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Thomas Müller: licencia para matar

El delantero del Bayern, que marca goles que son faltas de ortografía, es el máximo anotador en activo de los Mundiales y un villano para el Barça

MUNICH, GERMANY - SEPTEMBER 13: Thomas Muller of Bayern Munich celebrates their side's win with teammates after the final whistle of the UEFA Champions League group C match between FC Bayern München and FC Barcelona at Allianz Arena on September 13, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Alex Grimm/Getty Images)

Si Müller fuera bueno, sería malo. Jugar mal es su forma de jugar bien, casi perfecta. Es una de esas biografías escritas con quitamanchas. Si el apellido era una losa por ‘Torpedo’ Müller, él parece que se ría de todos con sus movimientos, como si propusiera que le llamaran ‘Torpe’ Müller. Vive fuera de los cánones de belleza. Si Müller fuera un cuadro, no sería El jardín de las delicias, si no cuatro garabatos mal puestos que solo disimularían entender los expertos. Verlo jugar a veces hasta molesta como una picadura de mosquito, la declaración de la renta o una mudanza. Parece que haga las cosas casi sin querer, incluso fruto del azar, como el día que Quim Monzó empezó a fumar. No lo había hecho nunca y cerca de los 60, en una reunión familiar, para evitar la turra de los que no salían a fumar, él también optó por tomar el fresco y encender su primer pitillo. 

Müller lo tiene todo para ser el villano en una peli de James Bond. Megalómanos, con tres pezones o alérgicos a la electricidad: los malos de 007, como Müller, nacieron sin corazón y con un punto de ortopedia. El futbolista alemán también tiene ese instinto criminal desde niño. Los más de 100 goles que marcó en categoría infantil le llevaron a fichar por el Bayern. Contra el rival no tiene compasión. Normal, porque, como ya escribió Norman Mailer sobre los soldados estadounidenses que volvían de la guerra, “no te pueden programar para ser un asesino y, de un día para otro, exigir que respetes los semáforos en rojo”.

Cómo puede Müller marcar según qué goles es una de esas preguntas que harías en Yahoo respuestas. Los goles de Müller suenan a uñas en la pizarra, huelen a sobaco y saben a táper recalentado. Ver un gol de Müller es ver un libro subrayado con pintalabios rojo, un nudo de corbata mal hecho o un pelo rizado en la sopa. Un gol de Müller es una falta de ortografía. Un gol de Müller es de segunda mano, comprado después de regatear en Wallapop. Müller, más que marcar, toma rehenes. Cuando recibe la pelota, parece que reciba una bomba que va a estallar en cualquier momento. Cuando entra en el área, aparca en doble fila. Cuando el balón besa la red, se escuchan caer los casquillos.

 

Müller siempre le marca al Barça un gol y medio: el que sube al marcador y la propina de fulminarlos con la mirada

 

Hasta a Guardiola le costaba entenderlo. Él quería que participara más en el juego, pero en Müller encontraba un jugador socorrista: solo aparece cuando es necesario. Esa anarquía de ignorar por qué se desmarcaba le costó la titularidad en partidos importantes, como unas semifinales en Champions contra el Real Madrid. Diego Torres escribió en El País que Ancelotti, entrenador blanco en su primera etapa, respiró aliviado porque Müller se movía tanto que era incontrolable. En los informes se le describía así: “Imprevisible en el control, desastroso en la conducción y magnífico en la definición”.

Esa definición, con movimientos propios de un juguete de Toy Story, le han hecho ser, con diez goles, el máximo anotador en activo de los Mundiales y el octavo en la clasificación total. Está a cuatro de su tocayo de apellido, a cinco de Ronaldo y a seis de Klose, máximo artillero de la Copa del Mundo. También es el villano del Barça, una de las víctimas contra la que más babea. Le ha marcado ocho goles en ocho partidos: tres en la doble eliminatoria de 2013 que terminó 7-0, el primero y el cuarto del 2-8, y fichó también el año pasado en el 0-3 en el Camp Nou y el 3-0 en la última jornada que certificaba la eliminación de la Champions del Barça. Cuadra perfectamente que, si el Inter tropieza ante el Viktoria Plzen, sea Müller el que ajusticie a los culés. Al fin y al cabo, Müller siempre les ha marcado un gol y medio: el que sube al marcador y la propina de fulminarlos con la mirada.

Los goles de Müller son como un Kinder Sorpresa. A saber lo que toca. Un chute que pega en la otra pierna. Un rechace del portero que le pega en la espalda. Alargando la gadgetopierna, con la rodilla a punto de salirse. Müller puede marcar goles con el bazo, con el esternón, con un mechero si hiciera falta. En todos, eso sí, hay un punto en común: la forma despavorida, incrédula y pasional de celebrar un gol, como si a ti te hubiera tocado el Euromillón. Eso es porque en su documento de identidad, debajo del nombre, la edad y el domicilio, pone que tiene licencia para matar.

 


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Fotografía de Getty Images.