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Lobo: “Los sevillistas solo tenemos ojos para lo nuestro”

Al Sevilla no se le anima. Al Sevilla, directamente, se le quiere. Una conversación tranquila con José Lobo, hincha de su club y escritor, por este orden

José Lobo escribe tan bien que casi no escribe. Esta premisa es mejor dejarla aquí desde el principio, expuesta al sol, para que no se enfríe. Hay clases y clases de escritores, algunos infames, y otros que, aunque lleguen a ti a través de un pedazo de papel, directamente te hablan, o te hacen cosquillas, o te asesinan. Son escritores poco escritores, por así decirlo. Gente peligrosa. Y Lobo, sépanlo comisarios y jueces del mundo, es uno de ellos. Así que ojito. No hay otra manera de leerle que dejando sutilmente tu mano derecha colocada en el bolsillo interior del abrigo, a sabiendas de que el muy cabrón tal vez consiga invadir tus entrañas, pincharte el nervio, y entonces tú, asustado como lo está una rata cuando la encierran en un cubo, no tengas otra opción que sacar el revólver y pegar un tiro, aunque sea al vacío.

Padre, madre e incluso abuelo de ‘Yonkis y gitanos’ (Libros del K.O., 2014), un relato sevillista que habría que recomendárselo hasta a las palomas, y autor de unos de los escritos que nutren el último número de Panenka, dedicado al Sevilla FC, me dispongo a entrevistarle. Quiero que me hable más de su club, o de la última década de éxitos, o de su vida, o de lo que le dé la gana. Pero quiero que lo haga a su modo, olvidándose del código civil por un rato.

Arranquemos esta hermosa historia por el final. Rollo spoiler. Jorge Luis Sampaoli. Casilda, Provincia de Santa Fe, Argentina. 56 años. Calvo, con algún que otro tatuaje. Campeón de Chile y de América. ¿Ilusión o acojone?

Bueno, la verdad es que sigo un poco a verlas venir, porque a mí lo primero que me marca es el partido de Trondheim, el de la Supercopa de Europa ante el Real Madrid. Ese día todo fue un poco raro. El Sevilla estaba tocando realmente bien, y yo pensaba: ‘Joder, qué manera de jugar a la pelota’. Pero hay una jugada en el minuto 91, en un córner a favor del Sevilla, en la que los  tíos sacan el balón en corto y  se ponen a mamonear, y entonces me acordé del partido ese del Mundial del 94, en el que Bulgaria echó a Francia en el último suspiro [Gignola trató de aguantar el balón en la línea de fondo, pero lo perdió y el contrataque acabó en el gol de la victoria búlgara], y me dije: ‘¿Pero dónde vas sacando así, cabrón, en la última jugada?’. Y eso también te impresiona un poco, porque crees que hasta a los jugadores les pueden entrar dudas. Hostia, es que Emery te colgaba todos los córneres, incluso los del minuto 70. Y ya no digamos Caparrós, que si el equipo iba ganando, a partir del minuto 50 directamente no se jugaba.

Aunque por otra parte está el primer encuentro de Liga contra el Espanyol, que yo no he visto jugar al Sevilla de esa manera nunca en mi vida, y que Sampaoli, en general, transmite mucha seguridad en sí mismo. No sé si lo has visto en alguna rueda de prensa, pero es un tío que, por su estilo táctico y siendo argentino, podrías sospechar que es el típico que dice una montón de tonterías para no acabar diciendo nada, pero pasa al revés. Si se ha equivocado, lo reconoce. Si tiene que darle la razón al periodista, se la da.

Su misión no es sencilla. Llega a un Sevilla bañado en oro. Uno más. De puertas afuera ya os miran como a un grande. ¿A ti te ha cambiado mucho la percepción que tienes del club con los éxitos de estos últimos años?

No, personalmente no. Pero eso es porque yo siempre he sido bastante fatalista. Siempre he tenido la mosca detrás de la oreja de decir: ‘hostia, ojo, que de un momento a otro todo esto se puede ir al carajo’. Además, es que no es fácil estar ahí arriba cada año. Piensa que el Sevilla cada temporada que empieza viene de la venta de jugadores. Mira lo que nos pasó después de Juande, que nos quedamos con un equipo bastante mediocre. Aquel grupo volvió a lo típico del Sevilla: 14 victorias, 10 empates y 14 derrotas. Sí, sí. Eso es lo que éramos nosotros en los años ochenta: 14 victorias, 10 empates y 14 derrotas.

 

“Veo bien que las nuevas generaciones se hayan acostumbrado a que el Sevilla gane. Contra eso no puedo decir nada. Sería como quejarme de que los niños de ahora ya no se mueren porque tienen la penicilina”

 

¿Y ese pesimismo también existe en la grada del Sánchez-Pizjuán?

Si tengo que responderte de parte de la afición, te diría que no, que en general ahora nos creemos más fuertes. Quieras o no, cuando se ganan títulos la gente a lo que se acostumbra es a ir al fútbol a pasárselo bien. Aunque yo creo que en mi vida he ido el fútbol a pasármelo bien (risas). Pero bueno. Digamos que hoy los aficionados son más exigentes. Es otro tipo de Sevilla. Ni peor ni mejor. Diferente.

En Europa, desde luego, nadie quiere cruzarse en vuestro camino.

Sí, y lo entiendo. Y también podría entender que cualquier persona que me escuche reflexionar sobre este asunto, sea sevillista o no, pueda pensar que estoy obsesionado con perder o algo así (risas). Pero es verdad que nos respetan más. Por ejemplo, me hizo mucha gracia que pusieron hace poco un tweet los de la UEFA con las normas de la temporada 2016/2017 de la Europa League, y veías mucha gente que decía que sí, que estaban de acuerdo, pero que la última norma era que el Sevilla saldría campeón. Y ya te digo, esos tipos no eran ni españoles, igual eran, no sé, aficionados del West Ham United.

Las nuevas generaciones de sevillistas también han cambiado. En el texto que publicaste en el último número de Panenka, comentabas que tu infancia era la ilusión que sentías después de que el Sevilla ganara dos partidos seguidos en casa. Pero es que dentro de unos años los críos que ahora siguen al club podrán decir que la suya es la de ver al Sevilla levantar dos Europa League consecutivas. El listón ha subido unos cuantos palmos. ¿Es bueno que pase esto?

Yo lo veo bien. Contra eso no puedo decir nada. Sería como quejarme de que los niños de ahora ya no se mueren porque tienen la penicilina. Sería una irresponsabilidad decir que tienen que sufrir como sufrimos nosotros a su edad. Ya sabes: yo lo que quiero es que todo el mundo sea millonario , y feliz, y que ole sus huevos. Que ya lo pasé yo bastante mal por ellos. Pero claro, también pueden venir mal dadas, y entonces a los chavales les faltará ese bagaje. Habrá que ver si cuando el equipo pierde son capaces de levantarse y de tirar pa’lante, como ya hicimos nosotros.

Ahí tendréis que tirar del carro los más veteranos…

A ver, la verdad es que yo ahora todo lo veo muy desde fuera. Ya no estoy tan implicado como lo estaba antes, siendo más joven. Solo voy muy de vez en cuando al campo. Vale sí, veo los partidos, las finales y demás. Pero es otra cosa. Con el último equipo que conecté de pleno fue con el de Caparrós, el de justo antes de que vinieran los éxitos. De hecho, creo que es con el que más me he sentido identificado de mi vida. Porque era un equipo muy desagradable, no caía bien en ningún lado, tenía fama de repartir leña… Y yo estaba muy fascinado con esa gente porque representaban lo que yo siempre había deseado que fuese el Sevilla. Que sí, que éramos muy malos, de acuerdo, pero al menos no se reían de nosotros. Porque ese Sevilla anterior, el que te he dicho antes de las 14 victorias, los 10 empates y las 14 derrotas, era un Sevilla que te lo bordaba en casa, jugando muy bien, incluso contra un Real Madrid, pero que después iba a El Sardinero y ahí lo reventaban a patadas y no daba la cara. Yo a ese conjunto lo veía tan falto de huevos que me desarmaba. Era como si todo aquel que se pusiera la camiseta del Sevilla se volviera tonto. Y con Caparrós fue todo lo contrario. Hay un partido que a mí me encanta, contra el Alavés, en la primera temporada de Caparrós. Ellos llegan líderes a la jornada. Al Sevilla le dan una mano de ostias en Vitoria increíble, pero los chicos le ponen agallas, y  qué coño, terminan ganando. Con nieve, un frío horrible… Y les quitamos el liderato. Ahí se demostró que sí, que éramos muy limitaditos, pero que al menos ya no nos iba a pintar la cara nadie.

Tú mismo afirmas en tus textos que este Sevilla de la última década no se parece en nada a todos los Sevillas de la historia.

Es que ha habido un giro muy grande. Hasta que empezamos a ganar, a nosotros siempre nos pasaba lo mismo: empezábamos la temporada muy bien, siendo incluso primeros en octubre, pero era llegar la primavera, cuando aparecía el buen tiempo y se montaba la feria en la ciudad, y el equipo se venía abajo de una manera descomunal. Lo perdíamos todo. Pero todo, ¿eh? Se convirtió en un tópico. Cuando llegaba la primavera, a palmar. Y no fallaba. Cada año la misma historia. Claro, ya no ibas a bajar porque en los meses anteriores habías conseguido un colchón de puntos importante, pero del quinto puesto caías al décimo o al undécimo.

Las dos personas más importantes en 110 años de Sevilla Fútbol Club se llaman Ramón: Sánchez Pizjuán y Ramón Rodríguez Verdejo. Y no sé a cuál de los dos colocaría antes. Esta frase es tuya. Debiste llevarte un buen susto cuando este verano Monchi hizo el amago de marcharse…

Me acojoné, la verdad. Me acojoné mucho. Era como decir: ‘Y después de este tío, ¿quién coño hay?’. Que sí, que ya sé que el Sevilla no va a desaparecer ni nada, pero creo que eso es algo que atemoriza a cualquier sevillista, el vacío que puede abrirse el día que falte Monchi. No sé, fue bastante raro ese amago… Yo no lo conozco personalmente, pero tengo a amigos que sí, y la conclusión que saco es que es un tío bastante inseguro. Por ejemplo, cuando habla con la prensa, su lenguaje corporal delata nerviosismo. No mira nunca a la cara, gesticula mucho, se expresa muy mal, cosa que a veces provoca confusiones… Durante la época jodida que vivimos entre Juande y Unay, en la que hubo fichajes que no funcionaron y tal, muchas veces, por no utilizar las frases adecuadas, Monchi daba mensajes que no eran tan negativos como la afición así los entendía. Y durante esos meses hubo mucha gente que se puso en contra de él. Vamos, que no podían ni verlo. Igual es el síndrome de haber sido portero suplente durante tantos años, que ha provocado que ahora no le guste estar bajo los focos (risas). En cualquier caso, a mí lo que más me sorprende es que esta inseguridad le afecte a un tío que podría estar perfectamente endiosado, porque lo que ha hecho este hombre con el Sevilla no lo hace nadie.

Hablemos un poco de vuestra personalidad. ¿Alguien que anime al Sevilla puede tener un segundo equipo? Visto desde el otro lado de la barrera, desde cualquier otro sitio de España, la percepción es que es imposible. Que antes os cambiáis de deporte, vamos.

Pues es una apreciación bastante correcta. Creo que eso tiene mucho que ver, más que con el carácter de la afición, con el carácter de la ciudad. Como dicen en el resto de Andalucía, aquí en Sevilla somos muy ‘ombliguistas’, solamente tenemos ojos para lo nuestro. Y es la puta verdad. Aquí desde que naces te apuntan al Sevilla, te inscriben a la Hermandad de la Semana Santa, te llevan a la feria… La gente que vive en Sevilla está constantemente tratando de disfrutar de las cosas que les da su ciudad. Y claro, así nos acabamos creyendo los mejores del mundo entero, porque no nos fijamos nunca en lo que pasa a fuera. Es como una especie de chovinismo muy marcado, que obviamente tiene sus cosas malas, pero que también tiene sus cosas buenas, como por ejemplo que aquí nos movemos únicamente con lo nuestro, ya sea con el fútbol, o con las fiestas, o con cualquier otro aspecto. Hostia, ¿a ti qué más te da que un equipo que juega a 500 kilómetros gane algo? Yo lo que quiero es que gane el mío. Y punto.

Yo entiendo a la gente del Murcia que se enfada cuando la mayoría de los vecinos de la ciudad, como su equipo ya no está en Primera, se cambian de colores y se ponen a seguir a los grandes, como el Madrid o el Barcelona. Coño, échale un poco de huevos a la vida, tío, y muévete con los tuyos. Tira con tu equipo y ya está.

 

“Quieras o no, cuando se ganan títulos la gente a lo que se acostumbra es a ir al fútbol a pasárselo bien. Aunque yo creo que en mi vida he ido el fútbol a pasármelo bien”

 

¿Esto es lo mejor que tiene vuestra hinchada?

Sí, sin duda. Los sevillistas nos sentimos muy arraigados a nuestro club, tenemos muy claro quiénes somos y qué queremos ser. Yo para eso del orgullo sevillista siempre pongo el mismo ejemplo,  de cuando al Sevilla lo intentaron bajar a Segunda B. Bueno, que lo tendrían que haber bajado, de hecho, pero que al final no pudieron hacerlo porque no les dejamos (se ríe). Tú piensa que entonces, en 1995, no había ni móviles, ni WhatsApp, ni Twitter, ni absolutamente nada, y me acuerdo bastante bien que el mismo día 1 de agosto se fue un montón de gente al estadio, y que de ahí salió la idea de montar una manifestación. Al día siguiente, el 2 de agosto, sacamos a 50.000 personas a la calle, y acabamos en la portada del ABC y todo. Eso es lo que más me gusta, ese fuerza del sevillismo de decir: ‘Nosotros no vamos a dejar que por una orden que viene de fuera este club se muera’. Y ahora que lo pienso me da mucha pena que ni en el libro ni en el reportaje que os he escrito haya hablado mucho sobre este tema, porque fue la hostia. Ya lo dijo Álvaro Corazón Rural en un texto, que esa es la única manifestación de una hinchada que ha servido para algo. Le pasa eso mismo al Celta o a cualquier otro y ya te digo yo que ese club acaba en Segunda B.

¿Y si tuvieras que resaltar un defecto de vuestra manera de ser?

Nuestro mayor problema es que el Sevilla, muchas veces, es la cara opuesta de esto mismo que te acabo de contar. Te hablo sobre todo de antes de los noventa. Éramos una afición, me acuerdo que me lo decía mi abuelo, que no veía nada bien eso de ir al campo con la bufanda y la camiseta. Decían que eso era hacer el payaso. Que había que ir al fútbol como señoritos. La verdad es que esto ya se nota muchísimo menos, pero en el Sevilla siempre había habido un clasismo que te cagas. Mira, ¿verdad que si yo ahora me voy a Barcelona y quiero hacerme socio del Barça puedo?

Sí, claro.

Pues aquí no era así. Esto me lo contaba muchas veces mi tío, que se hizo socio del Sevilla en el año 86. Me explicaba que mi padre tuvo que ir a firmar conforme lo conocía. Ese era el modus operandi para apuntarse al Sevilla. Y mierdas como estas solo se hacen en los clubes elitistas que hay en la ciudad, como el náutico o el no sé cuántos… Vamos, que no podías venir de fuera y hacerte socio del Sevilla. Joder, macho, que somos cuatro gatos y el de la moto, deja que venga gente y nos ayude a animar… Al final eso quedó en desuso, pero en su día estaba presente, hacíamos gala de un elitismo un poco absurdo. Además eso pasaba justo en aquella época en la que siempre quedábamos a media tabla. Y yo ahora me pregunto: ‘¿Pero de qué coño íbamos tío? ¿Todo el día comiendo mierda y encima prepotentes?’.    

Te suelto la última. En el inicio de la pieza que escribiste para la revista, a modo de presentación, se le preguntaba al lector con cuál de los equipos campeones del club se iría de copas. Ahora te paso el balón a ti: ¿Con qué Sevilla de la última década te montarías una buena farra?

Con el de 2006. Con el primero.  Para mí ni de coña ha habido otro equipo igual. Bajo mi punto de vista, ese es el mejor Sevilla de la historia.

 

JoseLobo 1Ni yonki ni gitano. José Lobo es José Lobo, y sanseacabó. En su bio de Twitter se declara primer ministro de Somalia, aunque sueña con reencarnarse en Luis Fabiano. Sevillano nacido en 1980, la editorial Libros del K.O. lo reclutó para destripar el sentimiento sevillista. Y vaya si lo consiguió. Buena parte de sus escritos también pueden encontrarse en el blog Palanganismo Exacerbado, otra plataforma insignia de la literatura futbolística de calidad de nuestros tiempos. Con la pluma en la mano, y aunque le joda admitirlo, Lobo es más de Sampaoli que de Caparrós. Cómo juega, señores. Cómo juega.