PUBLICIDAD

Las temporadas que marcaron la carrera de Beckenbauer

Reconstruimos la leyenda del 'Kaiser' a través de las campañas que lo hicieron grande. Siete hazañas, tres clubes, una selección y una carrera para la Historia.

Bayern de Múnich 1965-66: De la bofetada al primer título

Nacido en el barrio obrero de Giesing, Franz Beckenbauer creció en un duro contexto económico -la posguerra mundial- aunque muy futbolero: frente a la casa de sus padres en la Zugspitzstrasse, 6 se ubicaba el campo del München 1906, donde el joven Franz aprendería a dar sus primeros toques. Además, su tío Alfons había jugado en el Bayern antes del nazismo. Sin embargo, como Franz ha admitido después, el equipo de su infancia fue el 1860 München, gran rival del Bayern y por el que iba a fichar en 1958 en edad cadete: “Siempre fue mi sueño jugar con ellos”. Pero en uno de sus últimos partidos contra su futuro club un defensa del 1860, Gerhard König, le abofeteó, cambiando la decisión de Beckenbauer… y el destino del fútbol alemán. Tras aquel gesto humillante, Beckenbauer resolvió incorporarse al otro equipo de la ciudad, entonces en horas bajas. Con él, el Bayern ascendió a primera división en 1965 y en su primera temporada en la élite acabó tercero en la liga y campeón de copa ante el Meidericher SV. Beckenbauer marcó un gol en aquella final y aquella misma temporada debutó con la selección absoluta de la RFA.

Bayern de Múnich 1968-69: El doblete del ‘Kaiser’

En contra de lo que parecería, el apodo con el que Franz Beckenbauer se hizo mundialmente famoso no tuvo un origen futbolístico. En 1968 una revista alemana le encontró parecido físico con el excéntrico Ludwig II, rey bávaro del siglo XIX apodado Märchenkönig (‘rey de cuento’). La similitud acabó arraigando cuando el Bayern disputó un amistoso en Viena y la prensa publicó una foto de Beckenbauer delante del busto del Kaiser Franz Joseph, emperador austriaco entre 1848 y 1916. El apodo ganó popularidad durante la temporada 1968-69, en la que el Bayern ganó su primera Bundesliga y alcanzó la final de DFB Pokal contra el Schalke. En las filas rivales actuaba Reinhard Libuda, conocido como el ‘Kaiser de Westfalia’. Después de que en un lance de la final Beckenbauer derribase a Libuda, los hinchas del Schalke comenzaron a abuchear cada vez que el líbero del Bayern tocaba el balón. ¿La respuesta de Beckenbauer? Irse al córner donde se encontraban los aficionados de Gelsenkirchen y empezar a hacer toques con la pelota, pasándosela de un pie a otro sin que cayera durante 40 segundos. “Humilló a sus enemigos, retando y acallando al pueblo”, afirmó la crónica del Taggesspiegel. El Bayern ganó la copa (2-1) y el Bild, diario más vendido de Alemania, tituló en su portada: “Franz es el Kaiser de Baviera”. Al final de esa campaña, Beckenbauer mereció su tercer galardón consecutivo de mejor jugador de la RFA.

 

El Bayern ganó la copa (2-1) y el Bild, diario más vendido de Alemania, tituló en su portada: “Franz es el Kaiser de Baviera”. Nacía un apodo… y una estrella

 

Alemania Occidental 1971-72: Líbero y campeón de la Euro

Cuando Franz tenía nueve años, la selección de la RFA protagonizó el ‘Milagro de Berna’, venciendo en la final del Mundial a la todopoderosa Hungría. Beckenbauer creció admirando al líder de ese equipo, Fritz Walter, y empezó jugando como él, de delantero. Luego retrasaría su posición, primero al centro del campo y desde finales de los 60 a la de hombre libre. Esa figura exigía coordinación con el central marcador, lectura de juego para incorporarse a la medular y mucho liderazgo. A esas cualidades Beckenbauer añadía sus tres marcas de fábrica: el golpeo con el exterior del pie, con el que ponía balones a compañeros a 40 metros, su capacidad para eliminar rivales en conducción y su olfato cerca del área contraria. En la final del Mundial’66 Beckenbauer ya tuvo la misión de marcar a Bobby Charlton. Dos años después, en un amistoso la RFA derrotaría por primera vez a Inglaterra: “Adivinad quién marcó… sí, fui yo”, bromearía Beckenbauer. En 1970 volvió a marcar contra los ingleses en cuartos del Mundial de México, solo para caer heroicamente en las semifinales contra Italia en el ‘Jahrhundertspiel’ (partido del siglo). Finalmente, aquella generación de jugadores germanos lograrían tocar metal en la Euro’72, con un juego brillante que mereció el elogio internacional: “Este equipo no tiene parangón en Europa”, valoró L’Equipe. Beckenbauer, ya asentado como líbero y capitán de la selección, encabezó el triunfo en Bruselas por 3-0 ante la URSS. Al término de aquella temporada recibiría el Balón de Oro al mejor jugador europeo.

Alemania Occidental 1973-74: Líder del campeón mundial

7 de julio de 1974. Bajo la vanguardista cúpula de plástico del Olympiastadion de Múnich, el fútbol del momento se cita en torno a los dos últimos Balones de Oro: el neerlandés Johan Cruyff y el alemán Franz Beckenbauer. Mientras Holanda enamora con su fútbol total, la RFA sufre para llegar al partido definitivo de un torneo que ha organizado como anfitrión. Tras caer derrotados ante sus hermanos de la RDA, en un partido de resonancias políticas, Beckenbauer lidera una revolución en la concentración. “Le puse las pilas a todo el que pillé por delante, nadie pensó en dormir aquella noche”. A partir de aquella derrota, la RFA no vuelve a perder y se planta en la final. Comienza de la peor manera: Holanda da 17 pases y le pone un balón a Cruyff dentro del área, antes de ser derribado por Uli Hoeness. Neeskens transforma el penalti pero Alemania no se arruga. A pesar de la brillantez de los holandeses, Breitner empata con una falta y Müller pone en ventaja a la RFA antes del descanso. A las 17:47 de aquel domingo, Beckenbauer levantaba la segunda Copa del Mundo del fútbol alemán. El resumen de aquel partido, y de aquel título, lo firmaría el propio Beckenbauer: “Johan era mejor pero yo gané la Copa del Mundo”.

Bayern de Múnich 1975-76: La trilogía del Bayern

Atlético, Leeds y Saint-Étienne: la trilogía de Copas de Europa bávaras se escribió con más austeridad que brillo. Efectividad ante tres debutantes en finales, aunque ninguno de los tres partidos resultara sencillo. Si la primera final, ante el Atlético de Luis Aragonés, necesitó un desempate, en la segunda no se abrió el marcador hasta el minuto 71. Y en 1976, en Glasgow, hubo que esperar hasta el 57’ para celebrar el único tanto del partido, obra de Franz Roth. El atractivo juego del campeón francés pareció agarrotado por la trascendencia del duelo, que mandó dos balones al poste, en lo que algunos vieron una nueva muestra del ‘Bayern-Dusel’: la fortuna del campeón bávaro. La figura de Beckenbauer ya dominaba dentro y fuera de los terrenos de juego. Suya fue la gestión para que Udo Lattek se convirtiera en el nuevo entrenador del Bayern. Pocos meses después, Beckenbauer levantaría la Copa Intercontinental ante el Cruzeiro y recogería su segundo Balón de Oro antes de dejar el Bayern para firmar por el Cosmos de Nueva York.

 

En abril de 1977 anunció su fichaje por el Cosmos. Una combinación de motivos económicos y personales -atravesaba una crisis matrimonial- explicaron la mudanza del Kaiser a Manhattan, donde le esperaba Pelé

 

New York Cosmos 1977: Lluvia de estrellas en Nueva York

En abril de 1977 Franz Beckenbauer anunció su fichaje por el Cosmos de Nueva York. Una combinación de motivos económicos y personales -atravesaba una crisis matrimonial- explicaron la mudanza del Kaiser a Manhattan, donde le esperaba Pelé. El astro brasileño había aterrizado en 1975 gracias a las gestiones del secretario de estado norteamericano, Henry Kissinger, nacido en Alemania y portero en su infancia antes de huir del nazismo. Kissinger, amigo personal de Steve Ross -presidente de Warner y dueño del Cosmos-, fue solo una de las muchas personalidades que popularizaron el soccer en Estados Unidos. Gracias a su constelación de estrellas internacionales -Pelé, Beckenbauer, el italiano Chinaglia, el brasileño Carlos Alberto o el holandés Neeskens-, la franquicia se instaló en el recién construido estadio de los Giants, con más de 70.000 hinchas en las gradas y enormes audiencias en televisión. Mientras los futbolistas se convertían en visitantes habituales de Studio 54, la discoteca de moda, los actores y músicos de la movida neoyorkina se dejaban ver en las tribunas del estadio. Beckenbauer, que ganaría tres títulos americanos (1977, 1978 y 1980) y que resaltó entre sus renombrados compañeros siendo elegido MVP de la NASL en su temporada de debut, aprovechó su estancia en EE.UU. para conocer de primera mano la vertiente mercadotécnica del deporte americano.

Hamburgo 1981-82: Campeón y ‘auf wiedersehen’

Tras 396 partidos de Bundesliga con el Bayern y tres temporadas en el Cosmos de Nueva York, el 15 de noviembre de 1980 Franz Beckenbauer regresó a los estadios alemanes. Lo hizo con un club que le pagaba un millón de marcos, aunque su fichaje no estuvo exento de críticas: “Naturalmente, tuve algo de cague [sic]”, afirmó entonces el Kaiser. El Hamburgo venía de ser campeón un año antes, pero ahora se encontraba en convulsión, después de que su entrenador, el yugoslavo Branko Zebec, apareciera en varios partidos bajo los efectos del alcohol. A pesar de ello, el equipo acabó solo a cuatro puntos del Bayern campeón. En verano de 1981 llegaría al banquillo el austriaco Ernst Happel, y con él la senda del triunfo. El Hamburgo volvió a ganar la Bundesliga con figuras como Manfred Kaltz, Felix Magath o Horst Hrubesch. Beckenbauer, en cambio, solo jugó diez partidos por culpa de las lesiones. Con 36 años y su quinta ensaladera de campeón germano bajo el brazo, el Kaiser entendió que el momento del ‘auf wiedersehen’ había llegado. Si hubiera aguantado una temporada más habría levantado también la Copa de Europa de 1983, un título que siguió por televisión desde su regreso a Nueva York. Su último partido oficial lo disputó con el Cosmos el 12 de septiembre de 1983. El Kaiser había agotado su fútbol dentro del campo, pero la leyenda continuaría en los banquillos.