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Giuseppe Rossi y el desafortunado camino del ídolo

Giuseppe Rossi creció admirando a Marco Van Basten y ahora se retira marcado por la misma tragedia que el astro holandés: las lesiones

giuseppe rossi

Giuseppe Rossi es una persona con el morro fino. Cada vez que definía de cara a portería o sorteaba a los rivales demostraba por qué ‘calidad’ era la palabra favorita de su vocabulario. También por los ídolos a los que eligió seguir como buen ‘rossineri’. “Siendo del Milan desde pequeño me fijaba en Gullit y Van Basten. Me fijaba en cómo jugaban y los goles que hacían. Aún recuerdo su fútbol y yo busco hacerlo igual en el campo”, explicó en una entrevista a El País en 2011, cuando todavía jugaba en el Villarreal. Tener los ojos puestos en un delantero como Marco Van Basten es una demostración de que te gustan las cosas bien hechas. Durante su etapa como futbolista, Rossi las hizo siempre que su cuerpo se lo permitió. Ahora pone punto y final a su carrera habiendo seguido el camino de uno de sus ídolos, pero no el que habría esperado.

Marco Van Basten y Giuseppe Rossi eran futbolistas completamente diferentes. Mientras el holandés correspondía al perfil de rematador ‘clásico’, aunque con unas condiciones técnicas nada desdeñables, el italoamericano era un jugador mucho más móvil. Alguien a quien le daban igual las posiciones porque sacaba goles y asistencias partiendo de todas ellas. Entendía el arte del delantero como una unidad sin subdivisiones. Eso le llevó a firmar 32 goles en la temporada 2010-11, convirtiéndose en el primer ‘groguet’ que superó los 30 tantos en un curso. Rossi llegó al Villarreal procedente del Manchester United con la difícil tarea de hacer olvidar a Diego Forlán y acabó convirtiéndose en el nuevo becerro de oro del Madrigal. En ‘Uno di noi’, que dirían en Italia. Todo hasta el punto de convertirse en el máximo goleador de la historia del club con 82 dianas superando las 59 de uruguayo, aunque ese hito se lo acabaría arrebatando años después un tal Gerard Moreno.

 

Rossi llegó al Villarreal procedente del Manchester United con la difícil tarea de hacer olvidar a Diego Forlán y acabó convirtiéndose en el máximo goleador de la historia del club

 

Me doy cuenta de que existen un cúmulo de cosas negativas sobre convertirte en un ídolo, de discursos que pueden generar controversia acerca de eso, que parece que todo eso es éxito y brindar con champán… Pues yo quiero explicar que detrás de brindar con champán hay muchas cosas feas”, dijo C. Tangana en una entrevista a Vice sobre el proceso de creación del álbum Ídolo. Eso es lo que empezó a sentir Giuseppe Rossi a partir de 2011, después de firmar su mejor temporada como futbolista profesional. El Santiago Bernabéu fue el inicio de su infierno: las lesiones. Una rotura de ligamentos rompió su meteórico ascenso y le dejó prácticamente fuera dos temporadas, ya que mientras se recuperaba sufrió una recaída. El Villarreal descendió aquel mismo curso, lo que supuso el inicio de un camino desafortunado. Rossi soñaba con sentarse en la misma mesa que Van Basten, pero le tocó acomodarse en la peor de todas.

‘Pepito’, como le conocían en Villarreal, cambió España por Italia de la mano de la Fiorentina. El club toscano abonó por él 10 millones de euros a pesar de estar convaleciente. Cuando volvió a jugar con regularidad ya en la ‘Viola’, en la temporada 2013-14, avisó de nuevo sobre lo que podía llegar a hacer si estaba sano. Con 16 goles y cuatro asistencias reivindicó la calidad que le llevó a vestir la camiseta de la selección italiana, una equipación que eligió desde los sentimientos. Hay que tener en cuenta que, pese a que sus padres son italianos, él nació en Nueva Jersey. “Desde pequeño he tenido claro que quería jugar con la selección italiana. Tuve la ocasión de jugar con Estados Unidos y siempre le he dado las gracias por su interés. No fue una decisión por dinero o por fama, fue una decisión tomada con el corazón”, afirmó en El País.

No obstante, ese mismo curso en el que todo parecía que volvía a su cauce, su cuerpo volvió a jugarle una mala pasada. La segunda lesión no sería la última, ya que los ligamentos alejaron a Rossi en un total de cuatro ocasiones de los terrenos de juego. El italoamericano ha acumulado un total de 1.088 días de baja mientras ha sido profesional, una escalofriante cifra que sólo refuerza los condicionales a la hora de valorar su carrera. Giuseppe Rossi y Marco Van Basten perduraron en la memoria de diferentes aficiones como becerros de oro, pero las lesiones les impidieron ser adorados semanalmente como les habría gustado. Van Basten dijo ‘basta’ con 31 años, pero el italoamericano decidió seguir luchando por un sueño que estaba cumpliendo pero chocando contra demasiados obstáculos.

 

Después de todo, quizás la mejor obra del ‘Bambino’ no sean sus goles, sino cómo ha persistido en su lucha contra las lesiones fuera de los terrenos de juego

 

Nunca pienso en la mala suerte. Si piensas en ella sales desde varios metros atrás y no te recuperas. Y como la vida es una carrera, que hay que tomarse de forma divertida, pues es mejor no añadir cargas. Si usas mucho los pies y las piernas en tu trabajo es normal que algo se rompa tarde o temprano, pero es la cabeza la que manda. La cabeza es fundamental, siempre, sin cabeza no encuentras la salida”, escribió Giuseppe Rossi en A modo mio. My Way, su biografía. Sereno a pesar de cargar con la mala fortuna en sus ligamentos, Rossi nunca bajó los brazos. Intentó recomponerse en diferentes clubes, como el Levante, el Celta, el Génova o el Salt Lake de los Estados Unidos. Pero ni siquiera en su último baile con el SPAL volvió a destacar como le habría gustado. 

El recorrido de Giuseppe Rossi es el de los besos robados en forma de goles. El de ver cómo se puede imitar a un referente desde el lado más desafortunado. “Esta es la parte de atrás. Esto habla sobre lo que piensa, lo que le preocupa, lo que le pasa a alguien que esté ahí”, decía C. Tangana sobre su álbum Ídolo, una definición que explica a la perfección el delirio que ha acompañado a Rossi durante su carrera. De todas maneras, el italoamericano ha colgado las botas con serenidad. “Nunca dejé de soñar cuando cosas que no podía controlar se interponían en mi camino. Amo tanto el fútbol que nunca podría rendirme. Por eso escribo esto con el corazón apesadumbrado pero con una gran sonrisa en mi rostro: estoy orgulloso de lo que he logrado”, escribió en su carta de despedida. Tanto él como Van Basten mantienen su estatus de becerro de oro por su fútbol. Aunque después de todo, quizás la mejor obra del ‘Bambino’ no sean sus goles, sino cómo ha persistido en su lucha interna fuera de los terrenos de juego.

 


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Fotografía de Getty Images