Cuando descubrimos la historia de Antonio Durán -descubrir en el sentido menos presuntuoso del término, pues el periodista Jordi Sunyer ya había escrito sobre él en su blog (en catalán) que alberga el Diari ARA-, lo primero que valoramos fue la idea de contactar con algún periodista sueco para que realizara el reportaje. ¿Ex futbolista español reconvertido a pionero entrenador de éxito en la Suecia de mediados de los sesenta? Mejor no arriesgar…
Hasta que en un ataque de lucidez extrema, casi divina, alguien tuvo la genial idea de contactar con alguien de su familia. ¿Difícil? No para el freelance más infravalorado del planeta: Google. Un prefijo para llamar a Estocolmo, un apellido en español y a probar suerte. Tras algunos intentos fallidos -desde aquí queremos pedir perdón a todos los habitantes de Suecia a quienes hicimos levantar de la mesa a medio plato de albóndigas-, dimos con el teléfono de su hijo, quien a su vez nos facilitó el de su madre, Ulla, a la postre el testimonio a través del cual pivota el reportaje que se puede leer en el Panenka#17, correspondiente al mes de marzo.
Antonio, en el cielo de Malmoe
La entrañable Ulla, octogenaria viuda de Durán, repasó para Panenka la vida de su marido, a la vez que nos puso en contacto con el ahora entrenador Roland Andersson, “uno de los muchos jugadores que tuvo Antonio en el Malmö FF y que sigue acordándose de mí por Navidades”. Pero la amabildad de Ulla no acabó aquí. Movilizó a su hija, Carmen, para que escaneara todas las fotografías de su padre en su etapa como técnico del conjunto sueco. A los pocos días, varios recortes de periódicos, extractos de reportajes en papel y fotografías inéditas de Antonio Durán empezaron a desfilar por nuestra bandeja de entrada. Imágenes que, si bien no pudimos publicar en la revista por su escasa resolución, sí queredemos hospedar en este modesto rincón. Ni que sea para recompensar el esfuerzo de aquel escáner de Akersberga a quien una familia hispano-sueca puso en marcha una fría tarde de marzo.