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Odio eterno al parón moderno

Los parones de selecciones nos cortan el rollo, está ahí para interrumpir el fútbol de clubes pero en el fondo puede que sean más beneficiosos de lo que parecen

Los parones de selecciones no me gustan, quizá sea fruto de que me estoy haciendo mayor y tan solo me convencen los grandes torneos donde hay seriedad. Ya no son esas 12 horas del sábado y domingo postrado en el sofá, o delante del ordenador, viendo un partido tras otro. Ya no estamos para tonterías. Ahora lo único que evita que me descentre son los grandes partidos y las mayores inmundicias, no estamos hechos para medianías. Necesito un partido del Mundial o un duelo clasificatorio entre Bhután y Maldivas, todo lo que hay en medio entre una cosa y la otra carece de mi interés.

Como he dicho antes, estoy en el barco de todo aquel que asume con pereza los parones de selecciones, pero en cierto modo los considero necesarios. En primer lugar, para que desconectemos todos aquellos que vivimos sondados al balón. Y en segundo lugar, me parecen muy útiles para todas esas selecciones que ocupan los últimos puestos en los rankings de la FIFA. Habrá quien vea un Inglaterra-Kósovo, Portugal-Luxemburgo, Países-Bajos-Bielorrusia, Dinamarca-Gibraltar, España-Islas Feroe o un Francia-Andorra como auténticas pérdidas de tiempo. Todos estos partidos son reales, forman parte del clasificatorio para la Eurocopa de 2020.

 

“Estoy en el barco de todo aquel que asume con pereza los parones de selecciones, pero los considero necesarios”

 

Y sí, es posible que no sean los partidos que todo el mundo desearía ver, pero para las selecciones más débiles es oxígeno. Quizá hoy, en 2019, España le meta diez goles a Islas Feroe, pero posiblemente en 2021 le haga ‘tan solo’ seis goles y quizá en 2023 la renta sea mínima. En los últimos Mundiales, Eurocopas o Copas Asia estamos observando cómo a las que han sido consideradas históricamente como las mejores selecciones del mundo cada vez les cuesta más ganar los partidos ante países donde apenas hay tradición futbolística. Para que Luxemburgo tuviera la capacidad de empatar con Francia, la actual campeona del mundo, antes tuvo que llevarse una goleada tras otra. A base de goleadas y resultados bochornosos se aprende, pero sobre todo se aprende jugando contra los mejores.

Por eso mismo, sería todo un error que estos clasificatorios dividieran por un lado a los equipos más potentes y por otro a los más débiles. De esa manera un país como Islandia, por ejemplo, no estaría donde está. Sin embargo, a nivel de clubes las distancias entre los equipos históricos, o los que más dinero tienen a día de hoy, es mayor. El fútbol de selecciones cada vez se está volviendo más democrático en ese sentido, la globalización de este deporte ha hecho que el nivel aumente en todos los rincones del planeta. La única forma de que el fútbol aumente de nivel en Bhután es que se lleve un 14-0 de Omán, así irán mejorando su fútbol base, sus terrenos de juego y para el próximo partido saldrán a recibir menos goles. Las grandes selecciones no han bajado su nivel, lo que está ocurriendo es que el resto de países donde este deporte era algo residual están evolucionando.