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De todo menos fútbol en Montevideo

Racing Club y Celtic de Glasgow se midieron en final de la Copa Intercontinental de 1967, un encuentro en el que precisamente no primó el buen rollo

Escribían los cronistas que aquella tarde ambos equipos se habían olvidado de por qué estaban allí. Los pases, las jugadas y los goles fueron sustituidos por empujones, patadas a la altura de la rodilla, algún que otro puñetazo y cinco expulsiones. Hasta la policía tuvo que intervenir sobre el césped para evitar que el desenlace fuera dramático. Hubo de todo menos fútbol en el partido de desempate entre Racing Club y Celtic de Glasgow para hacerse con la Copa Intercontinental de 1967.

Los escoceses habían llegado hasta allí dirigidos por Jock Stein, el primer entrenador no católico de la historia del club. El técnico ya sabía lo que era ganar con el Celtic, como capitán había levantado el título de liga y de copa en 1954. A los banquillos se pasó tres años después por culpa de una lesión de tobillo que le obligó a retirarse. Entonces se hizo cargo del filial del Celtic, del que lo despidieron tras ser campeón por pertenecer a la religión protestante. Ocho años después y comiéndose su orgullo, Robert Kelly, el mismo presidente que lo apartó por motivos religiosos, fue a buscarlo suplicándole que volviera a su club para sacarlo de una crisis deportiva que parecía insalvable. Y así lo hizo.

La campaña 66-67, su segunda como entrenador, sirvió para dejar escrito su nombre con letras de oro en la historia del club. Se convirtió en el primer técnico capaz de ganar todos los títulos de una temporada. El más importante sin duda fue la Copa de Europa. El Celtic consiguió ser el primer club británico que levantó la ‘Orejona’. Con un conjunto formado todo por escoceses, de Glasgow o alrededores, vencieron en Lisboa al gran Inter de Helenio Herrera y Luis Suárez, que en ese partido no pudo jugar. Aquella victoria histórica les dio el sobrenombre de los ‘Leones de Lisboa’ y el pase para disputar la Copa Intercontinental contra Racing de Avellaneda, ganador de la Libertadores.

 

Antes de comenzar del encuentro, Ronnie Simpson, portero titular del Celtic, recibió una pedrada y tuvo que dejar su puesto al suplente John Fallon. Aunque podían haberse negado a jugar, los escoceses se adelantaron en el marcador

 

El entrenador Juan José Pizzuti, al igual que Jock Stein, fue reclamado en 1965 por los dirigentes argentinos para revivir a un equipo en horas bajas. Sumó un ciclo de 39 partidos consecutivos sin conocer la derrota y a eso le siguió el éxito en la Copa Libertadores, la primera y única en la historia del club. Convirtió a Racing de Avellaneda en el ‘Equipo de José’, como cantaba la hinchada en cada uno de sus encuentros haciendo retumbar El Cilindro: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José”. Es considerado uno de los pioneros del fútbol total que luego pondría en práctica la selección de Países Bajos en los 70. Con un estilo de juego dinámico, sus jugadores no tenían posiciones fijas y siempre estaban en constante movimiento. La otra cara de ese conjunto era su versión chulesca, ejerciendo la violencia en una época previa a las tarjetas amarillas.

En ese tiempo se extendió por Argentina una gran aversión contra todo lo relacionado con el fútbol en Europa y, particularmente contra Inglaterra, por lo ocurrido en el Mundial de 1966 celebrado en suelo británico. En cuartos de final, el capitán argentino Antonio Rattín, fue expulsado de forma injusta y los ingleses pasaron de ronda. Aquella imagen seguía presente en todos y cada uno de los futbolistas y aficionados de Racing, que pagaron el pato frente al Celtic de Glasgow en la final de la Intercontinental. El partido de ida se jugó en Escocia el 18 de octubre de 1967 y lo arbitró un español, Juan Gardeazábal. En un ambiente nebuloso, contaron los allí presentes que el aforo de Hampden Park se duplicó para presenciar la victoria del Celtic por 1-0. Jock Stein se quejó del juego rudo empleado por los argentinos, que frenaban con malas formas al habilidoso extremo Jimmy Johstone.

 

Cinco jugadores, tres del Celtic (Lennox, Hughes y Auld) y dos de Racing (Basile y Rulli), acabaron expulsados. Lo curioso fue que Auld y Rulli se negaron a abandonar el campo y al árbitro no le quedó más remedio que aceptarlo

 

La vuelta, el 1 de noviembre en Buenos Aires, ya fue directamente una encerrona. Antes de comenzar del encuentro, Ronnie Simpson, portero titular del Celtic, recibió una pedrada y tuvo que dejar su puesto al suplente John Fallon. Aunque podían haberse negado a jugar, los escoceses se adelantaron en el marcador gracias a un penalti transformado por el lateral Gemmell. Pero la perseverancia y el buen juego de Racing, también la intimidación, les permitió dar la vuelta al marcador y ganar el partido 2-1. De nuevo cosieron a patadas a Johstone, incluso fue alcanzado por una botella de cerveza cuando estaba siendo atendido por lo médicos fuera del césped. Como entonces no existía el valor doble de los goles fuera de casa, se tuvo que jugar un partido de desempate tres días más tardes. El lugar elegido fue Montevideo.

Si el ambiente ya había estado caldeado, lo que sucedió en la capital uruguaya fue directamente un insulto al fútbol. Como si se trata de un partido entre bandas callejeras para decidir quién se quedaba con el barrio, ambos conjuntos se golpeaban una y otra vez sin necesidad de que el balón estuviese de por medio. Cinco jugadores, tres del Celtic (Lennox, Hughes y Auld) y dos de Racing (Basile y Rulli), acabaron expulsados. Lo curioso fue que Auld y Rulli se negaron a abandonar el campo y al árbitro, el paraguayo Osorio, no le quedó más remedio que aceptarlo ante tanta agitación. Pasada la media hora, en mitad de aquella lucha grecorromana, apareció la figura de Chango Cárdenas. Con un disparo portentoso batió a Fallon (Simpson seguía recuperándose de su herida de Buenos Aires) e hizo el gol de la victoria. Para deducir la idiosincrasia de unos y otros, el Celtic, avergonzado por cómo habían actuado sus jugadores, les impuso una multa de 150 libras a cada uno. Racing de Avellaneda regaló un coche a cada uno de sus héroes.

 


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