En un bar reinan las costumbres. El camarero que lleva siempre el mismo delantal. La oficinista que pide dos terrones de azúcar. El jubilado que entra cada día a las nueve y tres minutos. La estudiante que pide cambio para tabaco todos los miércoles. Pero una mudanza lo pone todo patas arriba, hasta la calma de un bar. Es lo que le pasó al Akelarre, con la particularidad de que el establecimiento no cambió de lugar. Quien hizo las maletas fue el Atlético de Madrid.
El local, en el barrio de Canillejas desde 1986, dio un giro radical en 2017, cuando el equipo rojiblanco empezó a jugar en el Wanda Metropolitano. Al principio, parecía una historia con final infeliz, tal y como explica Joaquín Vázquez, dueño del local. “Recibí amenazas, me dijeron que me iban a quemar el bar y me dio miedo abrir. Pero salió publicado en los medios y empezaron a venir aficionados del Atlético de Madrid que me dijeron que los que me habían amenazado no representaban a la afición”.
Un boom que ahora es imparable porque, según el propietario, los días de partido del Atlético se duplica o triplica la recaudación de un día normal. “Estoy muy contento de que estén jugando aquí”, asegura Joaquín, que tiene 185 camisetas del Real Madrid. Cada día, detrás de la barra, se viste con una distinta. Es solo un elemento más de la decoración plenamente madridista del Akelarre. Cerrado en banda a poner algún adorno del Atleti por más que insistan los clientes, Mari, la mujer de Joaquín y cocinera del bar, representa el espíritu ‘colchonero’ del local.
“La gente nos quiere y vienen por el buen ambiente, el que entra ya no sale”. Esa es la clave del Akelarre, un bar en el que reina la fraternidad. Incluso algunos aficionados dejan los carnets para que los cojan otros clientes antes del partido. Todo ello gracias al sacrificio de Mari y Joaquín que, a sus 70 años, abren el bar cada día. “Esto nos ha venido tarde, tendría que haber pasado antes. Nos queda un año, más o menos. Siempre me preguntan si la temporada que viene voy a estar”. La jubilación será el pitido final de un bar que marcó el gol decisivo en el tiempo añadido y con los jugadores que nadie esperaba.
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Fotografía de Imago e ilustración de Ilustracho.