Fue por el mes de diciembre cuando conocí a un steward de Prenton Park, el campo del Tranmere Rovers. Bueno, realmente me paró en mi camino pensando que me había colado en el estadio. Aclaramos el percance, me acompañó a la zona de prensa y se gestaron los inicios de nuestro vínculo. A partir de entonces se aproximaba a mi zona en el descanso de cada partido y nos contábamos como nos iba la vida. Nació en Reading, pero creció en el noroeste de Inglaterra y es fan del Burnley. No obstante, en cada entretiempo del partido de turno del Tranmere, y siempre que coincidieran por horario, su primera pregunta era la misma: ¿Cómo va el Leicester? El año del Leicester acaba siendo una cosa que envuelve a todos. Es el sueño que casi todo el mundo tuvo y casi nadie vivió. Todos queremos ser el Leicester. El steward del Tranmere Rovers y aficionado del Burnley, obviamente, también.
En general, las historias más recordadas se han hecho a base de olvidos. De pequeños engranajes que un día fueron pieza indispensable y que, en el mejor momento, solo conservan sentido al girar en el ostracismo. Él fue algo de esto. Cuando hace dos temporadas el Leicester ascendía con solvencia a la máxima categoría, participó en 23 partidos del equipo. Anotó tres goles a sus 32 años y se erigió en un notable miembro de rotación de la plantilla. La pasada campaña jugó en Premier League con los ‘foxes’. Y hace unos meses, mientras un steward me cogía por la espalda en Prenton Park, él estaba allí. Gary Taylor-Fletcher se gana hoy la vida jugando en quinta división.
Cierto es que en su estancia por Leicester los años de plenitud de Taylor-Fletcher ya habían pasado. Estos fueron en el Blackpool, club donde vivió el mejor futbol de su carrera y con el que debutó en Premier League. Lejos de su imaginación estaba ese día cuando se hinchaba a goles con el equipo del instituto mientras se sacaba el bachillerato. Su entrenador le sugirió que quizás era el momento de cuidarse de si mismo y jugar en algún sitio de mayor nivel. Gary le hizo caso, cogió un teléfono y llamó al Nortwich Victoria, equipo cercano a su localidad natal Widnes, para preguntar si podría probar con los reservas. El club militaba entonces en el quinto eslabón del futbol inglés. El inicio fue explosivo: jugó dos partidos y lo subieron a la primera plantilla. Con los mayores anotó 16 goles en 20 jornadas y empezaron a llover ofertas por un joven de 18 años que deslumbraba. Empezó aquí un viaje por todas las categorías profesionales del futbol inglés. Corría el año 2001 cuando se fue cedido al Hull City, y entre cesiones y traspasos vistió las camisetas de Leyton Orient, Grays Athletic, Dag & Red, Lincoln y Huddersfield. Y aún le quedó tiempo para cambiarse el nombre. Hasta entonces bautizado como Gary Fletcher, decidió, en una arrebato romántico, añadir a su apellido el de su mujer Viv Taylor después de casarse. Esos fueron los inicios, ya con todas las letras, de la historia de Gary Taylor-Fletcher.
UN HISTÓRICO DEL BLACKPOOL
En 2007 se unió a la propuesta de un Blackpool recién ascendido a Championship. El atacante ostentaba entonces una escalada inapelable, ascendiendo tres categorías en seis años. Con el tiempo evolucionó a un jugador versátil en la parcela ofensiva, hábil y eficiente, capaz de jugar por fuera y por dentro. Seis temporadas y más de 200 partidos contemplan la huella del que es un jugador histórico del Blackpool. Se ganó en el verde el derecho de ser una de les espadas del proyecto de Ian Holloway que, en 2010, llevó la ciudad de Blackpool a la Premier League por primera vez. La llegada a la cima fue la culminación definitiva de una ascensión de 11 años de un jugador que no tuvo la oportunidad de formarse en ninguna academia, y dibujó su futuro con mucho sudor y algunos goles. Se consagró como leyenda anotando el primer gol tangerine en la máxima división y, a día de hoy, Gary puede presumir de haber perforado redes en todas las categorías profesionales del futbol inglés.
Aquel Blackpool descendió la misma temporada, un paso fugaz que no restó orgullo al futbolista. En una entrevista a The Sun confesó que ni se podía creer estar jugando con los mejores futbolistas del mundo cuando, años atrás, “ganaba 300 libras a la semana en el Nortwich Victoria”. Working-class hero. Se llevaron los tres puntos en los dos partidos contra el Liverpool, su equipo de la infancia, y les marcó un gol en casa. Conserva además el honroso título de ser el último futbolista en batir Edwin Van der Sar en Old Trafford. Seis goles en 31 partidos fueron sus registros ese año, el preludio de dos más que pasaría pateando balones de Championship en Bloomfield Road.
El fin de su romance con Blackpool fue algo brusco. En 2013 no consiguió llegar a un acuerdo para renovar el contrato con el club, que solo le ofrecía un año más. “Cuando estás mucho tiempo acabas desgastado, necesitas aire fresco”, reconocía en una entrevista. Probablemente con lo que no contaba era que nadie le presentara una propuesta convincente. Taylor-Fletcher vivió uno de los peores momentos de su carrera al no encontrar equipo. “Mucha gente cree que la vida de los futbolistas es fácil, y la realidad es que solo los de Premier y algunos de Championship pueden olvidarse de trabajar más en su vida”, confesó al Daily Mail. Con la liga ya empezada, apareció el Leicester en forma de bote de rescate. Era la temporada 2013/2014 i Nigel Pearson había construido un sólido bloque para abordar el ascenso. Jugaban en aquel equipo nombres como Kasper Schmeichel, Wes Morgan, Danny Drinkwater, Riyad Mahrez o Jamie Vardy, entre otros supervivientes del equipo actual. Levantaron el título dejando en los registros un total de 102 puntos y 31 victorias, cifras históricas en East Midlands. Gary intervino mayoritariamente des del banquillo, pero se convirtió en un recurso de gran valía para Pearson. Su rendimiento le valió para una renovación automática. Fue el principio del fin en el King Power Stadium.
La llegada de ese final se sostuvo por algunas razones de peso. Literalmente, en este caso. Con el paso de los años Taylor-Fletcher evolucionó hasta ser un jugador corpulento, de barriga discreta pero innegable. Quizás el tema fue que, hasta entonces, este hecho solo había estado al alcance de algunos ojos selectos, ávidos en degustar futbol de culto. En la Premier, Gary volvía a estar a ojos del mundo. Jugó su último partido con los ‘foxes’ la pasada campaña en Stamford Bridge, segunda jornada de liga. Entró de suplente y nada pudo hacer para remediar el 2-0 que los de Mourinho les endosaron. Sin embargo, su impacto en el partido lo marcó la imagen de un futbolista claramente pasado de forma, que fue objeto de crítica y sátira en todo el mundo. Causó estragos en Twitter y dejó patente que entonces quizás no disfrutaba de una disposición óptima para competir a ese nivel. El Leicester trabajó en su salida y finalizó la campaña con dos cesiones insulsas en el Milwall y el Sheffield Wednesday. Agotó su contrato y quedó libre.
“Empecé desde abajo, y no me importaría volver allí si se me presenta una buena oferta”, confesaba Taylor-Fletcher. En esa tesitura emergió el pasado verano el Tranmere Rovers, un histórico en horas bajas que aspira a ascender a cuarta división. Allí, con 34 años, apura los últimos resoplidos de una larga carrera, que ahora combina con su vinculación en una escuela de formación de chavales.
No fui a Prenton Park en Navidades y no pude volver hasta febrero. Llegué, dejé mis cosas, y mientras me jodía de frío antes de que empezase el partido me visitó el steward. “No viniste contra el Torquay”, recriminó. Me excusé contándole que me había sido imposible. “Pues te perdiste el golazo de Taylor-Fletcher. What a stunner!”, exclamó con la pasión de un fan del Burnley en Tranmere. Yo no dudé en mi respuesta: “Estoy seguro que dará muchas alegrías por aquí”. En las últimas semanas de competición, Taylor-Fletcher no ha sido ni titular en los Rovers. Y mientras Gary se embarra en los pastos de la Inglaterra profunda, sus excompañeros de vestuario escenifican una apología en contra del futbol moderno produciendo admiración internacional. En la historia, no hay sitio para todos.