Así arranca el #Panenka111, nuestro nuevo número, que ya está disponible en kioscos, librerías y aquí
A Charles W. Alcock no le hacía falta el fútbol. Para nada. Una vez terminados los estudios, ¿qué ganaría con mantener una afición como esa? Qué manera de complicarse la vida. De buena familia, hijo de un comerciante naval, de colegio privado (de Harrow, para más señas), le bastaba con agarrarse a la rueda y dejar que la inercia hiciera el resto. Y sin embargo, estando en su mansión, tan apacible y tranquila, a la sombra de sus privilegios de clase, se sentía inquieto. Quién sabe si, mientras esperaba a la hora del té para recibir a unos amigos, pensó que sería interesante seguir manchándose de barro. Así que junto a su hermano y varios colegas fundó el Forest Club, germen del equipo que se acabaría llamando Wanderers por su naturaleza errante, siempre de campo en campo en la Londres de la segunda mitad del XIX. También se entregó a la idea de organizar partidos internacionales, esos primeros duelos entre Inglaterra y Escocia en los que puso su alma, pero también su cuerpo, como capitán inglés. Y en 1871, a los 29 años, pintó su obra maestra: una competición con rondas a muerte súbita, al estilo de los torneos entre colegios de niños bien, pero extensiva a todos los clubes adscritos a la federación inglesa. Había nacido la FA Cup. Amante del juego de pase, otra preciosa manera de complicarse la vida, Alcock hizo de los Wanderers sus primeros campeones.
Un siglo y medio después, el fútbol de élite ya no es la innovación, el riesgo y la novedad; es la mansión, el té con pastas, la fábrica textil y los albaranes. Los que hoy lo rigen ya no huyen de la inercia, sino que viven de ella. Sin más barro que pisar, ya no hay audacia ni aventura en el horizonte. La FA Cup, en cambio, ha vuelto al punto en el que la dejó Alcock. Sí, es cierto que fue durante décadas la punta de lanza del establishment. Pero hoy es la resistencia. Porque los visionarios de petrodólar y superliga la ven como una manera de complicarse la existencia. Una anomalía a eliminar. Puede que lo logren, pero nadie los recordará. Tan claro como que, de haber mandado ellos en 1871, no habríamos visto un balón en la vida.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de Imago.