Avisó Borges que era mejor no hablar si no iba a mejorarse el silencio y muchos años después emergió un chico chupado como un cigarrillo para aplicarse el cuento y darle la razón al maestro.
Desconocemos cómo, cuánto y con quién habla Rodrigo Hernández Cascante, pero sí sabemos que juega al fútbol, y que sus movimientos en un terreno de juego se balancean sobre esa fina línea que separa la insinuación del acontecimiento. Cauteloso, casi a susurros, el mediocentro del Atlético avanza en los partidos como si no quisiera estorbar a nadie. Como si su fútbol nunca llegara a producirse. Sucede que sus acciones, todo ese cúmulo de gestos mínimos que uno podría tener en la palma de la mano sin notar el peso, admiten una segunda lectura cuando los pasamos por el filtro de la estadística.
Y es entonces cuando confirmamos que sí, que Rodri ha vuelto a ocurrir.
En el duelo de este sábado que el conjunto ‘colchonero’ le ganó al Celta, los datos desvelaron que el porcentaje de acierto en el pase del madrileño se había elevado hasta el 97,78%, lo que equivale a decir que solo falló dos entregas de las 90 que intentó, y que fue capaz de recuperar 14 balones, los mismos que le robó al Barcelona la semana pasada, y solo uno menos de su récord personal, el que registró contra la Real Sociedad en la jornada diez del campeonato liguero.
Números escandalosos a los que sin embargo solo es posible acceder a través del sigilo.
Como cualquier máquina perfecta, Rodri carbura sin hacer ruido.