entidad fundada en el condado de Lancashire volvía a tener otra oportunidad desde los once metros. Alguien ahí arriba jugaba con los dados. Y, de nuevo, el ariete británico declinaba la opción. Esta vez fue Terry Gornell quien tampoco consiguió la misión de superar al arquero rival, Will Norris. Y el Stanley perdió.
“Todo me golpeó. Simplemente no quería jugar al fútbol nunca más y ni siquiera tuve un mal juego”
Tenía 25 años y denominó aquel momento como el “detonante” que le hizo estallar tras haber vivido el año más difícil de su carrera. “Recibimos un penalti, y siempre los había tirado, pero no quería hacerlo. Luego obtuvimos otro y no quise tirarlo”, explicó Billy en Lancashire Telegraph. “Todo me golpeó. Simplemente no quería jugar al fútbol nunca más y ni siquiera tuve un mal juego”.
Kee no estuvo en la victoria por 1-4 en el hogar del Chesterfield, en el Trofeo Checkatrade, que era el siguiente partido. En el posterior encuentro liguero frente al Cheltenham Town, salió desde el banquillo en el 70. Después, habló con el médico que le dijo lo que realmente le estaba pasando: sufría depresión.
A pesar de que las reacciones no siempre son las idóneas y que se piense que, si alguien está así, es porque quiere o porque no pone remedios suficientes, los apoyos desde todos los estamentos del club hacia su delantero, pero, sobre todo, a una persona que está pasando un mal trago en la vida no se hicieron esperar. Comprendido por su equipo y por su entrenador, Billy decidió apartarse un tiempo del fútbol y centrarse en lo importarte: recuperase a nivel anímico y estar con los suyos.
“Mi padre me dijo: ‘No te quedes aquí sentado, colega. Si quieres estar en el mundo real, tienes que venir al mundo real’. Cree que soy la persona más afortunada por tener el oficio que tengo, así que me dijo que fuese a trabajar en la construcción”, relató Kee a la BBC.
Lloró mucho, se buscó a sí mismo, trabajó duro en la construcción saliendo y llegando a casa de noche, haciendo días largos durante el mes que se ausentó del fútbol. “Fui a trabajar en una obra de construcción durante tres o cuatro semanas con mi padre”, comentó. “Fue brillante para empezar. El cambio me hizo bien, pero alrededor de la tercera o cuarta semana pensé: ‘No quiero hacer esto para vivir’”. La labor que hacía Kee en la obra le sirvió para darse cuenta de lo suertudo que era. “Me ayudó a darme cuenta de lo afortunado que soy”, dijo el delantero, que añadió: “Tenemos el mejor trabajo del mundo, pero no ayuda”. De algún modo, tenía que pelear por dejar atrás los tiempos más oscuros en los que no podría controlar lo que le sucedía. “Estaba meciéndome en la cama llorando”.
En forma de una rata, un animal pequeño, de cuatro patas, pelo basto, cola larga y chillidos chirriantes, así se le presentó la depresión a Kee. “Esta rata suele salir alrededor de las siete de la tarde. Últimamente ha estado bien, pero es cuando tienes preocupaciones o pequeñas cosas sin importancia cuando da vueltas por la cabeza. No te deja dormir, así que al día siguiente estás demasiado atontado, porque no has dormido en toda la noche. Estas ratas solo hacen tictac, tictac, tictac. Personas con las que he hablado al respeto, todas tienen esa rata”, detalló. “Tienes que guardarla en una caja y meterla en un armario. Dejarla ahí y no sacarla”.
Este enemigo devastador no solo se centró en hacer sufrir a alguien a quien no le cuadraba lo que le estaba sucediendo y al que los compañeros de equipo le decían que algo no estaba bien si se sentía así con el fútbol. “Eso es lo que pasa con la depresión: no tiene sentido”, confesó Billy. La enfermedad también afectó a Leight, su esposa, y a sus padres, amigos y conocidos más cercanos. “Lo peor de todo es que estaba empujando a mi hijo y a mi señora”, declaró. “Mi mujer estaba recibiendo el golpe, y mi madre y mi padre estaban siendo molestados”.
La madre del futbolista tuvo depresión cuando era joven, así que sabía por lo que estaba pasando su hijo y le apoyó de manera incondicional, como manifestó el jugador y como solo puede hacer una madre. Billy reconoció que ponía cara valiente para que los muchachos en el club pensasen que todo iba bien. “Pero mi señora estaba pasando por un infierno en casa y eso fue lo peor”, admitió. “No quieres que la persona que amas atraviese el infierno”.
Con ello, Kee, que estaba preso de un roedor que no se estaba quieto en su sien, comprendió lo agraciado que era de tener a su bebé, a su esposa y que solo tenía que tratar de mantenerse positivo. El delantero, que debe medicarse cada mañana, vio salir el sol el primer sábado de noviembre de aquel 2016. John Coleman, que incitó a Billy a que estuviera un tiempo fuera del fútbol, convocó al delantero para el partido de la FA Cup contra el Bradford. De este modo, el ’29’ regresaba a calzarse las botas.
Aquella temporada terrible para él terminó. La 17/18 fue otra historia. El Stanley alcanzó el ascenso por primera vez desde su fundación a League One tras haber obtenido 93 puntos. Los rojos tenían el presupuesto más bajo de League Two, la ultima división profesional del fútbol inglés. En esa campaña, Billy Kee fue el máximo goleador de la competición doméstica con 26 tantos y fue nombrado Mejor Jugador de la Temporada. E incluso marcó el gol definitorio que les daba el título de liga. “Ese fue el mejor momento de mi carrera futbolística. Fue muy especial celebrarlo con el propietario, el entrenador, mis compañeros y la afición”, describió.
Parecía que las malas horas para Kee habían terminado y que ya no se haría esa misma pregunta que revoloteaba en su mente: “¿Conduciré mi coche contra una pared?”. Casos como el de Billy no son tan aislados ni hay que irse a ningún otro país. El suicidio y las lesiones autoinfligidas es la principal causa de muerte no natural en España en los últimos años. Según el Instituto Nacional de Estadística, 3.539 y 3.679 personas se quitaron la vida en 2018 y 2017, respectivamente.
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud califica estos sucesos como un grave problema de salud pública. Por ello, cobran vital importancia iniciativas a favor de la visualización de estas enfermedades y en lucha contra la estigmatización de estas dolencias. Una de ellas se denomina Heads Up, que está dirigida por la Asociación Inglesa de Fútbol (FA) y la organización Heads Together. La campaña se llevó a cabo durante los fines de semanas del 8-9 y 15-16 de febrero. Todos los clubes de la Premier League, English Football League, The National League, The Barclays FA Women’s Super League, The FA Women’s Championship y la Liga Nacional Femenina de la FA dedicaron sus enfrentamientos a este proyecto.
Godric Smith, presidente de Heads Up y director del Cambridge United, afirmó en FIFA.com que “esta campaña supone un poderoso alegato sobre la importancia que el fútbol concede a la salud mental. Además, envía un mensaje muy importante: que el fútbol puede desempeñar un papel muy importante en cuanto a animar a la gente a abrirse sobre un tema que ha sido todo un reto en el pasado, con bastantes tabúes y estigmas”.
“Todos tenemos salud mental, del mismo modo que todos tenemos salud física. Y todos afrontaremos altibajos en la vida que la afectarán. Es el momento de que empecemos a hablar de nuestro estado mental con la misma seriedad que lo hacemos de nuestra forma física y eso empieza por hablar”. Este es el mensaje que lanzó el príncipe Guillermo, duque de Cambridge, en las jornadas de la iniciativa.
Por otro lado, la 19/20 es la segunda temporada en la que los equipos de la Football League llevan al costado del número en sus camisetas el logotipo de la asociación Mind, que brinda asesoramiento y apoyo a cualquier persona que sufra un problema de salud mental en Inglaterra o en Gales. Además, los clubes de segunda, tercera y cuarta categoría visibilizan a una sociedad sin ánimo de lucro que, como reza su biografía en Twitter, no se rendirá hasta que todos los que tengan un problema de salud mental reciban apoyo y respeto.
Volviendo a la brega del delantero de Leicester por su bienestar psíquico, a finales de enero decidió colgar las botas. En verano, ya se notificó que Kee no iba a estar en la pretemporada para que se pudiera centrar en lo principal. Tampoco ha salido al terreno de juego en ningún encuentro de la presente campaña. Cuando el Stanley oficializó la retirada de su delantero, la entidad publicó un comunicado en el que, tanto el entrenador como el propietario, quisieron mostrar su cariño y aprecio.
Coleman, que le calificó como un buen amigo y una persona cercana, dijo: “Queremos agradecer a Billy por todo lo que ha hecho. Su salud es primordial y queremos que se recupere”, añadiendo que se alegraba de que tuviera la oportunidad de despedirse de todos los esfuerzos que había realizado y de todos los momentos especiales que había brindado a la afición.
Y Andy Holt, accionista principal del equipo rojo, comentó: “En mi tiempo aquí, Billy ha sido uno de los mejores, si no, el mejor jugador. Sus goles dorados nos llevaron a la meta en la temporada del campeonato de League Two y yo estuve al teléfono con él todos los días durante ese tiempo”.
“Éramos conscientes de los problemas que Billy tenía desde el final de la temporada pasada y los últimos seis u ocho meses hemos estado tratando de encontrar una solución. Sabíamos que el corazón de Billy no estaba en este nivel y que necesita encontrar tiempo y espacio y un nuevo futuro para él”, expresó el propietario, que añadió: “Somos buenos compañeros y estoy deseando tomar una pinta con él el sábado y desearle todo lo mejor en el futuro. Es bienvenido aquí cuando quiera”.
El club al que había defendido en dos etapas distintas de su carrera decidió retirar el dorsal que le caracterizaba: el ’29’. El Accrington Stanley, que alrededor del 10% es propiedad de los aficionados, trató a Billy como un héroe, una leyenda, en definitiva, como un amigo. El conjunto del noroeste de Inglaterra no se entiende sin lo que le rodea. Su estadio posee un cartel con la frase “el club que no moriría” y el míster Coleman ya estuvo entrenando a la formación roja en una primera etapa que duró 13 años y en esta segunda ya lleva seis, como informa La Media Inglesa en el análisis exhaustivo que hicieron de la entidad.
Sin embargo, la cosa no queda ahí. Holt, que manifestó que él no quería ser dueño de un equipo de fútbol, en una entrevista que le hizo Miguel Mosquera para Marcador Internacional, afirmó: “Simplemente compré el Accrington Stanley porque alguien tenía que hacerlo. Si no lo hubiese comprado, al club le hubiese pasado exactamente lo mismo que al Bury [expulsado de la Football League por culpa de las deudas]. Me di cuenta de lo importante que era el club para la comunidad y asumí la responsabilidad”.
Por su parte, Kee, que jugó 240 partidos e hizo 83 goles con el Stanley, también quiso despedirse del que había sido su hogar durante seis años. “Accrington siempre tendrá un lugar en mi corazón y nunca podré agradecer lo suficiente al propietario Andy Holt, al entrenador John Coleman y al ayudante del entrenador Jimmy Bell por todo lo que han hecho por mí”.
“Lo más importante es mi salud y mi familia, mi esposa Leigh y mis dos hijos y, ahora que tomé la decisión, me siento en un lugar mejor”
“Todos conocen mis problemas actuales con la depresión y la ansiedad y en verano hice saber sobre mi bulimia, que me ha afectado desde que estaba en el Leicester”, dijo Billy en su retirada. “Lo más importante es mi salud y mi familia, mi esposa Leigh y mis dos hijos y, ahora que tomé la decisión, me siento en un lugar mejor”.
La transcendencia del delantero se hace palpable al ver como Ryan Armstrong, un joven de 13 años, habló de él en el medio digital británico Lancs Live: “Billy era un apasionado del club y tenía un lugar muy especial en mi corazón. No era solo un jugador de Accrington, era campeón de la comunidad”.
Aun así, eso no es todo. Los aficionados del Ipswich Town que viajaron hasta el estadio del Stanley en octubre llevaron con ellos una pancarta en la que se podía leer un mensaje muy contundente: “Billy Kee: no estás solo”. Y el Luton Town contestó con lo siguiente al tuit donde el Stanley publicaba que su ariete se apartaba del fútbol: “El mayor cumplido que podemos hacerle a Billy es que odiamos jugar contra ti. Increíble valentía para hablar sobre los problemas que ha enfrentado y, sin duda, ha ayudado a muchos a buscar ayuda. Buena suerte en todo lo que hagas en el futuro”.
La historia inspiradora de este valiente, que se atrevió a contar lo que le sucedía sin darle cuenta a lo que dirían los demás, prosigue y hace unos pocos días el Coalville Town F.C., club de la National League South y que no es profesional, anunciaba la contratación de Kee, que compaginará su trabajo a tiempo completo en la construcción con el balompié a tiempo parcial. “Cuando alguien del calibre de Billy está disponible en nuestra puerta, tienes que hacer todo lo posible para subirlo a bordo. Desde que nos conocimos la semana pasada ha sido un placer tratar con él y estamos encantados de que nos haya elegido entre una gran cantidad de grandes nombres”, expresó Glyn Rennocks, presidente del equipo.
Después de tener que lidiar con lo que la depresión le intentaba quitar en numerosos momentos de su vida, es la segunda vez que vuelve a este deporte para reencontrarse consigo mismo y tener el valor de luchar por lo que ha obtenido con tesón y sacrificio. Que el bueno de Billy esté donde sea feliz. Y, si es disfrutando en un campo de fútbol, ya sea de césped o de tierra, metiendo goles, mejor que mejor.
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