A falta de cuatro jornadas para que acabe la Serie A, parece difícil que el Inter acabe clasificado para jugar alguna competición europea. Sin duda, ésta será una de las peores temporadas de los nerazurri en los últimos años. Séptimos en liga, eliminados en octavos de la Europa League y finalmente derrotados en semis de la Copa, la última esperanza interista de levantar un título esta campaña. El equipo de Milán aun no ha sabido contrarrestar la marcha de Mourinho, que dejó un vacío cada vez más evidente en el club.
Andrea Stramaccioni tampoco ha sabido dar con la tecla. Después de varias oportunidades de salvar una temporada que ya empezó con malos resultados, parece más que posible que el Inter no sea equipo europeo la campaña siguiente. Lejos de ser un hecho puntual, es la gota que colma el vaso después de un trienio indeciso y pobre. Un Inter que no levanta cabeza desde el adiós de Mourinho, que hizo del conjunto italiano el dueño y señor del Calcio y de Europa logrando un triplete histórico.
“Después de Mourinho nos sentimos huérfanos“, profesaba hace dos semanas una pancarta en el Giuseppe Meazza. Hasta cuatro técnicos han ocupado el banquillo interista sin resultados visibles y ninguno de ellos ha sido capaz de hacer olvidar al técnico luso. Es normal que después de conseguir un triplete en 2010 no pueda mantenerse el mismo ritmo de títulos, incluso de juego, pero una debacle a marchas forzadas como la que están viviendo los nerazurri es lo que realmente preocupa a este Inter cuya identidad parece haberse perdido.
Mourinho llegó a Milan en 2008, con la ambición que tanto le caracteriza y que tanto supo trasladar a cada uno de sus jugadores. El luso se encontró una plantilla que ya contaba con internacionales de la talla de Cambiasso, Julio César, Hernán Crespo, Maicon o Ibrahimovic, a la cual incorporó, entre otros, al ganés Sulley Muntari, Mancini y Quaresma. La temporada siguiente llegarían Sneijder, Diego Milito, Lúcio, Pandev y Eto’o. Mourinho compactó un equipo que se comprometió firmemente con la idea que su entrenador transmitió. Supo sacar de cada uno de sus jugadores lo mejor de ellos y además logró que se identificaran con la causa del club, que ansiaba ganar una Copa de Europa. Hecho muy meritorio si se tiene en cuenta que en el once que presentó en la final de la Champions no había ni un solo jugador italiano.
La vida sin Mou
Tres temporadas después, en Milán reclaman a gritos el retorno de Mourinho, pero mientras el futuro del portugués es ahora mismo incierto, todo apunta a que está lejos de Italia. Así que el Inter parece obligado a buscar una efectiva solución a un conjunto que con la marcha del luso parece haber perdido todo el hambre de títulos.
Después del portugués llegó Rafa Benítez que, pese a ganar un Mundial de Clubes que formaba parte del legado de Mourinho, nunca contó con el apoyo del vestuario. Sería difícil caer en gracia a jugadores que lloraron la marcha del luso y propagaron que ese equipo nunca volvería a ser el mismo sin él. Destituido Benítez, en enero de 2011 llegó Leonardo de Araujo, y con él, nuevas incorporaciones como Andrea Rannochia, Houssine Kharja o Giampaolo Pazzini. Aunque supo encarrilar de nuevo a una plantilla que acabó la Serie A en segundo puesto, por detrás del Milan, al presidente Moratti no acabó de convencerle su trabajo. Este último, impaciente por volver a probar las mieles del éxito y pasar por encima de su eterno rival, destituyó a Leonardo y probó suerte con un tercer técnico.
Gian Piero Gasperini, que llegaba a Milán después de una buena temporada con el Genoa, remodeló de nuevo la plantilla con los fichajes de Diego Forlán, Andrea Poli y Mauro Zárate. A pesar de los intentos por parte del club de hacer olvidar a Moruinho, los resultados se empeñaban en alargar el bucle negativo en el que había entrado la entidad.
El cuarto técnico –en sólo dos temporadas– que intentó dirigir a un Inter sumido en la depresión fue Claudio Ranieri, que llegaba al club en septiembre de 2011. La experiencia del técnico italiano invitaba a pensar que podía emular la manera de trabajar de Mourinho, así que llegó al banquillo nerazurri como un ‘salvador’ que, por enésima vez, acabó en la cola de la lista de entrenadores fallidos. Un fútbol que no convenció a nadie, las dificultades por meterse en competición europea y la humillante eliminación en Champions frente al Olympique de Marsella en octavos propiciaron su salida en marzo de 2012.
El último relevo en el banquillo interista fue el joven Andrea Stramaccioni, actual técnico del equipo, que intenta sin mucho éxito apaciguar el estado de ánimo de un club que parece que ha tocado fondo. Los aficionados del club reclaman sin cesar la vuelta de Mourinho y los jugadores de aquel mítico Inter que logró el triplete lanzan un guiño tras otro al técnico aludiendo que es el mejor del mundo. Todo esto no hace sino hurgar más en la herida de un equipo debilitado y sin personalidad que el año que viene sólo optará al Scudetto y la Copa de Italia. No hace falta decir que, de nuevo, la continuidad en el banquillo del actual técnico está en entredicho. La sombra de Mourinho vaga por el Giuseppe Meazza casi como una obsesión recordando que sólo él supo devolver la ilusión a toda una entidad.
Herrera, el penúltimo ganador
Aunque parezca mentira, hubo otro entrenador en el Inter que en los años 60 supo encontrar la ‘fórmula europea’ e hizo de la escuadra italiana, así como Mourinho en 2010, un conjunto capaz de levantar la Champions. Helenio Herrera lideró el ‘Grande Inter’ que levantaría dos ‘Orejonas’ consecutivas – en 1964 y 1965 –, que impartió una gran disciplina y asentó el Catenaccio en una década en la que el Inter ganó además tres Scudettos. Herrera contaba entonces, a diferencia del equipo formado por ‘Mou’, con un once repleto de jugadores locales. A excepción, eso sí, del español Luis Suárez, uno de los pocos españoles que han triunfado en el fútbol itálico. El legendario capitán Armando Picchi tomó las riendas del conjunto así como en el último alirón interista lo hizo Zanetti.
Herrera y Mourinho, dos entrenadores ambiciosos, dos equipos hechos a medida, dos capitanes legendarios y la esencia del catenaccio por bandera. Así podríamos resumir la fórmula del éxito de los únicos entrenadores que en más de 100 años de historia del club han sabido llevar al Inter a la cima de Europa. Y como consecuencia de esto, en ambas ocasiones tras su marcha el club ha vivido dos etapas de profunda decadencia.
Aunque Mourinho dejara el equipo en lo más alto y Helenio Herrera se fuera perdiendo dos finales europeas en los siguientes siete años, el Inter pasó 38 años de sequía después del adiós de Herrera. Con Mourinho, más que una salida, parece un abandono a un Inter que precisa una figura protagonista que lidere de nuevo al equipo.
Eso sí, que la directiva aun no haya sabido encontrar un sustituto de garantías no es el único problema de los jugadores del Inter, que parecen saciados de títulos después del empacho de la era ‘Mou’. La motivación perdida es el reflejo de la necesidad de un relevo generacional que no acaba de llegar. Mientras tanto y aprovechándose de la flaqueza de este Inter desamparado, la Juve se consagra como referente del fútbol italiano.