“Mi teléfono suena mucho últimamente”, comentó hace escasos días ante la prensa gala David Venditelli, agente del revalorizado Lacazette, con esos aires contenidos de quien sabe que no debe escupir a la mano que aún le da de comer pero que ya fantasea con un chalé en las Bahamas previo cobro de la comisión por la venta de su representado. Sí, parece claro. El jugador de moda en Francia podría tardar en volar de Gerland lo que dura un santiamén. Pero lo único bueno que hay para la hinchada del Lyon en todo esto, si es que lo hay, son los otros cortes de la declaración de Venditelli, en los que aclaró que los presumibles movimientos no tendrán lugar durante el presente mercado de invierno. Así pues, Hubert Fournier, el entrenador del club, se asegura al menos que podrá seguir alineando a su estandarte hasta junio.
Tras seis años de sequía, ahora en Lyon tienen el caché gastado y la planta encogida. Por eso se intuye que a la larga será difícil mantener a Lacazette en el equipo.
Difícil de digerir, sobre todo si se echa la vista atrás, que el OL sea visto hoy como un vendedor de peso pluma. Nada que ver con antaño, en los que aquellos que querían pescar en el equipo de ‘les gones’ ya sabían de antemano que el único camino hacia el éxito era pasar por el aro, entablarse con el testarudo Jean-Michel Aulas y afrontar largas y arduas horas de negociación en los despachos. Eran otros tiempos, en los que el club presumía de ser el amo y señor del vértice superior de la Ligue1 y podía contar las estrellas de su plantel con los dedos de las dos manos. Pero tras seis años de sequía, en los que no se ha vuelto a levantar el trofeo liguero, ahora en Lyon tienen el caché gastado y la planta encogida. Por eso en el ambiente sobrevuela la sensación de que a la larga será difícil mantener a Alexandre Lacazette, el mejor argumento futbolístico para la esperanza que ha brotado en el club en años.
19 goles en 20 partidos. Ésta, de sopetón y sin aditivos innecesarios, es la mejor manera de calibrar la brutal temporada del ’10’ de Fournier y el interés que ha generado entre los ‘chupasangre’ más adinerados del Viejo Continente. Y si a eso le añades que solo en media temporada ya es el jugador del club que más goles acumula del último siglo (en un curso) y que su condición de cazador de gatillo fácil está teniendo también un efecto constatable en el devenir deportivo del equipo, que ahora mismo es líder de la Ligue1 -algo que no había conseguido nunca en los dos últimos años-, uno puede entender fácilmente el motivo por el cual ‘Lacaze’ es visto hoy como el mejor solista que ha pisado Gerland en muchísimo tiempo, al menos desde que un tal Karim Benzema decidiera cambiar de orquestra para tocar en auditorios más pomposos.
¿RECUPERACIÓN O ESPEJISMO?
Más allá de la vorágine de goles que llevan su sello, hay otro motivo de peso por el que los hinchas del OL sienten una gran predilección por su nueva perla. Alexander es un chico de la casa. Descendiente de familia guadalupana, el tipo lleva con la camiseta de la entidad desde que tenía 12 años, por lo que no es difícil imaginar de qué color visten sus genes. Compañero de promoción a escala nacional de los Antoine Griezmann, Kalidou Koulibaly, Gaël Kakuta o Francis Coquelin (con los que configuró la columna vertebral de les bleus en el Mundial sub20 de Colombia de 2011, en el que quedaron semifinalistas), Lacazette quemó su etapa formativa pegado a la línea de cal, como proyecto de extremo a la vieja usanza. Sin embargo, y a medida que iba asentándose en el primer equipo lionés, al joven le fueron cayendo las capas hasta devenir en una especie de segundo punta con mucha más presencia en el área, tan capacitado para servir centros a sus compañeros como para acabar él mismo las jugadas. Un ariete de poca estatura que, sin embargo, ha sabido suplir su déficit físico con finura en el gesto y descaro en la definición.
Esta metamorfosis le ha sentado de maravilla tanto al propio jugador –sirvan los números goleadores de este curso como prueba- como, ya lo habíamos adelantado, a la institución de Aulas, que hacía tiempo que no se sentía lo suficientemente fuerte para fijarse el objetivo del título liguero a final de curso. Después de vivir su mejor época histórica (en la que entre otros méritos se registró el de ganar siete ligas consecutivas), el club cayó en un pozo profundo de pesimismo del que huyó todo aquel que pudo. Y a parte de su derrocamiento interno, la decadencia del OL todavía se ha visto más agravada por otros factores emergentes en Francia, como los proyectos multimillonarios que se han llevado a cabo en París y Mónaco, la irrupción momentánea de campeones como el Montpellier en 2012 o, en última instancia, la llegada de Marcelo Bielsa a Marsella, otra ciudad hoy venida a menos en lo futbolístico.
Tan preocupante era la prolongada mala salud de los proyectos deportivos del conjunto lionés como la falta de un futbolista estelar que se atreviera a engrandecer el legado que dejaron a lo largo de una década los Sonny Anderson, Juninho Pernambucano, Florent Malouda o Karim Benzema. La venta de este último durante el verano de 2009 puso un punto y a aparte en Gerland. Ni el afanoso Lisandro López, quizás el mejor jugador del equipo durante este último periodo opaco, consiguió eliminar del todo esa sensación de falta de referentes.
Hasta que apareció Lacazette, explotó en su faceta goleadora y retornó la ilusión entre la hinchada de Lyon. Es difícil pronosticar si a los de Fournier les bastará con eso para mantenerse al frente de la tabla, pues aún queda mucho por jugarse y todo apunta a que el presente campeonato francés será de los más disputados del último lustro. Pero más fácil es saber que si se impone la lógica y el OL vende en breve a su nueva reliquia para hacer caja, esta recuperación del club correrá el riesgo de quedarse en un espejismo. La última palabra, como de costumbre, la tendrá Jean-Michel Aulas. El teléfono de Venditelli seguirá sonando con empeño, de eso que no le quepa la menor duda.