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Zlatan Ibrahimovic: buenos goles, mejores frases

El delantero sueco cuolgó las botas dejando una hemeroteca para la historia con mucho fútbol y una retahíla de frases que formaron un jugador único, en todos los sentidos

Ibrahimovic

Zlatan Ibrahimovic arrió su bandera a los 41 años. Un estandarte que ondeó siempre desde muy arriba, a 1.95 metros de altura. ¿Cómo no iba a mirar a los demás por encima del hombro? Alto es él, su casillero goleador, y sobre todo, su ego. La mixología de esas tres características ha formado a un delantero de leyenda en el fútbol. Tan polémico como magistral, tan díscolo como superlativo con el balón, nunca hubo quien le levantara la voz, replicara o tosiera. Y si alguna vez alguien osaba hacerlo, uno de los dos capitanes del barco obligaba al otro a caminar por el tablón hasta ser devorado por los tiburones. Con más de 500 tantos a sus espaldas, el capitoste sueco supo trasladar su altanería a los terrenos de juego. Poseedor de highlights envidiables en la plataforma audiovisual de Google de logo rojo, cada uno de los goles de acrobacia circense que reúnen sus vídeos de largo minutaje conformarían el mejor gol de la carrera de cualquier otro futbolista de poca monta. 

Otra de las facetas por las que Ibra será recordado en la memoria de los devotos del deporte rey es la de haber dejado cuantiosas oraciones ultrajantes que, a partir de ahora, harán de oro a las startups que decidan estamparlas en tazas, llaveros y agendas, conformando el Mr. Wonderful de los bad boys. Goles que no se entienden sin las frases y frases que no se entienden sin los goles. Zlatan no hubiese sido Zlatan sin una de las dos variables de la ecuación. “¿Y cuándo se juntan?”, sugeriría un anuncio de aquellos que te avergüenza ver con tus padres en el sofá cuando eres niño (y no tan niño). Las citas del gol, Zlatan Ibrahimovic.

 

Poseedor de highlights envidiables, cada uno de los goles de acrobacia circense que reúnen sus vídeos de largo minutaje conformarían el mejor gol de la carrera de cualquier otro futbolista de poca monta

 

“Soy un Ferrari y me conduces como un Fiat” – FC Barcelona 1-0 Real Madrid (29 de noviembre de 2009)

From Zlatan to Pep Guardiola, alias “el filósofo”. Dos tipos cuya relación no podía tener un punto medio. O se amaban, o se odiaban. Y salió cruz. Una temporada conviviendo en Can Barça les bastó para forjar una enemistad que no han amansado los años. Como Alfred Borden y Robert Angier en The Prestige, o igual que Iceman y Maverick en Top Gun, entrenador y delantero pugnaron por el puesto de gallito del corral. Sin embargo, aunque el rendimiento general del sueco fue de Fiat, Ibra dejó algún gol a la altura de un coche de gama alta. En un Clásico -de aquellos de verdad-, Zlatan remató a bocajarro un centro medido de Dani Alves, que puso el tanto definitivo para vencer al Real Madrid. Un gol especial para él, para el Barça y para mí, ya que fue el último gol que mi abuelo -culer de cuna- pudo celebrar en la Tierra, antes de hacerlo desde el cielo. 

“No conozco ningún jugador de la liga francesa, pero todos ellos saben quién soy yo” – PSG 4-0 Bastia (19 de octubre de 2013)

Citó Ibrahimovic nada más fichar por el PSG. Y tanto que lo conocían. El promedio goleador durante su etapa en París fue digno de uno de los mejores arietes de la historia moderna del fútbol (0.87 goles por partido). La Ligue 1 fue testigo de la exuberancia física y la elasticidad olímpica del prestidigitador de Malmö. Capaz de elevar sus piernas de modelo por encima de las cabezas, combinaba lo flexible y lo exacto para marcar goles de época. Quizás todos los rivales sí conocían a Zlatan, pero nunca sabían dónde estaba. Ante el Bastia se le antojó estirar la pata como si de un palo de selfie se tratase, y conectó su tacón con la pelota para anotar un gol de escorpión, carente de explicación científica hasta la fecha. El sortilegio de Ibracadabra.

“Un Mundial sin mí no vale la pena verlo, así que no hace falta esperar a que llegue” – Suecia 4-2 Inglaterra (14 de noviembre de 2012)

Este golazo fue valedor de un premio Puskas en 2013. Un versículo perdido en la Biblia de Ibra dice que si el campeón de la Europa League va directo al Bombo 1 de la siguiente Champions, el mejor gol del año debería valer un billete para el próximo Mundial. Por el espectáculo del fútbol y esas cosas que se estilaban antes de la cabezonería táctica actual, donde gana el que menos goles encaja y no el que más goles marca. 

En un parón de selecciones a principios de temporada, de esos que molestan hasta a Manolo el del Bombo, Zlatan decidió amenizarlo cerrando un póquer personal ante Inglaterra con la dificultad en modo ¿que no hay huevos?, sujétame el cubata. En el descuento, Ibrahimovic se inventó una chilena desde 30 metros de distancia tan potente como precisa, causando un entuerto a un desventurado Joe Hart que había salido a por uvas. Suecia no se clasificaría para la Copa del Mundo, pero una vez vista tal tropelía de dimensiones planetarias, ¿qué iba a esperar el aficionado medio al balompié de ese torneo veraniego cuatrienal? El sueco, una vez más, no masculló ante la prensa: no Zlatan, no party.

“Querían Zlatan, les di Zlatan. Ahora regresen a ver béisbol” – LA Galaxy 4-3 LAFC (31 de marzo de 2018)

Ibra es un tío de fiar: todo lo que promete, lo cumple. Ibra es el primero de tus amigos que te hace el Bizum cuando te toca pagar la cena, el que deja de fumar a la primera intentona y el único que llega puntual cuando habéis quedado a una hora. Ibra tendría un abrefácil real si fuese una lata de conservas, nada de aire si fuera una bolsa de patatas y  te daría alas de verdad si fuese un Red Bull, puesto que jugó en Los Ángeles. Porque prometer es una de las cosas más fáciles y baratas que existen, pero cumplir las promesas es lo más difícil y caro que uno se pueda encontrar. 

Advirtió Ibrahimovic en su presentación en LA Galaxy que no venía de vacaciones, sino a enseñar al país de qué se trataba este juego. El show no se demoró más allá de su debut, el esteta nórdico empalmó una volea desde donde las faltas se sacan en corto que golpeó violentamente la red tras pasar por encima del guardameta rival, quien corrió hacia atrás como si le persiguiera un tsunami. Inútilmente. El gol fue elegido como el mejor de la historia de la MLS. Con sus cojones y su palabra, las dos únicas cosas que aseguraba tener Tony Montana, Zlatan regresó a Europa con la conciencia tranquila por haber cumplido su juramento. Los yankees podían regresar a ver béisbol. 

“No necesito ningún trofeo para saber que soy el mejor del mundo” – Ajax 6-2 NAC Breda (22 de agosto de 2004)

El primer gran gol en la carrera del ariete sueco, para muchos el favorito. No para Ibrahimovic, porque el mejor siempre es él. En su etapa en el Ajax, cuando su proyección de crack mundial se encontraba en un periodo embrionario, un joven delantero silenció los silbidos del Amsterdam Arena tras anotar un gol maradoniano y completar un hat-trick en su cuenta particular. Ronald Koeman, entrenador ‘ajacied a la sazón, tuvo que mediar un conflicto entre el delantero rebelde de 22 años y el capitán del equipo, Van der Vaart, a quien había lesionado recientemente en un partido de selecciones. El centrocampista holandés se indignó tanto que cuenta con el honor sempiterno de ser el hombre que encabeza su enciclopedia de enemigos y vio desde la grada como el pequeño Zlatan cambiaba la mueca del respetable del estadio con su obra magistral. 

Recorte tras recorte, el sueco esquivaba piernas contrarias como si fueran los rayos láser de Resident Evil, mientras les escondía la ‘pelotita’ como un trilero en la playa de Palma hasta llegar al portero. Con un último quiebro, Ibra provocó un eclipse donde el defensa era la luna que tapaba la visión del sol, del arquero, cayendo ambos al suelo, perfectamente sincronizados. El sueco definió a placer.

Contenido no me faltaría para hacer una segunda parte, una trilogía o una saga de duración ‘jamesbondiana’. Sin embargo, lo bueno siempre se da en pequeñas dosis, y Zlatan Ibrahimovic, lo era demasiado. Jugando a fútbol, me refiero.

 


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Fotografía de Getty Images.