Cuando Marcelo Bielsa negocia contratos, es inflexible. Él fija las condiciones. Y solo puedes aceptarlas o rechazarlas. En 2017, Bielsa negoció con el club de su vida, Newell’s Old Boys, la construcción de una residencia para jugadores. El técnico quería un centro moderno, como los que había visto en Europa, para ayudar a un club que salía de una fuerte crisis económica. Así que, por una vez, el acuerdo fue fácil: Bielsa propuso a los dirigentes del club ‘leproso’ pagar de su bolsillo el ‘hotel’, como lo llaman en Rosario. Él se encargaría de todo y los directivos solamente entrarían en acción para recoger las llaves del edificio, que sería construido por personal contratado por María Eugenia Bielsa. O sea, su hermana, arquitecta de reconocida trayectoria y luego ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat de Argentina. En julio de 2020, Newell’s inauguró el Edificio Jorge Griffa. El nombre también lo había impuesto Bielsa. Nadie lo discutió. Se debía llamar como el maestro del ‘Loco’.
Con la entrega de esta residencia, Bielsa empezaba a cerrar su círculo vital. Su largo viaje homérico por diferentes puertos empezó en Rosario y terminará aquí. Después de escuchar cantos de sirena y luchar contra gigantes, Bielsa volverá a Newell’s, nadie lo duda en Rosario. “Si se lo pido, vuelve, seguro”, decía Griffa a sus 85 años. El maestro, exjugador del Atlético de Madrid y el Espanyol, regresó a Newell’s Old Boys -después de años peleado con la directiva- para ejercer de director de captación de nuevos talentos. Él, el descubridor de futbolistas como Gerardo Martino, Mauricio Pochettino, Gabriel Batistuta, Jorge Valdano, Julio Zamora, Américo Gallego, Abel Balbo o Roberto Sensini, seguía tratando de detectar el talento en los chavales que disfrutan persiguiendo un balón por un potrero. “Para entender a Bielsa se debe entender a Griffa. Se convirtió en el gurú de la formación de jugadores en Argentina, creando la escuela de Newell’s. Descubriendo jugadores en una ciudad ya de por sí con una relación exagerada con el fútbol. Bielsa es hijo de eso”, admite Jorge Valdano, uno de los talentos descubiertos por el maestro Griffa.
El Bielsa entrenador se forjó en eternos viajes por Argentina. En su debut en Newell’s, hace más de 30 años, salió campeón
Griffa descubrió al Bielsa entrenador, no al jugador. Pues antes, existió un Bielsa futbolista. Un jugador extraño, pues provenía de una de las mejores familias de la ciudad, una saga de juristas con dos hijos con cargos públicos. Una hermana fue ministra y un hermano, embajador argentino en Chile. Pero el pequeño Marcelo siempre soñó con el fútbol. Incluso cuentan que con 16 años pidió residir en un destartalado edificio con otros niños que jugaban en ‘Ñuls’ y que provenían de ciudades más alejadas, para empaparse del ambiente de fútbol. Prefirió esa disciplina espartana a la comodidad de la casa de los Bielsa en el centro de Rosario, testimonio de la gloria de una ciudad comercial ligada al río Paraná.
Entonces el joven Bielsa ya tenía buen ojo para valorar el talento de los futbolistas y ni él mismo se escapó de su severo juicio: se retiró con 25 años, pues entendió que no triunfaría jamás. Antes, había debutado con Newell’s en Primera contra River, aunque una lesión le cortó las alas. Defensa elegante, se cuenta que hablaba poco, aunque antes de un clásico contra Rosario Central, sorprendió gritando en el vestuario que “si perdemos me corto un dedo, aún me quedarían cuatro”. Por suerte, Newell’s ganó. Internacional en categorías inferiores, Bielsa pasó por Instituto de Córdoba y Argentino de Rosario antes de colgar las botas. Y se obsesionó con ser entrenador, mientras analizaba los vídeos de partidos de clubes europeos que le mandaban por correo.
Además, se empapaba de lecturas en el quiosco que llegó a regentar mientras se sacaba el título de entrenador. Siendo estudiante de Ciencias de la Educación Física, en Buenos Aires, dirigió al equipo de la facultad, su primera experiencia en un banquillo, y logró un empate contra los suplentes de Boca en un partido que casi todo el mundo consideró como un pecado de los ‘xeneizes’, vanidosos e incapaces de imaginar que unos estudiantes les jugarían de tú a tú. Pocos supieron ver entonces que detrás de la mirada alocada de ese joven entrenador se escondía un revolucionario.
En 1983, Bielsa volvió a Rosario y le pidió a Jorge Griffa poder entrenar a un equipo de las categorías inferiores. El ‘Loco’ había sido entrenado por Menotti tanto en Newell’s como en la selección juvenil, y después de sacarse el título de entrenador, no podía perder más tiempo. Tenía ideas y algo de prisa. Pero Griffa tenía otros planes: le pidió que se subiera a su Fiat 147 blanco para recorrer carreteras buscando jóvenes talentos, una época clave en la formación de Bielsa, como admitió él mismo.
“Viví desde cerca los últimos 50 años de Newell’s, y desde mi opinión la persona más importante e influyente en ese período fue Jorge Griffa. Con el paso del tiempo comprendí que toda mi carrera profesional y gran parte de mi formación se la debía a Newell’s y a Jorge. Durante 20 años, él fue el verdadero constructor del perfil institucional del club. Formar jugadores, obtener con ellos resultados deportivos valiosos y transferirlos solo cuando era posible reemplazarlos”, reflexionó en un vídeo que mandó para celebrar la inauguración de la residencia bautizada con el nombre de su maestro.
Griffa reconoció en ese chico de 25 años su misma pasión. Y lo convirtió en su cómplice en una idea revolucionaria: no esperar a que llegaran las jóvenes promesas; ir a sus casas, si era necesario, para reclutarlas antes. “Newell’s abrió la senda de ir al interior del país en vez de esperar que trajeran al jugador. Teníamos un coche e íbamos de un lado para el otro. Fue mucho tiempo, no fue cosa de un día”, explica el propio Griffa. Los dos dividieron el mapa argentino en 70 partes iguales y emprendieron largos viajes preparados anteriormente con llamadas telefónicas a clubes de formación o periodistas locales. De esta manera, apuntaban posibles nombres en unas listas cada vez más largas.
En 1990, cuando Bielsa ya era entrenador del primer equipo de Newell’s, sacó pecho del legado que dejaron esos viajes en una entrevista con la revista El Gráfico. “En un equipo de categorías inferiores, de 20 jugadores generalmente llegan a Primera dos o tres. Y de este, de 15 jugadores llegaron diez. Gamboa, Pochettino, Franco, Berizzo, Saldaña, Sáez, Cerro, Stachiotti y también Batistuta”. Batistuta recordaría que pocas horas después de ser descubierto por Bielsa y Griffa en un torneo regional de Santa Fe representando a la ciudad de Reconquista, el ‘Loco’ habló con sus padres exigiendo que el niño dejara de comer alfajores para no engordar más, pues lo llamaban el ‘gordito’. Aunque la familia más impactada por esa extraña pareja fueron los Pochettino. “Después de organizar unas pruebas en Murphy, a unos 150 km de Rosario, nos dijeron en una cena que el ‘pibe’ con más futuro no había aparecido. Así que serían las dos de la madrugada cuando llegamos a su casa. La madre se asustó, aunque al final la convencimos para ver al niño hablando de la soja, porque yo tenía campos. Nos dijeron que el niño estaba por firmar con Rosario Central, así que insistimos para que no fuera así”. Y cómo no, fichó por Newell’s. El mismo Pochettino recordaría que él dormía cuando los padres accedieron a que Bielsa y Griffa lo vieran en su habitación. “Era un niño enorme, parecía un elefante”, bromea Griffa. Y así fue el primer contacto entre Pochettino y Bielsa. Con el niño descansando en su cama y el entrenador mirando sus piernas en plena noche.
Llevado en volandas por hinchas que saltaron al terreno de juego, Bielsa cantaba sin parar, con una camiseta roja y negra en la mano. “¡Newell’s, carajo!”, gritó mil veces. Arrancaba un legado más calculado de lo que la gente podía pensar
Después de un año en la carretera, la fama ganada por esos viajantes incansables dio sus frutos. Muchos clubes empezaron a mandar informes de sus mejores jugadores a Newell’s, conscientes de que en Rosario había unos tipos obsesionados con cuidar el fútbol formativo. Y algunos de esos chicos se pusieron a las órdenes de Bielsa en un plantel de adolescentes que lo bautizó por primera vez como el ‘Loco’, pues les pedía que robaran escobas en casa para pintarlas de blanco y usarlas para hacer carreras de eslalon. Pese a que inicialmente no le gustó nada -de hecho, lo descubrió pasando por detrás de dos de sus chicos, que hablaban sin imaginarse que él los escuchaba-, el mote que hacía referencia a su locura se quedaría para siempre. Y mientras los otros equipos de chicos argentinos de 14 años entrenaban solamente una hora, las sesiones con Bielsa duraban dos. “Les ponía tareas a los jugadores. Les pedía que usaran la prensa y los programas de televisión para descubrir cómo jugaba algún equipo de Primera. Les pedía un análisis de la táctica, los jugadores más usados… Y después, cuando menos se lo esperaban, hacía las preguntas. Formando jugadores, también formaba futuros entrenadores”, admite Griffa. Bielsa estaba formando jugadores profesionales, cuidando la táctica, la preparación física y también su mentalidad. Debían ser duros, pese a que entonces fueran críos.
Por eso, cuando en 1990 le llegó la oportunidad de dar el salto al primer equipo, Bielsa lo hizo acompañado de diez de sus juveniles, uno de ellos Pochettino. Los ‘Leprosos’ habían rescindido el contrato de José Yudica, el entrenador con el que habían ganado un título y habían perdido la final de la Libertadores en 1988. Pero el equipo se había acomodado y en el Clausura de 1990 anduvo en la parte baja de la tabla. Con 35 años, Bielsa estaba listo para el reto, pero antes quería ver si sus futbolistas también estaban dispuestos a todo para ganar. Juan Manuel Llop, uno de los veteranos del equipo, ya sabía del nivel de los juveniles que llegaban con Bielsa. Pero no estaba listo para las ideas del nuevo entrenador, quien diseñó una pretemporada llena de amistosos en pueblos perdidos, con largos viajes en autocar y noches en moteles de carretera. “Fuimos a lugares y hoteles que eran espantosos. Lo que pasaba es que había cucarachas. No sé si algún campeón iría a ese tipo de lugares después de haber pasado por un cinco estrellas, pero era parte de la humildad de ese grupo”, recuerda. Bielsa, forjado en la carretera con Griffa, improvisaba amistosos por los pueblos por donde pasaba el equipo. Le gustaba esa vida nómada, sobre ruedas. Volviendo de Jujuy, el autocar de Newell’s se paró en diferentes localidades para jugar en campos de tierra, ante equipos amateurs. “No se puede perder la humildad, ni la capacidad de ser uno mismo ni dejar de tener los pies sobre la tierra”, dijo Bielsa cuando fue entrevistado después de las primeras jornadas, cuando los ‘Leprosos’ ya eran líderes. El ‘Loco’ concentraba al equipo en el Liceo Militar de Funes, una instalación marcial. “El grupo se hizo fuerte con esa convivencia, en esos 30 o 40 días. Era un pabellón que acondicionaron para nosotros. Dos camitas con un televisorcito. Un teléfono en la cuadra. Era volver a cuando vivíamos en la pensión. Fue una idea de Bielsa y su cuerpo técnico”, admitía Llop hablando en El Gráfico.
Bielsa improvisaba amistosos por los pueblos por donde pasaba el equipo. Le gustaba esa vida nómada, sobre ruedas. Volviendo de Jujuy, el autocar de Newell’s se paró en diferentes localidades para jugar en campos de tierra
Ese Newell’s ganaría dos títulos locales entre 1990 y 1992, perdiendo una final de la Copa Libertadores contra el Sao Paulo de Telê Santana en los penaltis. Una Libertadores que había empezado con una humillante derrota por 0-6 contra San Lorenzo. Esa noche, hinchas enfurecidos visitaron la casa de Bielsa pidiendo explicaciones y el entrenador salió con una granada de mano, que había encontrado en el complejo militar de Funes, amenazando con tirar de la anilla. Es una de las leyendas que circulan alrededor de un entrenador que armó un equipo unido, liderado por el talento del ‘Tata’ Martino en el centro del campo, con Berizzo y Pochettino en la defensa. Cuando ese ‘Ñuls’ atacaba, atacaban todos. Cuando defendía, lo hacían todos. “Entonces estaba impactado por las ideas de Sacchi, aunque fue sumando nuevas influencias con el paso del tiempo. Siempre pedía vídeos de los partidos de ligas europeas”, explica Griffa.
Para el recuerdo, el trofeo ganado en una Bombonera embarrada contra Boca en 1991. Aunque quizás el título más especial fue el primero, el Apertura de 1990, cuando Newell’s empató en el campo de Ferro Carril Oeste contra San Lorenzo en la última jornada. Para ser campeón, debía esperar un pinchazo de River contra Vélez. Bielsa se encerró en una habitación esas dos horas y cuando llegó la noticia de la derrota ‘millonaria’, reapareció sobre el terreno de juego. Los hinchas de Newell’s no se habían movido, esperando el milagro. Y vieron aparecer a un Bielsa distinto, descontrolado. Llevado en volandas por hinchas que saltaron al terreno de juego, cantaba sin parar, con una camiseta roja y negra en la mano. “¡Newell’s, carajo!”, gritó mil veces. Arrancaba un legado más calculado de lo que la gente podía pensar. “Esta institución cargaba sobre sus hombros con un mote injusto. Para nosotros era muy importante deshacernos de él. Este plantel merece que se hable de su garra, de su fiereza”, explicaría años más tarde Bielsa. Newell’s Old Boys tenía fama de ser un club de ‘pechofríos’, como se burlaban sus rivales. Y el ‘Loco’ sabía que debía borrar de un plumazo esa idea y construir un nuevo relato alrededor de un grito enloquecido, de una garganta rota, de un acto de amor.
En 1992, Bielsa abandonó Newell’s. El ciclo se había cerrado y se marchó al Atlas mexicano, donde empezó de la misma forma que lo había hecho en casa: buscando jugadores. Cuentan que dirigió las pruebas de más de 11.000 jóvenes futbolistas. Entre ellos, Rafa Márquez, Jared Borgetti, Oswaldo Sánchez o Pável Pardo. Aunque esa ya es otra historia.
Este reportaje está extraído del #Panenka101, un número que dedicamos a Bielsa y que sigue disponible aquí