Pocas veces he leído ‘distefanear’. Pero sí que lo he hecho en más ocasiones que ‘cruyffear’. Eso sí, ‘pelear’ solo ha llegado a mi vista cuando alguien le suelta un guantazo a otro y éste se lo devuelve para iniciar una trifulca, nunca para referirse a un tal Edson Arantes do Nascimiento. De los cuatro dioses que reinan en el Olimpo futbolístico hay uno que sí puede presumir de haber hecho suyo un verbo. Y ese no es otro que Diego Armando Maradona. ‘Maradonear’, sin existir en la RAE, sin tener una definición absoluta de todo lo que realmente aglutina, se ha convertido en un recurso de lo más usual a la hora de darle un significado a una acción extraordinaria. ‘Maradonear’ es marcar el gol que siempre soñaste desde que eras niño; como también es ese regate sencillo, sin filigranas ni artimañas, en el que el defensa no encuentra la explicación física de cómo has escapado de ahí; o podría incluirse cuando te echas al equipo a las espaldas y tú solito eres capaz de dirigir a tus compañeros hacia la gloria, como lo hizo Diego en un lejano verano de 1986 por los estadios de México. En definitiva, ‘maradonear’ vendría a ser algo así como convertir en humano un acto que solo los dioses pueden obrar.
Han llovido ya más de dos décadas del último partido de ‘El Pelusa’ con la camiseta de Boca Juniors y la sombra del ’10’ sigue siendo alargada. Todo se equipara a lo que hizo en su día Diego, el baremo para medir si un hecho está fuera de lo común o es alcanzable para la mayoría. Es punto de referencia en el fútbol y en cualquier otra faceta. ¿Cuántas veces hemos oído decir que uno es el Maradona de las finanzas o que otro es el Maradona de los fogones? Se ha convertido en una unidad de medida más, como en su día se aplicó que un ‘newton’ simbolizaría la fuerza en honor a Isaac o que un ‘vatio’ mide la potencia gracias a James Watt. La figura del astro argentino es la más próxima al Sistema Internacional de Unidades y algunos, atrevidos y osados ellos, se la han jugado tildando como ‘el Maradona de’ —seguido de su lugar de procedencia— a futbolistas que han ‘maradoneado’ en algún momento de sus carreras.
Han aparecido Maradonas por diversas cadenas montañosas del globo terráqueo. Los peruanos han comentado ver a alguien parecido a él escalando la cordillera de los Andes, mientras que Rumanía entera está convencida de que hubo otro Diego que nació por los Cárpatos y sus vecinos exyugoslavos aún recuerdan cuando el ’10’, o una copia borrosa suya, se paseaba por los Balcanes con el cuero entre los pies. Aquí recuperamos a los cinco hombres que, sin llegar a equipararse a lo que fue el ‘barrilete cósmico’, ni mucho menos, se ganaron el título de Maradona en sus pueblos.
1. Gheorghe Hagi
Considerado el mejor futbolista de la historia de Rumanía, el ‘Maradona de los Cárpatos’ era sinónimo de clase y elegancia a raudales cuando el balón llegaba a sus pies. Llegó al Steaua de Bucarest con 21 años después de pasar por el Farul Constanta y el Sportul Studentesc. Y fue en la capital rumana donde acumuló los primeros éxitos de su carrera deportiva. Tres campeonatos ligueros, dos copas y una Supercopa de Europa fueron los logros de aquel equipo antes de que ‘Gica’ aterrizase en el Real Madrid, que quedó prendado de aquel rumano que deslumbró en el Mundial de Italia’90. Vestido de blanco solo ganó una Supercopa de España en una época en la que el Barcelona de Johan Cruyff dominaba a lo largo y ancho del territorio español. Y tras dos años en un Santiago Bernabéu impaciente por volver a la senda de la victoria, el Brescia le recibía para jugar en el calcio pero un pobre primer curso enviaría al club al infierno de la Serie B, aunque de la mano de Hagi volvería un año después a la máxima categoría.
De nuevo tras un Mundial, esta vez el de Estados Unidos’94, y de nuevo tras una excelente actuación del ‘Maradona de los Cárpatos’ en una cita mundialista, un grande de la liga española quedaba prendado de aquel futbolista. Si primero fue el Real Madrid el necesitado para revertir la situación de un Barcelona campeón, en esta ocasión eran los azulgrana los que le querían para continuar el ciclo exitoso en el que estaban. Pero el destino privó a Hagi de lograr títulos con los dos gigantes de nuestro fútbol al coincidir con la debacle del ‘Dream Team’. Su último club, después de abandonar el Camp Nou dos años después de su llegada, fue el Galatasaray. En Turquía, con la retirada acechando desde el horizonte, el máximo goleador de la historia de la selección rumana recuperó su mejor versión bajo la tutela de Fatih Terim, con quien ensalzó cuatro Superligas turcas, dos copas, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Europa antes de colgar las botas.
2. Roberto Merino
El ‘Maradona de los Andes’ es todo un trotamundos del fútbol. Nunca ha jugado en clubes grandes, pero tampoco lo ha necesitado para que sus paisanos le comparasen con Diego cuando los goles que marcaba por los campos de Italia y Grecia llegaban a Perú con internet como mensajero.
Sus primeros pasos en el fútbol fueron en los filiales de Barcelona, Mallorca y Málaga. Probó suerte en el fútbol suizo con el Servette, pero pronto volvió a España para jugar en el Ciudad de Murcia, donde solo permanecería medio año. A partir de ahí, como si de un descendiente de Willy Fog se tratase, su fútbol ha dado la vuelta al mundo por tres continentes, siete países y 16 equipos. España, Suiza, Grecia, Italia en diversas ocasiones, Perú en otras tantas, Tailandia y Colombia han sido los destinos de Roberto Merino, que se ha ganado el sobrenombre de ‘Meridona’ más por sus vídeos en YouTube y que no por sus éxitos en el verde.
3. Andreas Herzog
Probablemente, Andreas Herzog sea el segundo futbolista más exitoso de los ‘sucesores’ de Maradona que hay en esta lista, por detrás de Gheorghe Hagi. El FC Admira Wacker fue el club que le sirvió como trampolín para llegar al Rapid de Viena, donde se hizo un nombre en el fútbol austríaco, con una cesión al First de Viena incluida. La Bundesliga pronto llamó a la puerta y con 23 años recalaba en el Werder Bremen después de levantar dos Bundesligas austríacas en 1988 y 1989.
En su primer año en Alemania, en la temporada 1992/93, el Werder Bremen conquistó la Bundesliga y el año siguiente se llevaría la DFB Pokal. Su etapa en el Werder Bremen, que se prolongó hasta 2002, tuvo un paréntesis con su fichaje por el Bayern de Múnich, pero un año después volvía al Weserstadion de Bremen tras no adaptarse al juego del gigante alemán, donde conquistó su único título internacional —la Copa de la UEFA—.
Después de una década en el fútbol alemán, el ‘Maradona de los Alpes’ volvía al club que le vio crecer para poner el punto y final a su carrera en la élite. Finalmente, en 2002 se fue a la Major League Soccer para jugar en Los Ángeles Galaxy, ya reconocido como uno de los mejores futbolistas austríacos de todos los tiempos y consagrado como el jugador con más internacionalidades con la camiseta de la selección.
4. Blaž Slišković
Si Zinedine Zidane te considera uno de sus ídolos pocos datos se pueden añadir a tu currículum para entender el futbolista que fuiste. Criado en el Velež Mostar, sus mejores años llegaron en el Hajduk Split, donde más de 200 partidos con su camiseta le valieron para ser considerado una leyenda del club. Con una Copa de Yugoslavia y el reconocimiento al mejor futbolista yugoslavo de 1985, desembarcó en el fútbol occidental con un primera parada en el Olympique de Marsella, donde se ganó la admiración del actual técnico del Real Madrid.
Su etapa en el Stade Velodrome solo se prolongó durante un año. Pescara, Lens, Mulhouse, Rennes y de nuevo Pescara fueron los otros clubes de la Europa occidental por los que pasó y nunca llegó a verse la mejor versión del ‘Maradona de los Balcanes’ tal y como disfrutaron de él en la extinta Yugoslavia. En 1993 volvía a Croacia, en esta ocasión para jugar en el Hrvatski Dragovoljac de Zagreb, y dos cursos después recalaría en el Zrinjski Mostar de su Bosnia natal.
5. Yossi Benayoun
El último de los ‘otros’ Diego es el ‘Maradona de Dimona’, aunque es más conocido como ‘El diamante’. Su carrera, plagada de idas y venidas, ha estado marcada por la irregularidad pese a que en sus inicios los clubes más importantes del Viejo Continente estaban siempre atentos a sus pasos, sin perder de vista a una de las tantas promesas que pudieron ser mucho, pero que acabaron haciendo más bien poco. Los tres cursos en El Sardinero vistiendo la camiseta del Racing de Santander fueron su primera experiencia en el extranjero, después de pasar por el Hapoel Be’er Sheva y por el Maccabi Haifa, donde ganó dos Ligat ha’Al en 2001 y 2002. Aun siendo vinculado con clubes más potentes de la liga española, en 2005 recaló en el West Ham para iniciar un largo recorrido por equipos de la Premier League.
En las Islas Británicas también jugó en el Liverpool, el Chelsea y el Arsenal antes de volver a los ‘hammers’ en 2012 y repetir experiencia en el Chelsea durante medio año. Pese a permanecer tantas temporadas en la élite, su aportación fue escasa allá por donde pasó, dejando buenas sensaciones únicamente en el Liverpool de Rafa Benítez. Tras un breve paso por el Queens Park Rangers, el Maccabi Haifa le recibía con los brazos abiertos para volver a tierras israelíes para retirarse en el club que le dio la oportunidad de hacerse un nombre en Europa para ser el futbolista que, finalmente, nunca se llegó a ver.