El fútbol, como cualquier otro deporte, es un juego al que siempre han acompañado diversas maldiciones, supersticiones o creencias místicas. Las hay de todo tipo: unos dicen que ganar el Balón de Oro un año antes de Mundial te imposibilita conseguir levantar la siguiente Copa del Mundo; otros hablan de que nunca, y bajo ningún concepto, debes tocar la ‘orejona’ antes de jugar la final de la Copa de Europa si no quieres ver al rival saliendo campeón -les pasó a Gattuso y Giuly, entre otros-; y también hay quien habla de entrenadores y estadios malditos. El más claro ejemplo es el del Benfica con Béla Guttman y su malvada frase: “En cien años desde hoy, el Benfica sin mí no ganará una copa europea”. Y los lusos ya suman 55 años y ocho veces mordiendo el polvo en finales continentales.
En este sentido, la afición del Tottenham empezaba a tener la mosca detrás de la oreja. No tienen Balones de Oro, tampoco tocan ‘orejonas’, ni ningún técnico tiene pinta de haber echado ninguna maldición a su plantilla. Su problema es (era, hasta hace poco) su propio estadio. Con el derribo de White Hart Lane, y a la espera de construir su nuevo hogar, los ‘spurs’ están de alquiler en Wembley. El pasado curso solo lo visitaban para disputar la Champions League y en esta nueva temporada juegan ahí cada partido como locales. Su participación europea en el templo del fútbol inglés hizo saltar las alarmas entre los más supersticiosos por el paupérrimo bagaje que dejaron: dos derrotas contra el Mónaco y el Bayer Leverkusen en fase de grupos, una victoria ante un CSKA de Moscú ya eliminado y un empate innecesario frente al Gent que le apartaba de la posibilidad de avanzar de ronda en la Europa League. Pese a los malos resultados, Mauricio Pochettino aseguró en el #Panenka60 que su efímero paso por Europa no se debió a jugar lejos de White Hart Lane: “No, no creo que fuese Wembley, en realidad fue parte de un proceso. Somos un equipo joven, era la primera vez que se jugaba la Champions para el 90% de nuestros futbolistas”.
“Sería bonito ser campeón, es obvio, pero con la construcción de algo sólido y no por una serie de coincidencias que luego te hacen desaparecer”
En el inicio de esta nueva campaña, aun con la confianza del técnico de que el hecho de cambiar de hogar no afectaba al rendimiento de los suyos, el mal juego y la inexistencia de victorias seguía acompañando a Harry Kane, Dele Alli y compañía cada vez que pisaban el césped de Wembley. Tras ganar a domicilio en Saint James Park en el primer encuentro de la Premier League, el Chelsea y el Burnley visitaron a los ‘spurs’ en las siguientes jornadas. Los vecinos londinenses asaltaron Wembley con un 1-2 y el Burnley se llevó un inesperado punto en su visita a la capital británica. Quizá esta mala racha en su ‘maldita’ nueva casa solo sea fruto de la casualidad o del proceso del que hablaba Pochettino. Puede que fuera tiempo y una mejoría en la plantilla lo que necesitaba el Tottenham para por fin poder cosechar triunfos en Wembley y, sobre todo, en competiciones europeas. La prueba de fuego llegaba en la primera jornada de la fase de grupos de la Champions League. Enfrente un siempre temible Borussia Dortmund. Y también la necesidad de sacarse de encima la losa que arrastraba el equipo cuando el himno de la máxima competición de clubes europeos sonaba en los altavoces de Wembley. Llegó la primera victoria de prestigio en casa (3-1) y, con ella, el alivio de verse vencedores en una batalla en Wembley.
Superada esta crisis (si es que se le puede llamar así) de jugar en Wembley, el próximo objetivo del Tottenham es asentarse definitivamente como un equipo ganador y dejar atrás la etiqueta de eterno aspirante que le ha perseguido en estos últimos años. Se le ha admirado por el buen juego de sus futbolistas y por tener un plantel plagado de jugadores de muchísima proyección, pero sin embargo le ha faltado ese plus con el que cuentan los equipos grandes para rematar el trabajo con éxitos. Le sucedió en su lucha ante el Leicester para ganar la Premier y se le ha notado en sus recientes participaciones en Europa -desde que ganara la UEFA en 1984 nunca ha superado los cuartos de final en competición europea-. “Nosotros demostramos consistencia y continuidad. Sería bonito ser campeón, es obvio, pero con la construcción de algo sólido y no por una serie de coincidencias que luego te hacen desaparecer. El Leicester mereció el título sin ninguna duda, pero fue una casualidad”, reflexionó el técnico argentino sobre el crecimiento y los propósitos del Tottenham.
Con una plantilla similar a la del pasado curso, contando una única baja sensible como la de Kyle Walker, y con un año más de experiencia en sus botas, ha llegado el momento de ver al Tottenham alcanzando cotas más altas. El primer paso, el de acabar con la ansiedad de jugar en Wembley, ya lo han hecho, ahora viene el momento de que los Eriksen, Dier, Alli y demás jóvenes que abundan en la plantilla se consoliden en la batalla por los títulos.