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La etapa adulta del guardameta: tiempo, espacio y engaño

El paso del tiempo ha dado como resultado la evolución técnica, táctica e intelectual del último de los once jugadores de campo. No hay temor a equivocarse: el portero ejecuta, interpreta y decide como nunca antes

guardameta

Esta es una historia plagada de líneas que confluyen, dando como resultado una evolución original y no cíclica, como muchas otras que ya fueron y han vuelto. El qué: los porteros viven el momento más importante y relevante de su historia como figuras y puede que sólo sea una etapa más de algo mayor. El cómo: una acumulación de sucesos y hallazgos han llevado al guardameta, único componente del juego que puede coger la pelota con la mano, a tocarla y pensar más que nunca y con tanta relevancia con ella en los pies.

Por escoger un punto cercano desde el que partir, si viviste los años 90 y relacionas el papel del portero con el balón desbloquearas numerosos recuerdos asociados a los cancerberos. Por enumerar unos cuantos brevemente:

    1. En 1992 se prohíbe ceder la pelota al portero y que éste la coja con la mano, resultando un cambio trascendental en la historia del fútbol.
    2. Un portero no podía participar del juego porque los que participan cometen errores. Y un error del portero cuesta un gol.
    3. Cruyff empieza a dar sentido, aunque todavía tenue, al uso del pie por parte del portero, a través del por aquel entonces excéntrico Carlos Busquets, padre de Sergio.
    4. Los mejores porteros no necesitaban sus pies para serlo: Peter Schmeichel, Oliver Kahn, Edwin Van der Sar, Bodo Illgner, Andreas Kopke, Vitor Baia, Gianluigi Pagliuca o Andoni Zubizarreta.
    5. Los arqueros latinoamericanos daban continuidad a su forma de sentir el fútbol y culminan sus irreverencias (Hugo Gatti, René Higuita, Jorge Campos) con el excepcional rol de especialistas en faltas directas y lanzamientos de penaltis (José Luis Chilavert, Rogerio Ceni).
    6. El buen juego de pies de un portero se asociaba con el golpeo, no con la intención.

Algo comenzaba a moverse, sí, pero el juego no pasaba por ellos.

En las dos últimas décadas han pasado muchas cosas que podemos englobar en: cómo conservo el balón, cómo progreso con él para crear espacios que no me ceden, cómo recupero la pelota mejor y más arriba ante equipos que intentan conservarla o cómo aprovecho esa misma presión que sufro para escapar de ella. Todo es tiempo, espacio y engaño, al que nunca tuvo acceso el portero y sí los otros diez futbolistas de campo. Paulatinamente, sobre todo desde el momento en que la presión adelantada pasó a ser un método sofisticado e intencionado de entrenamiento y organización, estandarizándose como antes se estandarizó defender en zona, el portero comenzó a usar más el pie. Al principio fue un reto técnico mientras al guardameta se le entrenaba en la confianza. Rifarla sería siempre la última opción y no la primera. Así, comenzaba a jugarse con el tiempo. Después, que es ahora, en los últimos dos o tres años, el portero es partícipe del espacio, lo que convierte a su intervención en un proceso itinerante y no estático. En referencia al mismo, su posición tiende a desubicarle del centro: sale más del área, abre su posición para generar superioridad y la retrasa hasta la línea de gol para distanciar las presiones intermedias de jugadores que intentan habilitar trampas y cerrar el camino de vuelta tras el primer pase.

 

Si hace un par de lustros el jugador que veía el juego de cara para tomar decisiones era el mediocentro, ahora es el portero el que ejerce como el único de los futbolistas que lo ve todo cuando recibe el balón, pudiendo así jugar con varias intenciones

 

Éste último es un paso inaudito, impensado para la gran mayoría de espectadores, pero no es el más importante. Uno de igual o mayor valor es la cuadratura del círculo: su función intelectual. Desde que principalmente Jürgen Klopp diseñó una presión contraintuitiva, invirtiendo el sentido de la trampa (de orientar la presión hacia la banda para robar fuera a orientar la presión hacia dentro para presionar al mediocentro que está de espaldas), el juego de posesión ha evolucionado acercando las piezas e involucrando al portero. Y eso ha impulsado que, diez años después, éste complete su viaje del triple concepto acuñado por Menotti. El portero, ahora sí, también es engaño.

Vivimos, partido tras partido, minuto a minuto, su completa metamorfosis: la etapa adulta que ve al ‘1’ fuera de su crisálida. Si hace un par de lustros el jugador que veía el juego de cara para tomar decisiones era el mediocentro, con el rival cerrado atrás o en bloque medio, ahora es el portero el que ejerce como el único de los 22 futbolistas que lo ve todo cuando recibe el balón, pudiendo así jugar con varias intenciones, utilizar el engaño, la trampa y el pensamiento para crear ventajas y ofrecer soluciones. Un ejemplo ilustrativo es el de la famosa salida lavolpiana, en la que el mediocentro bajaba a la altura de los centrales para tener una salida de tres hombres contra dos puntas. ¿Quién y dónde se está realizando en estos momentos la salida lavolpiana? En efecto, son los porteros los que en área pequeña dan forma a la salida de tres ante la presión tan adelantada o como atracción para abrir espacios en campo contrario. Ya no es sólo un iniciador, sino un distribuidor, y muchas veces el pase de seguridad para que el juego que no ha podido progresar por un lado se inicie por el contrario previo paso del que lleva guantes, obligado a permanecer concentrado en todo momento. Años atrás, una vez el cancerbero daba un pase, tardaba varios minutos en volver a tocar el balón.

 

En 2007, teniendo en cuenta las cinco grandes ligas europeas, el portero acertaba un 33% de los pases dados. En 2023, un 63%. En 2010, por otro lado, la distancia media de los pases dados por un guardameta era de 53 metros. La temporada pasada fue de 35

 

Este proceso les otorga un papel preponderante en cada posesión y, por tanto, mucha más responsabilidad. Cuando ellos no tienen el balón pueden y deben almacenar información sobre la organización del oponente para tomar mejores y más rápidas decisiones cuando la pelota vuelva a sus pies. Por escoger un caso práctico, hoy en día es muy común constatar cómo el guardameta inicia la secuencia que pone a un compañero de cara, el objetivo fundamental de toda posesión de balón, conectando con jugadores intermedios o alejados, quienes con un toque ponen de cara a uno más cercano, desinflando presiones y activando de esta forma ataques rápidos.

Esto no sería posible si antes no se introduce al arquero en ejercicios concretos y entrenamientos diferentes, no sólo en los métodos de un primer equipo de élite sino en etapas y academias formativas. No existe un trabajo especifico sino integrado, donde el portero entra en juego para interpretar, tocar y decidir en rondos, campos reducidos y partidos simulados o condicionados. Esta travesía se refleja en dos datos incontestables. En 2007, teniendo en cuenta las cinco grandes ligas europeas, el portero acertaba un 33% de los pases dados. En 2023, un 63%. En 2010, por otro lado, la distancia media de los pases dados por un guardameta era de 53 metros. La temporada pasada fue de 35. Por todo esto, seguramente no haya mejor ejemplo para comprobar cómo las diferentes reglas del juego modificadas, el mejorado estado de los terrenos de juego, la preparación física, la innovación metodológica y la dinámica del juego como sucesión de ideas contrarrestadas han dado como resultado la evolución técnica, táctica e intelectual del último de los once jugadores de campo. No hay temor a equivocarse: el portero ejecuta, interpreta y decide como nunca antes. Es, al mismo tiempo y por primera vez, tiempo, espacio y engaño.

 


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Fotografía de Getty Images