En los últimos Juego Olímpicos disputados en Tokio, Nueva Zelanda quedó apeada de la competición olímpica tras haber caído en los tres partidos de la primera fase. Sin sumar ningún punto. Con tan solo dos goles a favor y diez en contra. Y perdiendo el derbi en el estreno ante las ‘Matildas’ de Australia.
Que el fútbol no es el deporte predominante en el país del sureste del Pacífico no es algo que coja por sorpresa a los aficionados. Allí, en las islas, el rugby es el protagonista de las portadas deportivas. Conocidas por todo el mundo son las hakas de unos All Blacks que intimidan a sus rivales y que han dominado el panorama mundial en distintas ocasiones. Por otro lado, la temporada veraniega también recoge a los seguidores del cricket. Y, si ya nos centramos exclusivamente en los deportes que suelen practicar las mujeres, encontramos el netball.
El fútbol, por lo tanto, ni tan siquiera se asoma en el podio de los deportes favoritos y practicados por los habitantes de las islas oceánicas. Y, sin embargo, la creación de la selección femenina del balompié está marcada por la resiliencia y por anteponerse a todos los obstáculos que se encontraron en el camino. Era 1975 cuando se inauguró la que acabaría siendo la Copa Asiática Femenina de la AFC. Hong Kong tenía preparado el terreno para albergar un torneo histórico, pero, para ello, necesitaba que los países configurasen a sus selecciones.
Fue en aquel momento cuando desde la Confederación de Fútbol Femenino Asiática, ante la escasez de equipos, emitió una invitación para unir a las tres federaciones femeninas que había por aquel entonces en Nueva Zelanda. Se trataba de Auckland, Wellington y Canterbury. El objetivo era crear una federación única que diese cobertura a las futbolistas del país. Se trataba del nacimiento de la Federación de Fútbol Femenino de Nueva Zelanda. La idea entusiasmó a las jugadoras hasta que llegó el revés anímico propinado por la realidad. Necesitaban dinero.
“Al llegar a Hong Kong para jugar la Copa Asiática, lo primero que hice fue comprarme unas botas de fútbol. Los fabricantes no contaban con que nosotras jugábamos y si tenías una talla inferior a la 38, tenías que comprar botas infantiles”, explicó la capitana de aquel equipo histórico
“Ese fue nuestro primer cometido. Recaudar fondos”, comienza explicando Barbara Cox, primera capitana de la selección neozelandesa, a la FIFA. “Uno de los métodos que usábamos para recolectar el dinero era entrar en los diferentes pubs de la zona y dábamos besos por 20 céntimos. También recorríamos las calles de arriba abajo. Íbamos con un bote pidiéndole por favor a la gente que donase dinero… Por otro lado, también lavábamos coches. No era fácil conseguir los fondos. Al final el gobierno puso algo más y cada una de las futbolistas tuvimos que pagar 100 dólares”, rememora la exfutbolista.
Tras lograr el montante económico necesario, las futbolistas seleccionadas emprendieron la aventura por tierras chinas. En agosto de 1975 comenzaría la andadura de la selección nacional femenina. “Al llegar allí, lo primero que hice fue comprarme unas botas de fútbol. Los fabricantes no contaban con que nosotras jugábamos y si tenías una talla inferior a la 38, tenías que comprar botas infantiles”, explica la entonces capitana del combinado nacional.
La primera fase del campeonato, en el que apenas participaron seis selecciones, las emparejó frente a Malasia y la selección de Hong Kong -puesto que no existía, por el momento, la selección china-. Su debut, el día 25, empezó de la mejor forma posible. Superaron por 2-0 a la anfitriona y Marilyn Marshall y Elaine Lee se convirtieron en las primeras goleadoras de la historia de la selección. Una victoria que celebraron frente a poco más de cuatro mil espectadores.
El segundo encuentro, programado para disputarse dos días después, acabó con goleada a favor de las ‘kiwis’. El 3-0 endosado a Malasia, con doblete de Marshall y otro de Kathy Simeonoff certificaba el pase a la siguiente ronda. En semifinales, además, se encontrarían con Australia. El derbi frente a las ‘Matildas’ centró la atención de ambos países oceánicos. El encuentro, de tan solo una hora, acabó con 3-2 a favor de las neozelandesas. De nuevo, los goles de Marshall y esta vez Isobel Richardson por partida doble, servían para que su equipo avanzase en el torneo. Australia, por su parte, no reconoce como propia aquella derrota y asegura que las representantes australianas fueron el Equipo Estatal de Nueva Gales del Sur.
No jugaban ni a rugby ni a cricket ni a netball, los deportes más populares de la zona. Pero con esfuerzo y sacrificio, Barbara Cox y el resto de jugadoras neozelandesas lograron poner la primera piedra en el camino del fútbol femenino en su país
Llegó el 2 de septiembre y el estadio de Hong Kong acogió a más de 11.ooo espectadores que disfrutaron de la final que disputó Tailandia frente a Nueva Zelanda. Las futbolistas oceánicas echaron la vista atrás para recordar, precisamente, de dónde venían. De besos en tugurios. De trabajos precarios para saltar al verde. De pedir a pie de calle. Era su primer campeonato internacional y al término de esos 60 minutos entonces reglamentarios, Barbara Cox levantó el trofeo. Superaron a las asiáticas con un contundente 1-3. Dos goles más de Marshall para certificar el título y colocarla, con seis goles, como la primera máxima goleadora de su selección.
“Al regresar a Nueva Zelanda, tuvimos una publicidad asombrosa. Nos vinieron a recibir al aeropuerto la prensa escrita, la televisión y la radio”, asegura Cox en dicha entrevista. Un reconocimiento que, si bien no escapó de titulares paternalistas, abrió las puertas al fútbol femenino en el país oceánico. Un año más tarde, se celebró un campeonato nacional que apenas duró una semana entre que arrancó y finalizó. Sin embargo, al poco tiempo, cada región neozelandesa fue creando su propia federación de fútbol femenino.
“A pesar del reconocimiento que recibimos, siempre nos encontrábamos nuevos obstáculos. Por ejemplo, a jugar íbamos ya cambiadas porque no sabíamos qué instalaciones nos iban a dejar”, cuenta la primera capitana del combinado nacional. “A los hombres no les gustaba que invadiésemos lo que ellos consideraban su territorio. Muchos nos decían que nos íbamos a hacer daño. O directamente que, lo que hacíamos, no era femenino”, sentencia Barbara.
Y sin embargo, fueron muchos otros los que ayudaron a abrir el camino de fútbol femenino en Nueva Zelanda. Sobre todo amigos, familiares, parejas u otros hombres que se dedicaban al balompié los que trataron de instalar la disciplina femenina en la cultura neozelandesa. Tras ello, la selección femenina volvió a competir en competiciones internacionales, obteniendo gran parte de su éxito en el Campeonato Femenino de Oceanía. Un galardón que ha obtenido hasta en cinco ocasiones. Por otro lado, también ha participado en cinco Mundiales, aunque nunca ha logrado superar la fase de grupos. En cuanto a Juegos Olímpicos se refiere, las ‘kiwis’ solo superaron la primera ronda en Londres 2012 y acabaron apeadas en cuartos de final.
“A los hombres no les gustaba que invadiésemos lo que ellos consideraban su territorio. Muchos nos decían que nos íbamos a hacer daño. O directamente que, lo que hacíamos, no era femenino”
Antes de conseguir todos estos logros, Barbara Cox, la primera capitana de la selección de Nueva Zelanda, ya se había despedido del verde. Sus últimos encuentros, sin embargo, fueron los más especiales para ella. Compartió el eje de la zaga junto a su hija Michelle. “Michelle era muy buena futbolista. Tenía mucha más técnica que yo. Al principio de jugar juntas en el mismo club, se me escapó un: ‘venga, cielo, pásame el balón'”, recuerda entre risas la exfutbolista entrevistada por FIFA. Echar la vista atrás le provoca orgullo. Echarla adelante, optimismo.
“El Mundial de fútbol sub-17 demostró que las mujeres pueden jugar muy bien. Eso cambió la mentalidad de mucha gente. Y creo que en 2023, cuando se celebre la Copa del Mundo, la gente se asombrará mucho por el gran nivel que hay”, asegura Cox. La célebre capitana de la selección neozelandesa confía en que, tras la gran cita mundialista, tanto Nueva Zelanda como Australia destinen muchos más recursos económicos a la formación y a las ligas de fútbol femenino en el país.
“Siempre he sostenido que las mujeres pueden jugar tan bien como los hombres. Soy socióloga deportiva y siempre he estado convencida de eso”, reflexiona Barbara. “Nosotras no tuvimos acceso a preparadores de primer nivel, ni a entrenamiento físico y psicológico de primera categoría. Ahora las mujeres se entrenan igual que los hombres y los resultados están a la vista“, sentencia la mujer que levantó el primer título de la selección de Nueva Zelanda.
No jugaban ni a rugby ni a cricket. Tampoco pasaban los días lanzando a la red. Con esfuerzo y sacrificio, Barbara Cox y el resto de jugadoras neozelandesas lograron poner la primera piedra en el camino del fútbol femenino en su país. Tras su gran hazaña, consiguieron que este evolucionase hasta nuestros días. Casi medio siglo ha pasado desde que doblegasen a Tailandia en la final. Poco menos de 50 años desde que el fútbol femenino cobró vida al sureste del Pacífico.
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