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Lionel, ya puedes llorar tranquilo

Hay héroes más vistosos que otros. Algunos son más mediáticos y otros no buscan reconocimiento alguno. Esta Argentina tiene muchos, pero no todos llevan capa

Adivina, adivinanza. Se llama Lionel y debutó en el Newell’s Old Boys. Dejo tres segundos para pensar. Uno, dos, tres… Los que habéis dicho Messi, vais directos a recuperación. Él solo jugó en las inferiores del equipo rosarino. La respuesta correcta es Lionel Scaloni, seleccionador argentino, bendecido por su tocayo, con el que comparte la etiqueta de héroe nacional tras el Mundial de Catar. Sin experiencia alguna dirigiendo un banquillo profesional, ganó la Copa América en 2021 con Argentina y se acaba de convertir en el técnico más joven en ganar un Mundial.

Su meteórico inicio de carrera como entrenador retrotrae a la de uno de los mejores de la historia: Pep Guardiola. Argentino y catalán lo ganaron todo -cada uno en su ámbito- en los albores de su trayectoria. Ambos venían de entrenar al filial del equipo con el que hicieron historia. En Barcelona, Laporta confió en un jóven entrenador sin garantía alguna de éxito. En Argentina, Claudio Tapia hizo lo propio con Scaloni. Una suerte que comparten sus logros es la de poseer el mismo comodín determinante: Leo Messi eleva exponencialmente las oportunidades a todo, pero saberlo rodear, explotar al máximo sus virtudes y hacerlo sentir a gusto, nunca ha sido tarea fácil. Otro aspecto en común entre los caminos de ambos técnicos fue la renovación generacional de jugadores que realizaron al llegar. Igual que Guardiola se deshizo de Deco y Ronaldinho, Scaloni solo mantuvo a nueve de los 23 convocados del Mundial de Rusia de 2018. Los Busquets, Pedro y Piqué de aquel Barça, son los Enzo Fernández, Julián Álvarez y Montiel de ahora. Un gran laburo que obtuvo frutos muy rápido. Guardiola consiguió el primer sextete de la historia del fútbol en su primera temporada en Barcelona, y Scaloni ha vuelto a ilusionar a los argentinos, ha ganado la tercera, ha sido campeón mundial, 36 años después. Aquel llanto de Pep en el Estadio Jeque Zayed de Abu Dabi tras ganar el Mundial de Clubes frente a Estudiantes de la Plata es el mismo que no pudo aguantar Scaloni tras ganar la final del domingo pasado. Un llanto de emoción, pero también de alivio. Algo que llevaban dentro desde hace semanas, pero no se atrevían a soltar.

El oriundo de Pujato ha visto modificado su palmarés, pero su humildad sigue intacta. La metafórica luz que emiten los focos mediáticos le molesta, como cuando el coche que tienes de frente va con las largas puestas. Él prefiere una luz más tenue. Delegar protagonismo. Pero es injusto. Poca gente es consciente del valor real de lo que ha conseguido Lionel Scaloni. Un tipo que decidió subirse a un coche, destrozado a base de golpes y sin ninguna salvaguardia de ser recuperado a corto plazo. Realmente, él estaba de paso. Era el peón que conducía la transición entre Sampaoli y Dios sabe quién. La gente lo tomaba como ese precario automóvil que te prestan en el taller mientras están arreglando el tuyo. Pero no, sin alzar la voz, Scaloni pasó de ser un coche de segunda mano a piloto de Fórmula 1.

 

El técnico de Santa Fe ha tenido el mejor apoyo posible desde el primer momento. Sus pupilos, sus soldados, sus jugadores. Van a la guerra por él. “Si ahora son las diez de la mañana y Scaloni nos dice buenas noches, para nosotros es de noche”, comentó De Paul en Telefe

 

No tiene culpa de nada y a la vez tiene culpa de todo. De todo lo bueno. La presión con la que se vive el fútbol en Argentina, sobre todo tras una rocambolesca década sin títulos y finales perdidas, hace que el margen de error sea mínimo. Las críticas brotan como las malas hierbas. Desde Libermann a Maradona, qué fácil era meterse con Scaloni. Unas hierbas que puedes arrancar, pero que cuando te descuidas, han vuelto a crecer. Y su problema no es solo estético. Las críticas pueden hacer que todo tu césped se vaya al garete. Se dispersan con facilidad, poseen una gran persistencia, compiten por el agua con las plantas y disminuyen el rendimiento del cultivo, el equipo. Pero no, Scaloni ha sido el herbicida perfecto, ha eliminado lentamente a todos y cada uno de sus detractores de la manera más elegante posible, en el terreno de juego. “El problema es que mañana se crea técnico y quiera ir al Mundial. No, Scaloni, vos podés ir al Mundial, pero al Mundial de Motociclismo. No sabe ni dirigir el tráfico”, dijo Maradona desde Sinaloa. Y no es sencillo contradecir a la palabra de D10S.

Pero el técnico de Santa Fe ha tenido el mejor apoyo posible desde el primer momento. Sus pupilos, sus soldados, sus jugadores. Van a la guerra por él. “Si ahora son las diez de la mañana y Scaloni nos dice buenas noches, para nosotros es de noche”, comentó De Paul en Telefe. El grupo que ha sabido crear ha devenido un factor relevante para llegar al clímax futbolístico. Una camada que acaba de llegar a la cima y quedará para la historia. Incluso Messi, siempre exigente con sus entrenadores, ha bautizado a Scaloni como el elegido. Un Lionel ha hecho historia gracias al otro, y viceversa. Es el tándem perfecto, y todo indica a que su idilio se prolongará un tiempo más. Cada segundo será oro.

Como enunció Gandalf en el Señor de los Anillos: “No os diré no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas”. Pese autodeclararse un ser emocional, Scaloni ha demostrado una serenidad pasmosa en esos momentos donde la tensión se apoderaba de los corazones de millones de argentinos y la presión retumbaba en la cabeza de sus jugadores. Pero ha decidido tomar el camino más inteligente. Heideger decía de la serenidad que era la capacidad para abstenerse de la natural dispersión del hombre en las cosas del mundo y evitar así el dejarse llevar por todo lo que nos promete terminar siendo como dioses. Y así ha acabado, como un Dios. Ahora sí, Lionel, ya puedes llorar tranquilo.

 


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Fotografías de Getty Images.