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Viaje a los orígenes de Luis Díaz

Luis Díaz cambió la cara del ataque del Liverpool antes de que la vida le diera un vuelco con el secuestro de sus progenitores. En este reportaje del #Panenka122 retrocedíamos hasta sus orígenes, en el corazón de una comunidad indígena


Fue una de esas revelaciones que casi nadie ve venir. Con Sadio Mané reposicionado como nueve, antes de abandonar definitivamente el club, la banda izquierda del Liverpool pasó a ser propiedad de un tal Luis Díaz (Barrancas, 1997), un colombiano de orígenes indígenas cuya explosión fue tan repentina como sinuoso ha sido su camino. Estos últimos días, sin embargo, la vida del extremo ha dado un vuelco hacia el lado opuesto con el secuestro de su madre (ya liberada) y su padre por parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia. En este reportaje original de SOFOOT que publicamos en octubre de 2022, se repasaban precisamente con su progenitor sus comienzos y cómo su familia lo ayudó en su ascenso a la élite. 


 

Uno de los preceptos más comunes del fútbol es que un jugador recién llegado necesita un periodo de adaptación para aclimatarse a un nuevo entorno, a un nuevo estilo de juego. Luis Díaz ha hecho saltar por los aires esa suposición. Hiperactivo, desequilibrante, valiente, incluso “hipnótico”, como lo definió Rio Ferdinand, pasó del Oporto al Liverpool en los últimos días del mercado de invierno de 2022 para inmediatamente transformar el fondo y la forma del ataque de los ‘Reds’. Pocas semanas después de firmar, el 27 de febrero de 2022, el delantero colombiano fue escogido MVP en la final de la Carabao Cup, ante el Chelsea, como artífice principal de la victoria de los suyos. ¿Y qué decir de su actuación en el campo del Villarreal, en la vuelta de las semifinales de la Liga de Campeones? Su entrada al descanso, cuando el Liverpool perdía por 2-0, supuso la metamorfosis de su equipo, que remontaría en los siguientes 45 minutos (2-3). “Cuando un jugador llega a un club, no hay que esperar milagros instantáneos, pero eso es exactamente lo que él va camino de conseguir”, le ensalzaba su técnico, Jürgen Klopp, que no tuvo más remedio que desplazar a Sadio Mané hacia un rol de nueve para hacer sitio en el flanco izquierdo del ataque al nuevo ídolo de la Kop. Así lo haría en la final de la Champions League que perdieron ante el Real Madrid.

“En mi vida solo he visto a tres jugadores causar un impacto tan potente e inmediato: Kevin Keegan, Kenny Dalglish y John Barnes”, se entusiasma el cantante Peter Hooton, hincha de los ‘Reds‘ y efímero número uno de las listas británicas con la banda The Farm en 1991. “Luis Díaz se sienta a esa mesa. No sé cómo se comunica con los demás, pero parece que se ha empapado de la cultura y los valores del club. De hecho, da la impresión de que lleva ya varios años aquí”, añade.

 

Fue el padre de Luis quien pulió su talento, en una zona por la que nunca aparecía ningún ojeador. En aquel tiempo, estaba ya seguro de que su hijo llegaría a ser lo que él nunca fue: un jugador profesional

 

“NUNCA HA PASADO HAMBRE”

Una ciudad desconocida en el corazón de una provincia pobre y olvidada, a años luz de Inglaterra. Así se puede describir Barrancas, al este del departamento de La Guajira, lugar de nacimiento de Luis Fernando Díaz Marulanda. Encajada entre Venezuela y Sierra Nevada de Santa Marta, La Guajira es tierra de vallenato (el género musical tradicional colombiano) y de minas de carbón a cielo abierto. Es también una región habitada por un 48% de indígenas wayuú, la etnia más numerosa de Colombia. “Los wayuú han sido calificados como pueblo en peligro de extinción a causa del calentamiento global y la proliferación de explotaciones de carbón por parte de multinacionales, factores que hacen que su territorio sea cada vez más hostil. El Gobierno no hace nada, más allá de mover a los indígenas para permitir que se construyan las minas”, explica Juan Pablo Gutiérrez, delegado internacional de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).

Se trata de un lugar árido y de difícil acceso, históricamente maltratado por los poderes públicos locales, pero que Luis Díaz ha puesto hoy en el mapa. Un motivo de orgullo para su padre, Luis Manuel Díaz, que habla de su hijo como alguien “muy prudente, inteligente y disciplinado”. Cuando no estaba en el sofá viendo compilaciones de su ídolo Ronaldinho, el pequeño ‘Lucho’ cruzaba la calle para tratar de imitar los movimientos del crack brasileño en el campo de tierra donde su progenitor tenía una escuela de fútbol. “La cancha de Barrio Lleras, que hoy todo el mundo en Colombia conoce, era un lugar sagrado para Luis: allí pasaba las horas chutando todo lo que encontraba: botellas, trapos de cocina…”, rememora Didier Paz, fisio de la selección indígena de Colombia y autor de un libro sobre la carrera del jugador.

Luis Manuel Díaz se enorgullece de haber transmitido a su descendiente algunas de sus cualidades. “El regate, el desequilibrio, la técnica, el instinto goleador…”, enumera, antes de aclarar que ‘Lucho’ tenía, sin embargo, “algo especial”. Ese talento distinto fue el que su padre pulió en secreto en ese campo repleto de piedras en el que es preferible jugar por la mañana temprano o entrada la noche para esquivar la canícula. En aquel tiempo, estaba ya seguro de que su hijo llegaría a ser lo que él nunca fue: un jugador profesional. El problema era conseguir que el talento de ‘Lucho’ brillara más allá de las fronteras de La Guajira, pues por allí no aparecía nunca ningún ojeador.

Todo lo contrario que Juan Pablo Gutiérrez, presente entonces, aunque hoy exiliado en Francia por las amenazas de muerte recibidas a causa de su compromiso con los pueblos indígenas. “En su momento decidimos crear una selección indígena de Colombia. Nos dimos cuenta de que todos los jóvenes de estas poblaciones estaban locos por el fútbol”, explica, nueve años después, en un café parisino. Su objetivo era usar el deporte rey como medio de promoción de la causa indígena y “mostrar que los pueblos amerindios tienen algo más que ofrecer que plumas y trajes tradicionales”. Un proyecto mastodóntico, en un Estado que cuenta con cerca de 300 etnias distintas.

La ONIC organiza un campeonato en el que cada uno de los 32 departamentos del país hace una criba para enviar a sus mejores jugadores indígenas a Bogotá, donde se disputa la fase final. Precisamente, el padre de Luis Díaz fue designado seleccionador de La Guajira. Al elegir entre sus pupilos, se encontró pronto con un problema de peso: su selección tenía que estar compuesta por jugadores puramente wayuú; el problema era que, genéticamente, ‘Lucho’ no lo es del todo. “Tenemos más o menos raíces wayuú, nuestros ancestros formaban parte de una tribu, pero Luis no lo es en sí mismo”, explica su padre. Se cae un mito. Tampoco es cierto que el ‘Flaco’ haya vivido en la pobreza. Es la realidad de algunos menores de La Guajira, epicentro de una hambruna infantil que ha matado al menos a 5.000 niños en una década, pero no ha sido la de Luis. “La Guajira no es rica, pero su padre siempre ha trabajado. He estado varias veces en su casa y puedo decirte que nunca ha pasado hambre. Si está flaco es porque así es su complexión”, atestigua su amigo de la infancia y excompañero de equipo Daniel Bolívar, que hoy trabaja manejando maquinaria en una mina.

 

Con 18 años, sorprendió al no responder a un adversario que le acababa de dar un golpe en la cara. “No hablo mucho, pero siempre respondo con el balón”

 

INDÍGENAS EN LA CIUDAD

Para poder disputar la fase final del torneo en la capital, el joven Díaz tuvo que certificar previamente sus lejanos orígenes indígenas. Fue la llave que con 16 años le permitió emprender el primer viaje del resto de su vida. El trayecto en autobús hasta Bogotá, de unas 20 horas, se financió a través de una rifa organizada por el padre del joven prodigio y el dinero aportado por algunos políticos oportunistas. Primer problema: al llegar a una de las capitales a más altitud del mundo, los chavales se resfriaron; un clásico, según cuenta Juan Pablo Gutiérrez: “Como no suelen viajar, al salir de su territorio, los indígenas piensan que en todos lados el clima es el mismo que en su casa”. Para algunos, además, era la primera vez que calzaban botas de taco.

luis díaz

Carlos Valderrama, nombrado seleccionador del combinado indígena de Colombia para atraer la atención mediática hacia ese primer campeonato interétnico, sonríe al recordarlo. El mítico ’10’ de los ‘Cafeteros’ detectó enseguida el talento del pequeño Díaz. “Los jugadores, cuando son ‘pelaos’ [jóvenes] muestran pronto de qué son capaces. Ese ‘pelao’ lo demostró desde muy joven. Me sorprendió desde el principio, y pensé: ‘este va a llegar lejos'”, explica el excentrocampista. Didier Paz, por su parte, se acuerda de miembros de aquel equipo que eran tan o más talentosos que el actual extremo del Liverpool: “Había por lo menos otros cuatro Luis Díaz en el grupo”. La cuestión es que ninguno de ellos tuvo la oportunidad de contar con el apoyo de Díaz padre, que se sacrificó para hacer realidad el sueño de su hijo. Y en cierto modo el suyo, de paso. “Somos una familia muy humilde y muy unida. Teníamos poco dinero, siempre tuvimos que luchar”, dice, conmovido, el progenitor. “Toda la familia trabajó duro para que Luis pudiera convertirse en futbolista. El hecho de que hoy esté donde está es una recompensa para todos”, explica. Sobre todo para él.

En aquella época, el patriarca hizo lo posible para que su hijo formara parte de la prestigiosa cantera del FC Barranquilla, un club satélite del Atlético Junior cuyas instalaciones se encuentran a más de seis horas por carretera de Barrancas. Nada que los desalentara: durante semanas, padre e hijo hicieron guardia ante las rejas del estadio. “Insistieron tanto que, al final, la gente del club acabó cediendo: ‘vale, nos lo quedamos’. En realidad, el único descubridor del talento de Luis es su padre”, sonríe Juan Pablo Gutiérrez.

En el sub-17 de los ‘Atuneros’, ‘Lucho’ fue relegado a la suplencia. “No tenía ninguna ayuda del club, y las cosas se complicaron, porque no tenía ingresos, vivía con su tío… Podría haberse dado por vencido”, asegura su colega de infancia Daniel Bolívar. Ante la falta de atención por parte de los dirigentes, Díaz decidió finalmente aprovechar la oportunidad y los minutos con la selección indígena. Volvió entonces a Bogotá, donde el equipo de Valderrama preparaba la disputa de la Copa América de los pueblos amerindios de Sudamérica. “Fue impresionante para nosotros estar en Bogotá con la selección”, rememora Bolívar, apodado entonces el ‘James wayuú’, cuando era considerado la única estrella del equipo. “Descubrimos todos los rituales del fútbol profesional: entrenamientos, dietas, la vida en el hotel… ‘Lucho’ era todavía muy pequeño, pero eso le marcó de por vida”, reflexiona.

 

Su padre hizo lo posible para que formara parte de la cantera del FC Barranquilla, un club cuyas instalaciones se encuentran a más de seis horas de Barrancas. Nada que los desalentara: durante semanas, padre e hijo hicieron guardia ante las rejas del estadio

 

Un choque de culturas que el preparador físico del equipo se encargó de atenuar aligerando la carga muscular y aeróbica. Hay que decir que la capacidad atlética de los jóvenes indígenas es excepcional. Acostumbrados a jugar durante horas a 35 grados, son rivales implacables. Los jugadores de Millonarios de Bogotá, club profesional por el que en su momento pasó Alfredo Di Stéfano, lo experimentaron en sus propias carnes. “Organizamos un amistoso contra ellos, y sus futbolistas se presentaron en el campo con los calcetines por los tobillos, como si aquello fuera un entrenamiento. Cuando vieron que nuestro equipo respondía a los golpes, fueron a ponerse sus espinilleras. Empatamos, 3-3”, recuerda aún hoy Juan Pablo Gutiérrez, miembro de la delegación indígena en aquel momento.

Unos días después, ‘Lucho’ y sus compañeros descubrieron las bondades de viajar en avión. Llegados a Santiago de Chile, la ciudad anfitriona de la primera Copa América de los pueblos indígenas, los seleccionados también conocieron el concepto de buffet libre. “Luis y el resto vienen de lugares en los que se vive con lo mínimo y donde hay algunas carencias. En el hotel en el que estábamos, había mucha comida. Así que algunos, incluido Luis, se comieron de golpe cuatro o cinco bocadillos del buffet. Nos vimos obligados a poner restricciones para que no pusieran en peligro su torneo”, recuerda Didier Paz. La anécdota hace sonreír hoy al entonces capitán, Daniel Bolívar, que también destacaba en la fila del self-service. Desde el comienzo de la competición, de hecho, pudo centrarse en la cantina, ya que se rompió la pierna en un terreno de juego con una superficie sintética anticuada.

En ausencia de su compañero de habitación, Luis Díaz asumió el rol de líder futbolístico del equipo, aunque no encarnaba aún ese protagonismo en el vestuario. Con 18 años, y sin haber recibido la más mínima formación previa, Lucho sorprendió a Didier Paz al no responder a un adversario que le acababa de dar un golpe en la cara. “No hablo mucho, pero siempre respondo con el balón”, diría. Así fue. Sobre el césped, una Colombia guiada por Díaz se quedó a un ‘ojo de halcón’ de levantar el trofeo. Un balón que cruzó la línea de gol no sería contabilizado, y la selección indígena colombiana cedería en la final ante sus homólogos de Paraguay. Pero no fue del todo una derrota para ‘Lucho’: al regresar a su país, el FC Barranquilla, convencido por lo visto en Chile, le volvió a abrir las puertas. Esta vez, la puerta grande.

TIBURONES Y DRAGONES

Hay citas con el destino que uno no debe dejar pasar. El 4 de mayo de 2017, el FC Barranquilla se enfrentó a su club matriz, el Atlético Junior, en la Copa de Colombia. Para Díaz, era la oportunidad de brillar contra el grande de la ciudad en el Estadio Metropolitano. No la dejó escapar. En el banquillo del Junior, su técnico, el uruguayo Julio Comesaña, quedó encandilado: “Luis completó un partido extraordinario, por la izquierda y por la derecha, demostrando toda su habilidad y su velocidad. Fue impresionante, especialmente viniendo de alguien sin experiencia. Así que decidimos que pasara directamente del Barranquilla a nuestro primer equipo”. Después de años de lucha, el extremo tocaba la gloria con sus dedos.

“Es otra prueba más de que el fútbol no se aprende como las matemáticas. Cuando alguien canta bien, se le envía al conservatorio para que aprenda solfeo, pero no sirve de nada darle clases de canto. Con Luis pasó lo mismo. No hizo el camino clásico en un centro de formación, pronto vimos que no tenía nada que aprender en lo que a fútbol se refiere. Solo había que conducir su talento natural”, teoriza Comesaña. Y ayudarlo a deshacerse de la última piedra en su zapato, el obstáculo que seguramente le habría cerrado las puertas de muchas canteras europeas: su físico de peso pluma. Para compensar los litros de sudor perdidos en cada partido bajo el calor de Barranquilla (en la ciudad natal de Shakira el mercurio raramente baja de los 35 grados), tenía que desarrollarse físicamente. Carlos Rolong, el médico del Atlético Junior, lo llenó de proteínas, carbohidratos y antioxidantes: “Necesitaba engordar”, admite el doctor, que recuerda que el jugador pesaba apenas 50 kilos antes de su tratamiento: “Es esbelto, pero tenía que ganar músculo para no deshidratarse y soportar la repetición de esfuerzos de alta intensidad en condiciones climatológicas extremas. El desafío era que aumentara su masa muscular sin que se resintieran su velocidad y su habilidad, que son sus cualidades principales”. Poco a poco, los kilos que iba ganando le permitían ser más fuerte en los duelos y multiplicar las carreras sin por ello desnaturalizar su juego ni perder su apodo, el ‘Flaco’.

Pronto se le quedaría pequeño el campeonato colombiano, que ganó con Junior en 2018. Ese mismo año, el club llegó a la final de la Copa Sudamericana. Para convencer a un futbolista que venía de su primera convocatoria con la selección, el presidente de los ‘Tiburones’ le ofreció un nuevo contrato, que incluía un coche y un apartamento. Demasiado tarde. Carlos Queiroz, entonces seleccionador de los ‘Cafeteros’, lo convenció para que firmara por el Oporto y siguiera los pasos de sus ilustres compatriotas Falcao, James Rodríguez y Jackson Martínez, que en su momento reinaron en Portugal. “Tengo muchas esperanzas puestas en que ‘Lucho’ alcance el máximo nivel de manera meteórica. Aprende rápidamente de sus errores. En ese sentido, me recuerda a tres grandes jugadores a los que he entrenado: Paulo Futre, Figo y Cristiano Ronaldo. Reinventa el fútbol, y tiene una cualidad poco común: la fantasía”, expresó Queiroz.

 

Antes de llegar al Atlético Junior pesaba 50 kilos. Poco a poco, el cuerpo que iba ganando le permitía ser más fuerte en los duelos y multiplicar las carreras sin por ello desnaturalizar su juego

 

Al regresar de la Copa América 2021 (esta vez la original), en la que selló una gran actuación, terminando como máximo goleador junto a Leo Messi, Díaz comenzó pisando fuerte su tercera temporada con la camiseta de los ‘Dragões’ (14 goles en 18 partidos de Primeira Liga). Por desgracia para su equipo, iba a acabar la temporada con otros colores. A finales de noviembre, paralelamente a un encuentro en Anfield correspondiente a la fase de grupos de la Champions, algunos representantes de los ‘Reds‘ preguntaron a Marko Grujic sobre el futbolista colombiano. “Les dije que era un gran tipo, que encajaría en cualquier grupo. Siempre se muestra positivo, de buen humor, es una gran persona”, resume el centrocampista del Oporto con pasado en el Liverpool. ¿Y si esa calidad destacada por el internacional serbio fuera en realidad innata?

Para explicar su rápida adaptación a la Premier League, Juan Pablo Gutiérrez no duda en adentrarse en el campo antropológico: “Su aclimatación al Liverpool es comparable a la que vivió al llegar a Bogotá desde la costa caribeña”, estima el portavoz de la ONIC: “Su integración en un colectivo ya rodado es propio de las poblaciones indígenas, impermeables al ego y al estrellato”. Esto último habrá que verlo, porque los cumplidos no dejan de lloverle. En su país, a pesar de la decepcionante final de Champions contra el Real Madrid, la ‘luchomanía’ está en su punto álgido. Cada noche, los telediarios dedican un espacio a repasar su día a día. Incluso un candidato presidencial, Fico Gutiérrez, se dejó caer por La Guajira, territorio abandonado por los políticos, para hacer un poco de propaganda y asegurarse el apoyo de la familia Díaz. Por su parte, Juan Pablo Gutiérrez espera que Luis Díaz le dé una asistencia a su comunidad. “Hasta ahora, no ha resultado de ayuda que sea el primer indígena que juega con la selección, ni que sea una estrella en el Liverpool. Aún no se le ha identificado públicamente como ‘jugador indígena’, sino simplemente como colombiano. El día que muestre su identidad, realmente hará avanzar nuestra causa”.;

 


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Fotografía de Getty Images.