La derrota duele. La derrota, hablando en plata, es una mierda. Puede suponer un golpe psicológico tremendo que, en muchas ocasiones, es difícil de combatir. Más aun duele el tropiezo cuando piensas que vas a conseguir la victoria. Es en esas ocasiones cuando un mal resultado nos puede confundir y hacernos creer que el futuro es más negro de lo que realmente es, nos paraliza y nos impide saber que tan solo unos pasos más adelante podríamos encontrar el éxito. Es lo peor que podríamos hacer, dejarnos llevar por una derrota.
Para Heung-Min Son la derrota frente a México suponía algo más que una frustración. Durante todo el Mundial se le había visto algo más motivado que el resto de sus compañeros, no por ser el jugador con más calidad del plantel, que también, sino por la promesa que recibió de su gobierno antes de la cita más importante del deporte rey. Son, que cumplirá 26 años este curso, deberá presentarse a realizar el servicio militar por los siguientes dos años de su vida. Dos años que paralizarían su carrera futbolista, la cual está en su mejor momento, siendo uno de los jugadores más destacados de la Premier League gracias a sus cifras con el Tottenham. La promesa que recibió era tan alentadora como arriesgada; podía librarse del servicio militar si Corea del Sur saltaba al césped en los octavos de final del Mundial. Si eres jugador de Brasil tal vez te tomas con más tranquilidad un reto de estas dimensiones; pero si eres jugador de la selección de Corea del Sur lo normal es que no lo veas demasiado claro, y menos si en el grupo te ha tocado enfrentarte a Alemania, México y Suecia. Por eso, la derrota contra México tuvo un saber tan amargo para Son, pues su conjunto pasaba a necesitar una carambola imposible para pasar de grupos (que finalmente no se dio en la última jornada).
El centrocampista del Tottenham golpeó el balón desde fuera del área con toda su alma. Le puso tantas ganas que la clavó por la escuadra. Y tras marcar tremendo golazo no lo celebró. Porque no había celebración sin victoria. Se fue corriendo, realizando la misma trayectoria que había hecho el balón, para recogerlo de la portería y aferrarse a los pocos segundos de partido para intentar hacer la imposible. Rascar un punto a México. Pero no sucedió y las lágrimas no eran de pena por no haber pasado a octavos, sino más bien por el miedo a que el futuro lo apartase de su sueño, encerrado en un uniforme de militar durante los próximos 24 meses. A pesar de que todavía la queda la opción de los Juegos Asiáticos para evadir el servicio militar, Son perdió gran parte de la esperanza.
Esperemos, por el bien del fútbol, que la cordura evite frenar el recorrido de uno de los mejores jugadores de la actualidad. Porque Heung-Min Son encontró su lugar al lado de una pelota. No de un fusil
No será el primero, ni el último, en pasar por una situación parecida. Al menos, en este punto entre librarse o no del servicio militar. Muchos han conseguido evitarlo, otros tuvieron que resignarse. La mayoría que no consiguieron eludirlo eran, como Son, surcoreanos. Más sorprende en estos tiempos donde, al menos desde nuestra posición, vemos algo lejano la obligatoriedad de pasar por la mili. Para Emilio Butragueño, como para el resto de españoles de su época, no era tan extraño. En unos tiempos en los que los jugadores no eran tan mediáticos como ahora, podías pasar desapercibido hasta para tu brigada. Recordemos que cuando ‘El Buitre’ le comentó al Brigada Gil que al día siguiente jugaba en el Bernabéu, la respuesta que recibió fue clara: “usted se está riendo de mi”. Cuando le consiguió convencer, al día siguiente le pudo demostrar su historia. Butragueño había sido portada del periódico al marcar el gol del empate en el encuentro. Lo que vino después lo conocemos todos. El ejército nunca lo olvidaría. En aquellos tiempos, en España, no se libraba del servicio militar ni Emilio Butragueño.
Ahora, al menos desde nuestra perspectiva, sorprenden casos como el que les tocó vivir a Butragueño o a Ness Nissim Zamir, jugador del Albacete B que en 2010 viajó con la Sub21 a jugar en Israel y fue retenido e incapacitado para volver a España. Al jugador le obligaron a pasar en un cuartel el reconocimiento médico e incluso le raparon el pelo cual militar. Todo ello por no tener la catalogación de futbolista profesional.
Los también jugadores de la selección surcoreana Kim Min-woo y Ju See-jong, mientras sonaba el himno en los duelos que han disputado, se llevaban la mano a la frente, realizando el saludo militar antes de comenzar el partido. Situación que llamó la atención de muchos, pero que esconde su lógica; ambos están realizando el servicio militar en Corea mientras juegan en equipos del país asiático. También vivimos algo parecido en Sudáfrica, en este caso cuando Kim Jung-woo hacía lo propio cada vez que escuchaba el himno. El tipo tenía la peculiaridad de estar sirviendo a su país, sí, pero como futbolista. Si juegas en Sangmu, equipo que tiene acuerdo con el ejército, realizas tu servicio como deportista.
Jugar a fútbol y servir a tu país son dos actividades que muchas veces no son compatibles entre ellas. Qué hubiera sido de las carreras de muchos de futbolistas si hubieran tenido que dejar el fútbol durante su estancia en el ejército. Hasta qué punto la historia de nuestro deporte hubiera sido otra si Paulo Futre el año que Jesus Gil anunciaba su fichaje hubiera tenido que cambiar la camiseta rojiblanca del Atlético de Madrid por la verde militar al olvidar enviar la prórroga que le evadía de ello. Otro ejemplo es el de la estrella egipcia Mohamed Salah, que en 2014, cuando fichó por el Chelsea, tuvo que conseguir el permiso de El Cairo para no interrumpir su carrera como futbolista. El actual jugador del Liverpool, casi con total seguridad, no estaría a día de hoy donde está si no hubiese podido esquivar aquel obstáculo.
Esperemos, por el bien del fútbol, que la cordura evite frenar el recorrido de uno de los mejores jugadores de la actualidad. Porque Heung-Min Son encontró su lugar al lado de una pelota. No de un fusil.