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Alexi Lalas: “Yo era un futbolista pero también un artista”

Su talento era especial. Sus pintas, directamente, inolvidables. Alexi Lalas nos enamoró en el Mundial de Estados Unidos. Así fue nuestra conversación con él

Alexi Lalas

Con su singular aspecto (larga melena y poblada perilla pelirrojas) a lo Buffalo Bill, Alexi Lalas se convirtió en una de las figuras más carismáticas de la Copa del Mundo de 1994. Un Mundial que le abrió las puertas del calcio, convirtiéndose en el primer futbolista norteamericano en jugar en la Serie A italiana. Tras su paso por el Padova, el defensa central regresó a Estados Unidos, colgando sus botas en 2003 como jugador de Los Angeles Galaxy. Años después se convertiría en su director general para conseguir el glamuroso fichaje del ‘Spice Boy’ David Beckham. En el #Panenka28 nos encontramos con él para rememorar su carrera, analizar la situación del soccer y descubrir su afición por el merengue.


¿Cómo un niño de Detroit nacido en la década de los 70 se aficiona al fútbol?

Soy de Michigan y crecí jugando al soccer y al hockey sobre hielo, un deporte muy popular ahí. La verdad es que nunca soñé con dedicarme profesionalmente al soccer. En ningún momento llegué a imaginar que acabaría jugando un Mundial, mucho menos en Estados Unidos. En aquella época, en Detroit, el fútbol era irrelevante, no despertaba ningún tipo de pasión.

Tu padre es griego, ¿fue él quién te inculcó el amor por el fútbol?

Su figura siempre fue muy importante. Durante algunas épocas de mi infancia vivimos en Grecia, por lo que sí pude entrar en contacto con una cultura donde el fútbol era mucho más relevante. Aun así, mis padres eran profesores universitarios, y cuando mi hermano Greg y yo nos decantamos por el soccer, no estaban muy convencidos. Evidentemente, ahora están muy orgullosos de todo lo que hemos logrado.

Dicen que eras un máquina jugando al hockey sobre hielo.

No se me daba mal. De pequeño, jugaba mucho más al hockey que al soccer. Pero amigo, el fútbol tiene algo especial de lo que adolecen los otros deportes. El soccer tiene música, tiene belleza. Por otro lado, constituye un idioma internacional. No importa en qué rincón del mundo te encuentres, siempre encontrarás a alguien con el que poder hablar de fútbol. Soy americano pero vivo en el mundo, y para mí el soccer representa esta globalización. El fútbol es un deporte sin fronteras ni barreras.

El hockey es un deporte muy duro, muy físico, ¿que fueras defensa tiene algo que ver con tu paso por las pistas de hielo?

No, para nada. De hecho, en el equipo de hockey era un goleador. Aun así, estoy convencido que jugar a hockey me hizo mejor futbolista. Son deportes con aspectos tácticos muy parecidos, pero con la diferencia que en el hockey debes pensar y actuar mucho más rápido. Esa agilidad mental me vino muy bien sobre los terrenos de juego.

No soñabas con ser futbolista, pero algún ídolo tendrías, ¿no?

Futbolistas, ninguno. Todos mis ídolos eran jugadores de hockey o músicos. En aquellos años era un loco del hair metal. Me flipaban bandas como Bon Jovi, Ratt…

¿Cuándo te decantaste por el soccer?

Con el Mundial del 86. Seguí todos los partidos por televisión y enloquecí con el fútbol. A partir de ahí empecé a entrenar y a mejorar. Afortunadamente, pude entrar en la Universidad de Rutgers, que tiene uno de los mejores programas en lo referente al soccer. Fue entonces cuando empecé a darle vueltas a la posibilidad de dedicarme profesionalmente. Y cuando se supo que Estados Unidos organizaría el Mundial del 94, mi único objetivo fue entrar a formar parte de la selección nacional.

Antes vinieron los Juegos Olímpicos de Barcelona’92.

Esa fue mi primera experiencia internacional, la primera vez que representaba a mi país. Fue increíble poder jugar contra selecciones como la italiana. Y aunque no lo hicimos muy bien, lo importante era iniciar el camino que nos llevaría al Mundial de 1994.

 

“Todos mis ídolos eran jugadores de hockey o músicos. En aquellos años era un loco del hair metal. Me flipaban bandas como Bon Jovi, Ratt…”

 

Tu paso por Barcelona estuvo a punto de abrirte las puertas de la Premier League.

Sí, tras las Olimpiadas estuve unos días a prueba en el Arsenal, pero acabaron descartándome [ríe]. No negaré que no poder entrar a formar parte de uno de los clubes más representativos de la Premier fue una decepción, pero también guardo muy buenos recuerdos de aquellos días. Imagínate, cada mañana Tony Adams, Ian Wright y Paul Merson pasaban a recogerme por el hotel y me llevaban al entreno. Nunca antes había tenido ningún tipo de experiencia con un equipo profesional, y poder adentrarme en este mundo de la mano del Arsenal fue lo máximo. Pero como no funcionó, volví a los Estados Unidos. Tan pronto regresé me fui a Los Ángeles, a la concentración de la selección norteamericana, con la que estuve preparándome durante los dos siguientes años para la cita mundialista. Ahí nos reunimos todos los jugadores de fútbol del país y conseguí hacerme un hueco entre los seleccionados.

Y todo cambió para ti.

Si estamos haciendo esta entrevista es porque en 1994 el Mundial se celebró en los Estados Unidos. Experimenté en primera persona la influencia que un Mundial puede tener en la trayectoria de un futbolista. De repente, la selección norteamericana de fútbol empezó a despertar el interés de los medios, y creo que nosotros respondimos con una actuación que considero muy buena.

Eso en lo colectivo, pero en lo personal, y más tratándose de los años del grunge, con tu larga melena panocha y tu no menos extensa perilla, te convertiste en una de la figuras iconográficas de aquel Mundial.

Puede parecer irrelevante, pero mi imagen me ayudó a destacar. Por otro lado, era el reflejo de la forma en la que entendía el juego. Siempre pensé que era un futbolista pero también, sin querer resultar petulante, un artista. La manera en que jugaba, mi imagen, cómo hablaba… Todo lo que hacía sobre el campo era como una gran actuación. Tío, amo la reacción del público, ese momento en que la gente chilla de admiración por algo que has hecho.

Esa selección norteamericana que participó en el Mundial de 1994 reunió a jugadores muy interesantes, como Tony Meola, Eric Wynalda, Marcelo Balboa, Coby Jones, Brad Friedel, Claudio Reyna… Pero, por la relación que tuvo con el fútbol español, donde jugó con equipos como el Figueres y el Betis, déjame destacar la figura de Tab Ramos.

Reunimos, ciertamente, una selección muy competitiva. Pero, bajo mi punto de vista, Tab Ramos es el mejor jugador en la historia del soccer en Estados Unidos. Tuvo la desgracia de formar parte de una selección que, técnicamente, no estaba a su altura. Si Tab Ramos jugara ahora sería una estrella y la gente apreciaría mucho más su talento. Fue un jugador que se avanzó a su tiempo.

¿Cómo encarasteis la cita? Por desconocimiento, para el resto del mundo no contabais demasiado, pero imagino que vosotros notaríais la presión de ser la selección anfitriona.

Durante el Mundial sentimos mucha presión, no solo porque éramos la selección del país organizador, sino porque sabíamos que en gran medida el futuro del soccer en Estados Unidos dependía de nuestra actuación. Muchos norteamericanos descubrieron el fútbol gracias al Mundial’94. También tengo la impresión que en el resto del mundo cambió la percepción que se tenía de nosotros. Hasta entonces se creía que en Estados Unidos no sabíamos jugar al fútbol. Después del Mundial seguimos siendo una selección pequeña, pero los equipos rivales ya no saltaban al campo creyendo que nos iban a ganar fácilmente. Y desde entonces no hemos dejado de crecer.

 

“No dudaría ni un segundo en dejarme ganar aquel partido y que Andrés Escobar siguiera vivo”

 

Vuestro gran momento llegó con la victoria por 2-1 sobre Colombia, selección que se presentaba como una de las grandes favoritas para ganar el Mundial.

¡Lo de los colombianos sí que era presión! Fue un momento increíble, seguramente el más importante hasta ese momento en la historia del fútbol en Estados Unidos. Y, aunque perdimos, también destacaría el partido de octavos contra Brasil.

Tristemente, el partido frente a Colombia no se recuerda por vuestra victoria sino por lo que acabó conllevando: el asesinato de Andrés Escobar, autor del gol en propia puerta que dejaba fuera del campeonato a su selección.

Es una sensación muy contradictoria. Para mí, para mis compañeros, para Estados Unidos, aquel partido representa, como he dicho, uno de los mejores momentos en la historia de nuestro fútbol. Pero no dudaría ni un segundo en dejarme ganar aquel partido y que Andrés Escobar siguiera vivo. Es difícil verbalizar la sensación, porque uno de los días más felices de mi vida es también uno de los más tristes. Y aun así, esto no significa que no podamos celebrar aquella victoria y recordarla con satisfacción. Son dos historias que no se pueden separar pero de vez en cuando debes intentarlo.

Citabas el partido de Brasil de octavos de final, en el que, cayendo por 0-1, os quedasteis a las puertas de la hazaña. Eso sí, si me lo permites, ¡cómo te la cruzó Bebeto!

Pero es que estamos hablando de una de las mejores delanteras de la historia del fútbol. Si no lo llega a meter Bebeto, lo hubiera acabado metiendo Romario. ¡Qué par de futbolistas! Increíbles. Pero también podemos sacar pecho de haber plantado cara a la selección que acabó ganando el Mundial. No sé hasta dónde hubiéramos llegado de no habernos cruzado con Brasil tan pronto, pero me gusta que sucediera de esta forma, cayendo ante los mejores.

Justo al acabar el Mundial fichaste por el Padova, convirtiéndote en el primer norteamericano en jugar en la máxima categoría italiana. ¿Cómo recuerdas la temporada que pasaste en el calcio?

Asombrosa. Fue una época extraordinaria, los mejores momentos de mi vida: un día estoy jugando el Mundial y al siguiente estoy en Italia disputando la Serie A, enfrentándome cada domingo a los mejores jugadores del mundo. Porque hay que recordar que, en aquella época, no había mejor liga en el planeta que la italiana.

 

“Puede parecer irrelevante, pero mi imagen me ayudó a destacar. La manera en que jugaba, mi imagen, cómo hablaba… Todo lo que hacía sobre el campo era como una gran actuación”

 

¿Cuál fue el delantero que te lo puso más difícil?

De largo, el que más complicado me lo puso fue Batistuta. ‘Batigol’ era un genio. Para un tipo como yo, que mido más de un metro noventa, siempre fue muy difícil defender a delanteros pequeños, ágiles y rápidos: Daniel Fonseca, Giuseppe Signori… ¡Gianluca Vialli! Una pesadilla (ríe).

Te retiraste en 2003 jugando en Los Angeles Galaxy, pero no tardaste demasiado tiempo en iniciar una nueva etapa como directivo, siendo presidente de clubes como San Jose Earthquakes, New York Red Bulls y el propio Galaxy.

Llega un día en que descubres que ya no puedes rendir como solías hacerlo. Para muchos jugadores es un mazazo, pero yo lo encaré como una oportunidad para seguir trabajando por el desarrollo del soccer en los Estados Unidos. Y si bien cometí errores, aprendí muchísimo durante esta etapa.

Tal vez cometieras errores, pero eres el responsable de uno de los mayores éxitos en la historia de la MLS, el fichaje de David Beckham por Los Angeles Galaxy.

Y estoy muy orgulloso de ello. El azar me ha llevado a ser protagonista de algunos de los capítulos más importantes en el devenir del soccer en Estados Unidos, entre ellos la llegada de David Beckham. En realidad, no fue una operación muy complicada, principalmente porque ofrecimos mucho dinero al Real Madrid (ríe). Y segundo, pero igual de importante, es que, más allá de poder vivir en una ciudad como Los Ángeles, a David Beckham le sedujo la idea de venir a Estados Unidos y erigirse en el mayor embajador del fútbol en el país. Era el momento perfecto.

También ayudaría en las negociaciones el hecho de que seas un reconocido seguidor madridista.

No sé si ayudó, pero admito que prefiero el Real Madrid al Barcelona. En la vida tienes que elegir, y de entre los equipos de la Liga yo me decanté por el Madrid.

 


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Fotografías de Getty Images.