Son tóxicos. Atraen los conflictos. Se rebelan. Les va la marcha. Detestan la convivencia. Destruyen todo cuanto hay a su alrededor y, en ocasiones, solo responden ante la ley del más fuerte. Algunos por indisciplina patológica, otros por su carácter volcánico, lo cierto es que hay futbolistas con los que es mejor no coincidir si quieres ahorrarte problemas.
Estas historias están extraídas del interior del #Panenka80, un número que todavía puedes conseguir aquí
Paul Gascoigne siempre tuvo la mirada de un niño travieso. Pero la sobreexposición mediática, el alcoholismo y un pasado traumático lo condenaron a la decadencia más cruel. Sus payasadas escondían, en cierto modo, la fragilidad de un genio atormentado.
¿Responde este agarrón de cuello a un indecente cruce de cables? No tratándose de Stuart Pearce, con un pasado como electricista y un apodo tan poco ambiguo como ‘Psycho’. Hizo carrera en el Nottingham Forest y en la selección inglesa, actuando de lateral izquierdo, y sin embargo sus acciones muchas veces no tenían defensa alguna.
Capaz de enfadarse hasta hirviendo una sopa, a Oliver Kahn le reventaron la sien con una pelota de golf durante una visita a Friburgo. Decir que aquel día acabó el partido más cabreado de lo habitual sería mentir, pues no había choque en el que no sacara de quicio a todo rival que osara entrar en su área pequeña. Con gorra o sin ella, un ogro en el campo; el carácter más avinagrado de todo el fútbol alemán.
Un joven Ibrahimovic ríe y baila con sus compis del Malmö. Nada hace presagiar que a lo largo de su carrera acabará a tortazos en casi todos los vestuarios, amenazará a entrenadores y desafiará toda orden establecida dentro de un grupo. A su aire, siempre.
Peinetas, patadas de kung-fu, dedos en la nariz… Algunos dirán que la cabeza de Éric Cantona (¿cómo un futbolista tan fino pudo perpetrar acciones tan sucias?) nunca estuvo en su sitio; otros, que nunca encontró el sitio donde asentarla. Un verso libre, indescifrable, caótico. Y con la cabeza bien alta. A juego con el cuello de su camiseta.
El central uruguayo Paolo Montero -más de una década de fidelidad a la Juventus- era capaz de prender la mecha del enfrentamiento en cualquier momento. A veces, incluso, con una mirada. La especialidad del jugador que más rojas ha recibido en la historia de la Serie A: el codazo inmisericorde en la cara del contrario. Tenía fuego en la sangre.
No es casualidad que la pronunciación de su apellido recuerde a ‘king’. Porque el excapitán del Manchester United, además del rey del centro del campo red devil durante 12 años, también fue el rey de las peleas, sin importar la diferencia de efectivos entre un bando y otro. En la imagen, disfrutando de un United-Chelsea. ¿Algún problema?
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Fotografías de Cordon Press, Imago, Getty y Bonny Hakansson / Bilder i Syd