En el año 2008, Diego Maradona hizo su último parada en tierras chilenas con su espectáculo de showbol en su gira por Viña del Mar y Antofagasta, donde compartió con sus fanáticos cenas amistosas y sobre todo buen fútbol. Momentos que quedaron grabados en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de presenciarlos.
Entre los recuerdos que decoran la historia de Antofagasta, emerge una visita que iluminó los corazones nortinos con un espectáculo de primer nivel: la llegada de Diego Armando Maradona. En aquel tiempo, el astro argentino llegó acompañado por un séquito de compatriotas, entre los que destacaban nombres como Sergio Goycochea, Matías Almeyda, Alejandro Mancuso y Fernando Gamboa, quienes desplegaron su talento en los campos de la ciudad. Este acontecimiento, conocido como Showbol, marcó un hito en la historia deportiva local, dejando una estela de emoción y recuerdos imborrables entre sus asistentes.
Fue un 13 de febrero de 2008, apenas a un día de conmemorar el aniversario de la ciudad, o lo que algunos llamarían San Valentín, si optamos por la terminología anglosajona. La cita deportiva tuvo lugar en el estadio Sokol, un recinto en el sector céntrico de la ciudad acostumbrado a acoger partidos de baloncesto o vibrantes conciertos. En aquel entonces, adquirir una entrada para el evento no era tarea sencilla; se podían conseguir en disco tiendas o locales autorizados con largas filas y horas de espera.
En mi caso particular, siendo un modesto estudiante con escasos recursos, la posibilidad de asistir parecía un sueño distante. Sin un peso y como un simple estudiante, mi vieja consiguió una entrada: “Es una oportunidad única, hijo. Tú no presenciaste su gloria en el 86, y quién sabe si tendrás otra ocasión como esta”.
El partido se fue calentando a medida que se acababa el tiempo. Diego tuvo varios roles en aquel encuentro: fue capitán, jugador, hincha y entrenador. Gritaba instrucciones, alentaba, entraba y salía cada cierto tiempo
UN INTENSO SHOW
El showbol es otro derivado del fútbol que se juega en un terreno de juego de 42×22 metros y consta de dos tiempos de 25 minutos cada uno, en que la pelota siempre está en acción debido a que las paredes que revisten los límites de la cancha evitan que salga el balón. Además, los cambios de jugadores son ilimitados entre los inscritos. Por otro lado, los partidos profesionales en los años 80 y 90 solían ser muy al raspe y de alta intensidad. En ese tiempo, ganar en Sudamérica con tu selección no se limitaba a sólo obtener los tres puntos de una clasificatoria, era mucho más que eso, era tu orgullo el que estaba en juego.
Mezclando estos ingredientes, si metes a estos ‘animales’ de mentalidad ganadora en una jaula de 42×22 donde el balón nunca se detiene, cualquier cosa puede pasar. A pesar de ser un partido de exhibición, y más aún un espectáculo, éste no iba a ser la excepción a los amistosos de los años dorados. Días previos al choque en Antofagasta, ambas selecciones venían de haber jugado en Viña del Mar, con triunfo chileno 11-10 donde. al final del partido, los ánimos en los jugadores se alteraron tras un polémico gol, que terminó con el arquero argentino nacionalizado chileno Sergio Vargas tirando su camiseta al árbitro y abandonando la cancha discutiendo con Zamorano y Maradona.
“Creo que Chile fue un digno ganador, y más allá del incidente con Sergio Vargas, que se retiró indignado de la cancha por un cobro del árbitro, la selección chilena hizo muy bien las cosas, nos ganó bien y ahora esperamos la revancha”, decía Diego a los medios.
La revancha se jugaría en ‘la Perla’ días después, con un Maradona evidentemente desgastado y cansado de los largos viajes, fotos que le pedían, incesantes demandas de firmas y un estado físico muy lejano a su prime de los 80.
ESTA VEZ NO, MUCHACHOS
En Viña del Mar los argentinos se sintieron más cómodos con la hinchada trasandina que en época de vacaciones frecuenta las playas costeras de ‘la ciudad jardín’ y que lograron asistir a aquel partido. En Antofagasta la cosa cambió un poco, la ciudad es menos turística y se contaban menos argentinos alentando en las gradas. El partido se fue deportivamente calentando a medida que se acababa el tiempo. Diego tuvo varios roles en aquel encuentro: fue capitán, jugador, hincha y entrenador. Gritaba instrucciones, alentaba, entraba y salía cada cierto tiempo. La intensidad del partido le jugaba en contra al desgastado estado físico del ’10’, pero fiel a su estilo, no quería abandonar Chile derrotado nuevamente.
En el partido en sí primó la rapidez. En espacios tan reducidos el ida y vuelta era una locura para la selección chilena, destacó, como siempre lo hizo representando a la ‘Roja’, el capitán Iván Zamorano, aportando cuatro goles. El equipo nacional estuvo conformado por Nelson Tapia, Pedro Reyes, el ‘chino’ Hisis, Miguel Ramírez, Miguel Ponce, Fabián Estay, Marcelo Vega, Hugo Rubio y Rodrigo Goldberg. Todos íconos de los 90, la mejor década del fútbol chileno a nivel de liga doméstica.
7.000 espectadores apoyaron enérgicamente a la ‘Roja’, y fueron testigos del momento de la discordia, protagonizado por el juez del encuentro, quien agregó dos minutos de descuento cuando la selección chilena ganaba el cotejo por 11-10, lo que le permitió a la ‘Albiceleste’ empatar el partido diez segundos antes del final, desatando el enojo de la escuadra local y del público asistente, todo un show.
Solo recuerdo haber llegado a casa con una gran sonrisa, enamorado y con el corazón latiendo a mil revoluciones, para agradecerle a mi vieja y decirle: “Mamá, he visto a Maradona”
YO QUIERO VER AL DIEGO PARA SIEMPRE
Diego visitó en variadas oportunidades nuestro país. Desde la primera vez en 1980 cuando con Argentinos Juniors enfrentó contra Colo-Colo, hasta, en ese entonces, su visita mediática en el programa Viva el lunes, donde en plena emisión del programa sufrió una subida de presión que obligó a la producción a trasladarlo a un recinto asistencial luego de haber hecho jueguito con el balón y tras haber bailado con la animadora del programa, la ex miss universo Cecilia Bolocco. Pero esas visitas solo se limitaban a la Región Metropolitana.
Aquel partido en el estadio Sokol fue la última visita del ‘Pelusa’ a tierras nacionales, y el último como futbolista.
Ese 14 de febrero no recuerdo haber ido al espectáculo pirotécnico de la ciudad, ni tampoco tener una cita con una chica en San Valentín… No, solo recuerdo haber llegado a casa con una gran sonrisa, enamorado y con el corazón latiendo a mil revoluciones, para agradecerle a mi vieja y decirle: “Mamá, he visto a Maradona”.