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El diablo también sueña

Solo hay una constante que define la vida los fieles: siempre, tarde o temprano, hay que volver a empezar. Este es el editorial con el que arranca el nuevo #Panenka121

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Hasta que se enamoró de su presente como si fuera su reflejo en un espejo, al Manchester United siempre le preocupó el futuro. Ya en los años 30 del siglo pasado no había un club inglés con más equipos formativos. Centrados en asegurar el paso entre generaciones, pero también conscientes de que las prisas comprometían el talento, entendieron que para ganar no quedaba otra que trabajar la tierra que pisaban, construir una casa y difundir la palabra.

Hasta bien entrada nuestra era, la de labrarse el propio camino siguió siendo la regla en una entidad que progresaba, eso sí, a la luz de estrellas foráneas que se acercaban atraídas por el calor del rojo y negro de sus uniformes. ‘Ora et labora, ora et labora‘, parecía advertir el demonio de sencillez medieval que con los años acabó decorando su escudo. ‘Levántate. Ve a trabajar. Juega al fútbol. Dúchate. Vete a casa’, añadía Paul Scholes, uno de esos elegidos tocados por lo divino que había clavado sus botas en el lodo y endurecido su rostro mucho antes de ser un ídolo. Junto a él, los Neville y Nicky Butt no se planteaban una forma de vida que no fuera la norma de sir Alex; Ryan Giggs, aventajado, escribía manuales de fútbol en vez de copiarlos; y Beckham, talentoso y libre, dejó el techo del templo lleno de frescos antes de marcharse y fundar su propia congregación.

Aquella fue la mejor cosecha que se recogió en un lugar que alguien acertaría al comparar con un teatro de sueños. La metáfora nunca fue tan precisa, con triunfos soñados, pero también la ensoñación de que nunca se acabarían. Mientras, la decadencia ya había empezado. Sin los referentes del pasado, los nuevos jefes, ignorantes de lo que la historia enseñaba, estaban seguros de que los campos florecerían sin necesidad de mancharse las manos. Su error fue creer que el éxito era la constante del juego. Se equivocaban, claro. Porque lo que nos enseña el paso de las estaciones es que solo hay una constante que define la vida cíclica de los fieles: siempre, tarde o temprano, hay que volver a empezar. Un castigo divino. Y da gracias por sufrirlo, te recuerda el diablo: señal de que todavía no has caído en el infierno.

 


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Fotografía de Getty Images.