“De su corto paso por el Granada pervive una anécdota fascinante que convirtió en un mito al cancerbero húngaro. Dejó ojiplática a su afición saliendo al campo con una bolsa de naranjas bajo el brazo. En cada ataque del Granada, ni corto ni perezoso, estrujaba una para beberse el jugo. Entre el público de Los Cármenes pronto comenzó a correr la leyenda de que la culpa de la agilidad y los reflejos de su portero estaba en aquellas naranjas y los propios aficionados empezaron a surtir de fruta el área de su equipo”, contó Alfredo Pérez Berciano en un texto publicado en El Español sobre Gyula Alberty.
Nacido el 4 de julio de 1911 en Debrecen (Hungría), en 1934 inscribió su nombre en la historia del Real Madrid, Madrid a secas en los tiempos de república: fue el primer futbolista profesional extranjero del club blanco. Llegó para reforzar una portería que requería un sustituto para Ricardo Zamora, ya cercano a la retirada. En el Madrid, “asombró por jugar alejado de la portería y por acciones sorprendentes para bien y para mal”, escribió Miguel Ángel Lara en las páginas de Marca.
El texto recordaba una entrevista de La Voz a Alberty. Le pedían porqué pasaba tanto tiempo lejos de la portería, si por nervios o por superstición: “No soy nervioso. Soy más bien linfático. Lo que pasa es que estoy acostumbrado a jugar como se juega en Hungría. En mi país todos los porteros juegan muy adelantados. ¿Dirá usted que por qué salgo de los palos si los españoles son tan distintos de mis paisanos? Pues sencillamente: unas veces porque no conozco a los que tengo enfrente; otras, porque no me acuerdo de que estoy en España, y las más, porque estoy aprendiendo y aprender siempre cuesta”. Jugó 23 partidos con el Madrid entre las temporadas 1934-1935 y 1935-1936. Ganó la Copa en 1936, aunque Zamora fue el titular en la final ante el Barça en Mestalla. Fue la última Copa de la República. La siguiente Copia ya sería del Generalísimo, en 1939, pocas semanas después de morir la guerra.
“Dejó ojiplática a su afición saliendo al campo con una bolsa de naranjas bajo el brazo. En cada ataque del Granada, ni corto ni perezoso, estrujaba una para beberse el jugo”
Se jugó en Montjuïc y Alberty, que durante la contienda se había refugiado en Francia, tuvo un rol aún más protagonista: como portero titular del Racing de Ferrol. El conjunto gallego cayó por 6-2 ante el Sevilla en una “tarde desdichadísima” del portero húngaro, según la crónica de ABC. Jugó cinco partidos de Copa con el Racing en aquella atípica temporada 1939-40. Acto seguido vivió el curso del debut del Celta de Vigo en Primera División, el 1939-1940, y el siguiente, el 1940-1941, con 18 partidos en cada uno. En 1941 recaló en Granada, también para disfrutar de la primera aventura del club en la máxima categoría. Tuvo tiempo de jugar 14 partidos con el Granada, para cerrar su currículum con 68 encuentros en Primera, nueve en la Copa y uno en la promoción de permanencia en Primera.
Fue con el Celta y contra el Deportivo de la Coruña en 1940: el Celta acabó décimo y penúltimo, pero se salvó de descender. “En su primer año en Vigo, las grandes actuaciones de Alberty ayudaron a que el Celta mantuviese la categoría en su debut en Primera, en una emocionante promoción ante el Deportivo que se disputó en Chamartín y que el Celta venció por 1-0. En su segunda y última temporada con el Celta, el equipo volvió a salvarse con sufrimiento hasta el final de temporada”, asegura el perfil dedicado al meta húngaro en el portal Yo jugué en el Celta.
Alberty, fichado por el Granada con el curso iniciado, debutó el 30 de noviembre de 1941, en un 8-0 ante el Oviedo que sigue siendo la mayor goleada del club en Primera División. “La leyenda cuenta que el jugo de naranja era el combustible que permitía que fuera tan ágil, que volara. En tan poco tiempo como rojiblanco se convirtió en un jugador muy querido, pasando a ser uno de los mitos del Granada”, subraya un reportaje publicado en la web del Granada. Alberty, internacional con Hungría, “destacaba por su gran agilidad y personalidad”. Su último partido sería en la segunda vuelta con el propio Oviedo: el 8 de marzo y en la jornada 23. Floro jugó las tres últimas, con Gyula ya de baja. El torneo acabó el 5 de abril, con triunfo final para el Valencia y una décima plaza para el Granada. Alberty murió el día 9 a los 30 años.
Muerto pero inmortal, Gyula Alberty sigue y seguirá en Granada. Sus restos mortales descansan en el cementerio de San José, en una tumba cedida a perpetuidad por la ciudad
“Esta tarde a las siete menos cuarto ha fallecido en el sanatorio de la Purísima el guardameta del Granada”, contó Mundo Deportivo el día después. “La grave enfermedad que padecía parecía haber mejorado, pero a mediodía de ayer surgió una nueva complicación, con congestión pulmonar, que hizo desaparecer toda esperanza de salvación teniendo en cuenta el agotamiento físico del jugador y su debilidad extrema, desde que se le produjo la perforación intestinal seguida de una gran hemorragia”, decía la noticia. El texto reivindicaba que Alberty había sido clave en la permanencia del Granada, con “actuaciones brillantísimas”, y señalaba que “en el último partido que jugó, ante el Sevilla, una fuerte entrada del delantero Campanal le dejó lesionado. Al retirarse a la caseta y tomar la ducha, bebió agua de la manga. Se sospecha que ello fue el origen de la infección intestinal que, con las posteriores complicaciones, ocasionó su muerte”. Su muerte, de nuevo según Mundo Deportivo, causó “impresión” en Vigo: “Gozaba de gran popularidad en esta ciudad, por la brillante campaña realizada en la primera temporada de Liga después de la guerra de Liberación”.
El portero que sorbía naranjas durante los partidos murió víctima de unas fiebres tifoideas, según el Granada. “Tuvo que ser operado de un problema intestinal en el sanatorio de La Purísima y tras estar encamado casi un mes murió el 9 de abril de 1942”, contó José Luis Delgado en Granada Hoy. En su texto afirmaba que “seguramente haya por ahí quien recuerde las felinas estiradas de Alberty levantando clamores de ilusión en las gradas del viejo Los Cármenes ante goles que ya parecían cantados”. Muerto pero inmortal, Gyula Alberty sigue y seguirá en Granada. Sus restos mortales descansan en el cementerio de San José, en una tumba cedida a perpetuidad por la ciudad.
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