¿Cuánto se ha contado ya del fútbol? ¿Y cuántas cosas quedan por contar? Este deporte perenne no deja de vivir y, si alguna vez fue solamente chutar un balón, ahora son centenares y miles de vivencias vividas. El compendio de páginas que ilustrarían todas sus historias no cabrían en las más avariciosas estanterías. Sus innumerables tomos irían acumulando polvo esperando a que alguna mente inquieta leyese todo aquello que tienen por contar. Y, sin duda, uno de los más entretenidos sería el de los sobrenombres. Los apodos. Cómo nacieron y nos abrazaron a ellos. Otros cayeron en el olvido. Algunos lograron sobrevivir al paso del tiempo y otros, como este, quisieron ser defenestrados.
Corría el 2005 cuando la selección femenina de Filipinas celebraba como anfitriona los Juegos del Sudeste Asiático. Un campeonato de fútbol que debería acoger a ocho combinados nacionales. A última hora, sin embargo, Laos, Singapur y Malasia declinaron la invitación. A bote pronto, podía parecer un torneo más para el combinado nacional. Y, si únicamente nos ceñimos a los resultados deportivos, se podría decir que Filipinas tuvo una de esas actuaciones para olvidar. Cuarta de grupo y eliminada de las fases finales, tan solo logró vencer por 2-0 a Indonesia, que acabó colista. Un papel muy secundario que acabaría siendo el prólogo de la historia. Porque Ernest Nierras, por aquel entonces seleccionador del combinado filipino, apreció que sus jugadoras disputaban, a tumba abierta, cada uno de los duelos. Garra, valentía y determinación fueron adjetivos que se emplearon para definir el juego de las protagonistas. Pero el objetivo era ir un paso más allá y rebuscó entre palabras vacías hasta encontrar el vocablo que definiese a un equipo al que los rivales temiesen enfrentarse: las ‘Malditas’.
En el país asiático el apodo cayó de pie. Y es que, en su diccionario, la palabra vendría a significar ‘damas luchadoras’. Acertado adjetivo pues, a pesar de las adversidades y de los malos resultados, allí seguían ellas. Los años se sucedían y la selección se estrellaba, en el mejor de los casos, en la fase de grupos. Habituales eran los torneos en los que ni siquiera lograban la clasificación, más allá de los que se disputaban en el sur de Asia. Pero allí seguían ellas, al pie del cañón. Dando guerra y complicando la estancia a sus rivales. Con el tiempo, el temor que infundaban a sus rivales fue en aumento y, en 2018, se encendió la mecha. Tras 15 años sin clasificarse para la AFC Women’s Asian Cup, las ‘Malditas’ regresaron a una competición oficial y superaron la fase de grupos, logrando así una meritoria clasificación para disputar los play-off de acceso al Mundial de 2019. Cayeron en el duelo frente a Corea del Sur y quedaron sextas en el campeonato asiático. A la postre, tampoco lograron la victoria que permitiese su ingreso en la Copa del Mundo. Pero las brasas ya estaban encendidas.
Era el momento de las ‘Malditas’. Porque al lanzamiento le acompañó una sonrisa. Y a la sonrisa, los abrazos. Y a los abrazos, el llanto por saberse clasificadas por primera vez en la historia para la Copa del Mundo
Un año más tarde, la selección filipina lograba otra hazaña en la AFF Women’s Championship, competición que aglutina a selecciones del sureste asiático y Oceanía. Tras superar por primera vez la fase de grupos, caerían en semifinales y quedarían a un paso de colgarse el bronce del cuello. Estaban a un solo escalón de la gloria y llegó 2022. El año que mejor representó ese apodo al que Ernest Nierras se había acogido 17 años antes. El 30 de enero de 2022, un año atrás, Sarina Bolden agarró el esférico y lo acurrucó, con mimo, a once metros de la guardameta china Cheng Ssu-Yu. Era el penalti que decantaba la tanda. Era el momento de la gloria o el llanto. Del blanco o del negro. Era el momento de las ‘Malditas’. Porque al lanzamiento le acompañó una sonrisa. Y a la sonrisa, los abrazos. Y a los abrazos, el llanto por saberse clasificadas por primera vez en la historia para la Copa del Mundo que se disputará este verano en Australia y Nueva Zelanda.
La alegría en el fútbol femenino filipino no había hecho nada más que empezar. Meses más tarde, y como anfitrionas de la AFF Women’s Championship, las ‘Malditas’ pulverizarían sus números. 0-4, 7-0, 4-1… La fase de grupos fue un plácido paseo de verano que solo se vio interrumpido tras caer ante Tailandia. En semifinales se verían las caras con Vietnam -otra de las debutantes en el próximo Mundial- y las filipinas explicaron a la perfección por qué había que temerlas. Otra goleada, esta por 0-4, les entregaba su primera final. Y, su rival, el mismo frente al que habían hincado la rodilla en fase de grupos. Si Tailandia se supo ganadora en algún momento, el conjunto de Alen Stajcic se encargó de devolverlas a la realidad. Uno, dos y tres. Cowart, Guillou y Bolden. Y a brillar como brilló el oro que sujetaban al acabar los 90 minutos. Temidas en Asia, las ‘Malditas’ habían pasado de ser una selección sobre la cual hacer burla a silenciar estadios. A ser referente.
“Nuestras atletas son filipinas. Voluntariosas, decididas, apasionadas y con la voluntad de, no solo, representarse a sí mismas, sino al país”, aseguró Jefferson Cheng, director deportivo del equipo femenino de Filipinas, a través de un comunicado. “‘Filipinas’ es simple y nacionalista. Todas las partes han reconocido que, ahora que iremos al Mundial, no podemos seguir usando un apodo con connotaciones negativas en gran parte del mundo. Esperamos que los aficionados entiendan y respalden esta decisión”, concluyó dicha misiva. Y es que, si durante 17 años se había trabajado en crear una identidad propia reflejada a través de su apodo, ahora este desaparecía de cualquier documento oficial. Se cerraba un ciclo. Se ponía punto y final a las ‘Damas luchadoras’.
Las ‘Filipinas’ viajarán al Mundial. Nace un nuevo apodo, con todo un futuro por delante y perece otro, cuya historia quedará siempre ligada al mejor año de la historia de su selección. No se entiende la clasificación al Mundial ni el campeonato asiático sin este. Ni tampoco la evolución de la selección, desde que mordían el polvo hasta que levantaron la copa. A pesar de la nueva identidad, costará deshacerse de lo que este significó para unas futbolistas que lo convirtieron en bandera y de una afición que lo tatuó en su garganta. Es prácticamente imposible. Serán, de ahora en adelante, las ‘Filipinas’. Y, sin embargo, por siempre ‘Malditas’.
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Fotografía de Getty Images.