Todos los comienzos son difíciles, más si se trata de la primera cita con la competición Mundial de fútbol. El nerviosismo del primer día, el deseo de causar buena impresión o el simple hecho de empezar con buen pie, fueron factores que jugaron en contra de las selecciones debutantes. A diferencia de las bienvenidas, las más veteranas se aprovecharon de la inexperiencia de las recién llegadas para sacar las garras e imponer un criterio propio, una cierto orden jerárquico en el campeonato. Como cuando el jefe saca su genio para demostrar quién está al mando de la situación. Así, con un golpe de realidad, comenzaron las selecciones que se estrenaban en un Mundial el pasado 7 de junio.
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Después de un sinfín de música, bailes y luces que iluminaron el Parque de los Príncipes como una discoteca un sábado noche, salieron las protagonistas al escenario para deleitarnos con un gran recital de goles. Una Corea anulada permitió a ‘Les Bleus‘ abrir la lata de forma contundente. Eugénie Le Sommer brilló como nunca sobre el césped y con su único tanto dejó su registro anotador a tan solo seis goles de coronarse como máxima goleadora francesa. Por su parte, Wendie Renard y Amandine Henry culminaron el partido con el definitivo 4-0.
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La energía de este Mundial la trae la selección sudafricana. Su llegada al Stade Océane fue un espectáculo. No por su fútbol, ni por su juego, sino por el ritmo con el que llegaban coreando al unísono una de muchas canciones ensayadas. Un equipo alegre y feliz que se topó con la efectividad de Hermoso desde los once metros o el descaro de las vascas Nahikari y Lucía. La energía de Sudáfrica sucumbió al empezar a bailar al son de las españolas.
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12 años habían pasado desde que la albiceleste se dejara ver por última vez en la Copa Mundial Femenina. 12 años de ausencia han servido de escarmiento para que las argentinas emprendieran, con gran impulso, un nuevo recorrido hasta conseguir llegar al Parque de los Príncipes. Una vez allí tuvieron que enfrentarse a una selección con mucho bagaje y experiencia. Una emotiva Argentina supo convertir la ilusión de volver a jugar un Mundial en el coraje suficiente como para sumar su primer punto en la historia. Por su parte, Japón regaló un empate al no conseguir sorprender a la portera de la albiceleste, Vanina Correa. De ese modo, el reparto de puntos fue tan justo como contradictorio. Gloria para Argentina; decepción para Japón.
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Australia cayó rendida en el minuto 95 a los pies de la delantera de la Juventus, Bárbara Bonansea. Italia, que llevaba dos décadas sin participar en un Mundial, dio la sorpresa de la jornada y las ‘Matildas’ murieron en la orilla. Las estadísticas hablan por sí solas: las de Oceanía fueron superiores a las europeas, pero en fútbol, lo que valen son los goles.
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Se enfrentó Estados Unidos, primera en el ránking FIFA, a una Tailandia posada en el 34º puesto y poco faltó para que las asiáticas encajaran esos goles. Se quedaron en 13, en lo que posiblemente sea la mayor goleada de este Mundial. Una selección que salta al verde con el mismo desdén como quien juega en el patio del colegio contra la clase de los pequeños y les suelta una goleada histórica. Alex Morgan, en su definido rol de ariete, anotó cinco goles y preparó la alfombra roja a través de la que caminará, si sigue en esta línea, para recoger el trofeo que la acredite como máxima anotadora.
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De la alegría desmedida por clasificarse para una Copa del Mundo a llevarse un balonazo de realidad. Sudáfrica, Escocia y Jamaica –las tres debutantes de la competición- perdieron sus respectivos partidos de debut. Les quedan dos oportunidades para dejar a un lado los nervios y la presión de la primera vez y demostrar por qué han viajado hasta Francia.