Esta semana pude revisionar en salas la película Sólo con tu pareja (1991), la ópera prima del multipremiado realizador Alfonso Cuarón. Pareciéndome la mejor comedia romántica mexicana de los últimos 35 años, me resultó curioso que aquella cinta sin pretensiones ni ambiciones intelectuales de ningún tipo se erigiera como la punta de lanza de las carreras de Alfonso como director, su hermano Carlos como guionista y Emmanuel Lubezki como fotógrafo; todos ellos nombres propios del cine contemporáneo.
Para trazar una analogía futbolera, la comedia romántica en México —seguramente el género más vilipendiado por la crítica especializada— es algo parecido a la Eredivisie: un territorio pantanoso del que, a menudo, cuesta sacar lecturas en clave élite. A mí, por ejemplo, la temporada pasada el centrocampista turco Orkun Kökçü me pareció uno de los jugadores de la temporada en Europa con el Feyenoord, y la realidad es que apenas le alcanzó para seducir a un Benfica que, a día de hoy, pese a la buena valoración que le tengo al kamikaze Roger Schmidt como entrenador, no pertenece a la realeza.
No formaba parte del presupuesto que se convirtiera en la bandera del primer Madrid post-Benzema. Y menos con 20 años. Y menos tras la traumática experiencia que supuso el caso de Jovic
Ni hablar de la pléyade de extremos que han emergido del 4-3-3 sempiterno y que no han podido revalidar su condición de jugadores diferenciales fuera del contexto neerlandés. Sin tirar demasiado de memoria, pienso en Memphis Depay, Zakaria Bakkali, Hirving Lozano, Hakim Ziyech, Antony o David Neres como piezas que se insinuaron como potenciales estrellas del fútbol europeo y que, por distintos motivos, fueron incapaces de colmar las expectativas que generaron en escalones competitivos superiores.
Esto me lleva a pensar en un caso atípico: el inglés Jude Bellingham, que si bien su periplo en la Bundesliga —por recurrir a otra liga que también suele servir de estadio intermedio— le auguraba una carrera de altos vuelos, no formaba parte del presupuesto que se convirtiera en la bandera del primer Real Madrid post-Benzema. Y menos con 20 años. Y menos tras la traumática experiencia que supuso para el club el caso del serbio Luka Jovic, que también había irrumpido en Alemania como luminaria del Eintracht Frankfurt.
Todos los directores deportivos tienen más o menos claro que a un futbolista emergente no solo debe valorársele por lo que ya ha hecho, sino por lo que puede hacer. Pero no todos tienen más o menos claro qué parámetros considerar para valorar el posible impacto de esa apuesta. ¿Qué hace diferente a Bellingham del resto de proyectos de futbolistas top? ¿Por qué parece tener incorporado un chip de grandeza que posibilitó que su adaptación al Real Madrid fuera un trámite? ¿Se puede deducir, simple y llanamente, que es un elegido? ¿Su rendimiento se explica a partir de un cuestión eminentemente táctica? ¿Fue un acierto rotundo de la dirección deportiva en términos de encaje con lo que venía pidiendo el equipo para lamerse las heridas?
Todos los directores deportivos tienen más o menos claro que a un futbolista emergente hay que valorarlo por lo que puede hacer. Pero no todos tienen más o menos claro qué parámetros considerar para valorar el posible impacto de esa apuesta
A mi cada vez me parece más complicado anticipar si determinadas apuestas pueden salir bien o pueden salir mal. Más allá del vaticinio clarividente, creo fervientemente en que hay elementos capitales a tomar en cuenta a la hora de fantasear con la idea de que estamos ante algo realmente importante. Y que hablar de un contexto propicio para desarrollar esas apuestas no se limita a cuestiones tácticas ni futbolísticas, sino también sociales y culturales. Además, a diferencia de mucha gente, también concedo que la suerte tiene siempre una carta reservada decisiva al momento de decantar las cosas.
Por mucho que nos martiricemos cuando las proyecciones no salen bien, es verdad que también tiene su encanto desarrollar cierto olfato y sensibilidad para decidir si estamos ante una comedia romántica que destila frescura y nada más o, en su defecto, ante el prólogo de una obra lo suficientemente importante como para tomar en serio a su director.
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Fotografía de Getty Images.