Se sabía que el Mundial de Australia y Nueva Zelanda iba a dejar sorpresas desde el minuto uno. En una Copa del Mundo, la mística de que todo puede pasar está presente desde que la árbitra pita el inicio del encuentro.
Las ‘Matildas’ llegaron por todo lo alto al Estadio de Sydney, donde no solo ellas estaban a la espera de escribir un nuevo capítulo del fútbol australiano. 75.784 aficionados se dieron cita en las butacas vistiendo de verde y amarillo, para apoyar lo que sería el primer partido de sus anfitrionas.
Con un gol de penalti de Steph Catley, las ‘Matildas’ sellaron su primer encuentro con una victoria, alimentando más lo que significa ganar en casa con tu gente animándote desde el inicio. Y la victoria fue aún más especial, puesto que su estrella, Sam Kerr, estaba siguiendo las jugadas de sus compañeras desde las gradas, baja de última hora.
Como han dicho y repetido a lo largo de estos cuatro años previos a que comenzara a rodar el balón, Australia siempre ha sido una nación futbolera, y ha llegado la hora de demostrarlo.
Si bien las miradas estaban puestas en ellas, el Mundial cuenta con dos anfitrionas, lo que a mucha gente se le pasó por alto. Hasta esta mañana.
Un Mundial siempre será escenario de resultados imposibles, lágrimas y un semillero de sueños. Con la primera jornada terminada, Australia y Nueva Zelanda nos han mostrado que esta Copa del Mundo será esto y mucho más
Nueva Zelanda, las ‘White Ferns‘, debutaron en Auckland contra una de las potencias europeas que, por nombre, daba a entender que no sería algo fácil de afrontar: Noruega. Con nombres como los de Ada Hegerberg, Caroline Graham Hansen o Guro Reiten, las ‘Kiwis’ tenían un reto enorme ante su público, en un estadio lleno, y con objetivo de no ser la sombra de su vecina Australia.
Al entrar al estadio, se podía ver a su capitana, Ali Riley, sonreír de oreja a oreja, llorando cuando escuchó el himno nacional. En ese momento, solo ella creía en lo que su equipo estaba a punto de conseguir.
42.137 personas, un récord para el fútbol neozelandés, vieron cómo su equipo le puso cara a una campeona del Mundo, dominando y mostrando lo que habían trabajado.
Y esto dio resultados. 16 partidos después, en su sexta participación en un Mundial, el gol de Hannah Wilkinson les dio lo que habían luchado por años, su primera victoria en un torneo de esta categoría.
Todos pensaban que se iban a ir goleadas, pero ellas decidieron ser dueñas de su propio destino, dando razones a su gente para seguir soñando en logros futbolísticos nunca antes vistos.
Un Mundial siempre será escenario de resultados imposibles, primeras lágrimas y un semillero de sueños. Con la primera jornada terminada, Australia y Nueva Zelanda nos han mostrado que esta Copa del Mundo será esto y mucho más.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de Getty Images.