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Mi próximo Modo Carrera será con el Stade de Reims

Will Still empezó jugando al Football Manager y hoy, a sus 30 años, ha traspasado el portal para dirigir en el fútbol de élite. Y sin el título de entrenador en su curriculum

Un patrón habitualmente reproducido en los anuncios televisivos de videojuegos subyace en la idea de sentir el juego como una experiencia real, el gamer inmerso en un universo paralelo desde su propia habitación. A veces de fantasía, otras de caos. El Call of Duty pretende hacerte sentir en la guerra, el GTA como un criminal convertido en antihéroe y el Assassin’s Creed como un camarero secuestrado, transportado a la época de la Tercera Cruzada. La evolución de la tecnología ha permitido acercar al máximo esta idea vendida con la aparición de las gafas de realidad virtual, que engañan a nuestro cerebro mediante imágenes 3D. Aunque la moda no ha durado demasiado. Sin embargo, hay un tipo que se ha pasado el juego, literalmente. Will Still empezó jugando al Football Manager, un simulador de gestión de un equipo de fútbol, y hoy, a sus 30 años, ha traspasado el portal a la dimensión del fútbol de élite. Sin el título de entrenador en su curriculum, dirige al Stade de Reims, es el entrenador más joven de las cinco grandes ligas y se mantiene invicto en la Ligue 1. Al estilo Jumanji, pero sin la voluntad de regresar al mundo anterior.

Cuando juego al Modo Carrera en el FIFA lo que menos me importa son los partidos. Mi deleito se lo lleva el show, creerme una mezcla del mejor Guardiola, el Ferguson más querido y el Mourinho de grandes polémicas. Las animadas historietas del avatar que he creado con mi nombre -siempre algo más guapo de lo que el espejo expone cerrando fichajes, en ruedas de prensa o saludando a los mejores jugadores antes de los encuentros. Poder tutear a Cristiano e imaginar que Messi sabe quién soy. ¿Qué hay más satisfactorio que soñar? Que la ensoñación se torne palpable. Reconozco cierta envidia hacia el bueno de Will Still. Debutó como interino en el Reims, empatando ante el conglomerado astral que conforma el PSG, y se reafirmó en el cargo gracias a su imbatibilidad en liga, la cual perdura. ‘Aún’, como traduce su apellido.

Oriundo de Bélgica, su corta carrera es un periplo que arrancó en las inferiores del Preston North End y prosiguió en su país natal, haciendo escala en Reims, donde volvió para demostrar su valía. La curiosidad recae en que rara vez había ejercido como primer entrenador. Cinco de los seis equipos que han visto a Will vestir su chándal lo tenían contratado como asistente. Solo logró el puesto de técnico en el Beerschot, un equipo de la generación Alfa nada acostumbrado a la primera división belga, del que le cesaron por no tener el correspondiente burocrático título de entrenador. La “Licencia UEFA A”. Nadie explica eso en el Football Manager.

 

Los malos resultados en los albores de la temporada provocaron el cese de Óscar García al frente del Reims, y Still ocupó su asiento sin el título de entrenador. Un incidente que provoca el desembolso de 25.000 euros por partido a la federación francesa en concepto de multa

 

Pero el Reims se mantiene inmutable ante dicha cuestión. Coloquialmente: se la trae al pairo. El conjunto francés examinó en secreto los tejemanejes de Still. El método de entrenamiento, el denuedo que propaga y la destreza para exprimir el máximo de sus jugadores encandilaron con babeo a los ojeadores rouges et blancs y le ofrecieron el puesto como segundo entrenador en 2021. Aceptó, pero el Standard de Lieja llamó a sus puertas poco después, también como número dos. Y tras una campaña, volvió a Francia en verano. Los malos resultados en los albores de la temporada provocaron el cese de Óscar García al frente del Reims, y el zagal Will Still ocupó su asiento sin la titulación pertinente. Un incidente que provoca el desembolso de 25.000 euros por partido a la Federación Francesa de Fútbol en concepto de multa. Van ya 400.000 en total y se estiman otros 300 de los grandes al término de la temporada. No sé si los números económicos cuadran, pero los clasificatorios lo bordan. Desde su nombramiento van 16 partidos seguidos sin conocer la derrota en liga y un relevante ascenso en la tabla. Aun así, la humildad sigue intacta en un negocio lleno de pueriles saltimbanquis e hipocondriacos zafios. Un adulto equilibrado supone una feliz anomalía en los tiempos que corren. Él no es él sin su grupo, y su trabajo es inane sin la gente que le rodea.

En Reims hay dos estatuas: la de Luis XV y la de Juana de Arco. Will Still, al menos, ya merece un busto. Las gráficas apuntan que su rendimiento irá in crescendo y que el equipo galo seguirá otro año bregando en la máxima categoría de su país. Un idilio que solo quebrará si reaparece el amor de su infancia, ese que te hace caso omiso en tu niñez y retorna en tu búsqueda años después, en tu mejor momento y con otra pareja. “El niño que hay en mí, que pasó tantas horas convirtiéndose en uno de los mejores entrenadores del mundo en el Football Manager, me dice que me aferre al sueño de entrenar al West Ham, el club de mi corazón”, confesó Still para The Coache’s Voice.

Le voy a enviar este artículo a mi madre para que me deje jugar tranquilo a la PlayStation. Mamá, ni se me va a poner cara de pantalla, ni se me va a atrofiar el cerebro, ni tampoco puedo pausar una partida online para poner la mesa. Los gritos a la tele no son en vano, los goles celebrados son consecuencia del trabajo y los mandos rotos solamente son fruto de esquemas tácticos fallidos de un tipo que busca la perfección, aunque el orden de mi habitación te diga lo contrario. “Ni que estuvieras en la final de la Champions”. Ay, mamá. Quizás algún día yo también encuentre un portal interdimensional en mi habitación y sea tan bueno jugando que no tenga que crearme un avatar agraciado y elegante porque sea el propio videojuego quien lo engendre. Will Still es la escusa perfecta de mi procrastinación.

 


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Fotografía de Getty Images.