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Calienta, que sales

En el principio de los tiempos no estaban permitidas las sustituciones en el fútbol. Así ha evolucionado la normativa hasta los cinco cambios actuales

“Calienta, que sales”. Quizá no haya frase más bonita que esa para alguien que no está entre “los once cabrones de siempre”, que diría John Benjamin Toshack. Porque arrancar un partido desde el banquillo, anclado a esas sillas de plástico -los modestos-, a esas butacas de cine -los profesionales-, es algo así como coger ticket en la pescadería y estarse un buen rato esperando tu turno hasta que llega. Con la única diferencia de que si vas a por una lubina te la llevas y si eres suplente quizá no seas uno de los cinco candidatos a coger la alternativa y saltar al césped. Sí, cinco. Ahora cinco. Desde el covid. Antes tres. Un poco más allá en el tiempo, dos. Mucho más atrás, uno. Al principio de todo, y durante mucho tiempo, cero. O estabas entre esos ‘once cabrones’ o solo existía el vacío. Botas limpias, camiseta sin sudar, otro día sin jugar. Pero, ¿cómo ha evolucionado el concepto de las sustituciones a lo largo de la historia?

En tiempos del protofútbol y de los primeros pasos de un fútbol ya con reglas comunes, es decir, entre mediados del siglo XIX y principios del siguiente, las sustituciones de jugadores durante el transcurso del partido no estaban permitidas. Lo más parecido que había entonces a los cambios actuales era, tanto en partidos entre escuelas como en duelos internacionales, que si un jugador no podía acudir al encuentro otro fuera quien ocupara su lugar en el césped. A eso se referían cuando hablaban de substitutes, muy lejos de lo que entendemos ahora por las sustituciones que ocurren durante el transcurso del juego. Durante mucho tiempo la regla era así, no se admitía que nadie que no estuviera entre los 22 elegidos para disputar el encuentro reemplazase a otro. Como mucho, y según dónde, se podía cambiar al portero si este se lesionaba. Pese a todo, sí hubo ciertas excepciones que se saltaron la normativa. Incluso campeonatos que permitieron los recambios, aunque esta no fuera una norma establecida internacionalmente. Pasó, por ejemplo, en una eliminatoria de la FA Cup entre Lockwood Brothers y Notts Rangers, en 1885. También en un Gales-Escocia, en 1889. O incluso en la Copa América de 1935, disputada en Perú, a modo de prueba, con dos cambios por equipo. Pero, pese a estas situaciones anecdóticas, la considerada primera sustitución en la historia del fútbol fue la que se produjo en un Alemania Occidental-Sarre de 1953, clasificatoria para el Mundial de Suiza’54. En ese encuentro, el alemán Richard Gottinger reemplazó a su compañero Horst Eckel tras caer lesionado. Y no fue hasta 1958 cuando la International Football Association Board (IFAB) cambió por primera vez el reglamento, permitiendo la sustitución del portero o de cualquier jugador de campo en el caso de que quien estuviera en el terreno de juego no pudiera continuar debido a una lesión. Y solo por una lesión. De ninguna manera se consentía hacerlo por cuestiones tácticas.

 

Hoy el fútbol no se entiende sin cinco cambios y todos nos hemos acostumbrado a que de los once que empiezan un duelo puedan acabar solo seis. Quién sabe qué será lo siguiente

 

Durante la década de los 60, las principales ligas europeas tomaron sus propias medidas al respecto. En Inglaterra, por ejemplo, a partir de 1965 se permitió una sustitución, pero solo por lesión. Y dos años más tarde aceptarían también a los jugadores de campo. Algo que no todos vieron con buenos ojos desde España. “La sustitución de jugadores lesionados durante los partidos oficiales en Inglaterra me ha causado mala impresión. Aquí, en España, se viene practicando desde hace años que, como máxima concesión, se pueda sustituir el guardameta, cuando el titular resulte lesionado, ya que es un puesto sui generis. Pero en casos de auténtica lesión. La sustitución de jugadores lesionados se presta a combinaciones sospechosas. Las reglas deben mantenerse rígidas. Solamente en caso de inutilización del portero puede permitirse su sustitución”, decía el secretario de la federación española, Andrés Ramírez, en aquellos tiempos. Pese a ello, en España acabaron adoptando la misma medida. Primero, con la autorización únicamente de la sustitución del portero por lesión, y a partir de 1969, con un máximo de dos reemplazos, se incluyó en la ecuación a los jugadores de campo. “Era terrible. Las lesiones se volvían más importantes. Un pequeño problema en el isquiotibial se volvía mucho más importante porque había que resistir el partido en pie”, recordaba Carles Rexach, en declaraciones para Marca, sobre los años anteriores a la implementación de la norma.

Todo cambió con el Mundial de México’70, cuando las sustituciones pasaron a poder realizarse por cualquier motivo, y donde también se verían las primeras tarjetas amarillas y rojas de la historia del fútbol. La norma quedó así durante más de 20 años. Se tuvo que esperar hasta otra Copa del Mundo para la modificación -o ampliación, en este caso- de la normativa. Fue en Estados Unidos, en 1994, cuando se sumó la posibilidad de realizar una tercera sustitución, aunque de puntillas. Pues la regla decía que el tercer cambio solo podía producirse si el portero caía lesionado. Aquello duró apenas un año. En 1995, y durante mucho tiempo, se fijó que había tres sustituciones por equipo. Pensábamos que la historia quedaría así, muchos crecimos creyendo que siempre había sido de esta manera, pero la abundancia de partidos y, sobre todo, una pandemia mundial, se encargaron de que la normativa diera dos últimos vuelcos hasta la fecha. Hace cuatro años, entrando en vigencia para la temporada 18-19, se permitió un cuarto cambio si el partido llegaba a la prórroga. Y, finalmente -de momento, claro- en 2020, tras la reanudación del fútbol pospandémico, se estableció una nueva medida: cinco cambios para cada equipo. Parecía algo provisional, la larga inactividad de los futbolistas fue la ‘excusa’ lógica para aquello; pero llegó para quedarse. Hoy el fútbol no se entiende sin cinco cambios y todos nos hemos acostumbrado a que de los once jugadores que empiezan un duelo puedan acabarlo solo seis. Quién sabe qué será lo siguiente. Quizá algún día los haya ilimitados. Puede que jugadores que ya hayan sido sustituidos regresen al césped. O es posible que ya se quede así para muchos años; tantos, que ni lo veamos. El tiempo dirá. Eso sí, ahora hay más opciones que nunca de escuchar la mejor frase del mundo futbolístico. “Calienta, que sales”.

 


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Fotografía de Imago.