Dio sus primeros pasos en el Móstoles y sigue viviendo allí. Con 15 años iba con sus amigos al Estadio de Vallecas como aficionado y una década después es el dueño de la defensa del Rayo Vallecano. Desde entonces, Alejandro Catena (Madrid, 1994) ha tenido tiempo de pasar por todas las categorías de nuestro fútbol, ser testigo directo de la descomposición del Reus y mostrar su implicación mucho más allá del fútbol.
Una de las cosas en las que me han insistido cuando decía que iba a charlar contigo es que tenías una carrera. ¿Por qué lo decían como si fuera algo sorprendente?
Quizá no es la imagen que damos en el mundo del fútbol. El hecho de formarte fuera de lo deportivo y tener una vida ‘normal’, dentro de lo que cabe, no es algo que sea muy común. Tenemos que ser conscientes de la importancia de la formación. Y no solo por lo difícil que es llegar a ser futbolista y vivir de este deporte durante una etapa de tu vida. Hay que recordar que cuando acaba el fútbol la vida sigue y es importante estar preparado para lo que pase después.
Se han dado casos de jugadores que pocos años después de retirarse acaban arruinados. ¿No falta una especie de ‘libro de instrucciones’ para el día después de colgar las botas?
Es importante gestionar el dinero que vas ganando no solo de cara al presente, sino también con vistas al futuro, cuando ya no lo ganes. Del mismo modo, también tienes que analizar qué se te da bien y dónde puedes encauzar tu vida en el mundo laboral cuando el fútbol se termine. Eso necesita una formación y gente que lo oriente.
¿Fue importante tu familia en la decisión de estudiar o es una idea que partió de ti?
Va relacionado. Yo veo la importancia y tomo la decisión por lo que veo en casa y mi entorno, sobre todo en mis padres y mi hermana. Del mismo modo, cuando yo tomo la decisión ellos me animan. Una cosa lleva a la otra y por eso continué con los estudios.
¿Cómo es el día a día de Alejandro Catena?
Me considero un chico bastante normal. Mi tiempo libre lo dedico tanto a pasar una tarde en mi casa viendo alguna serie o leyendo como a estar con mi familia, que por suerte la tengo cerca y puedo pasar mucho tiempo con ellos.
¿Ves mucho fútbol?
No soy el típico que ve mucho fútbol, pero evidentemente algo sí que veo, sobre todo de Segunda División. Para conocer a mis rivales y ver cómo juegan. Es parte de nuestro trabajo conocer al resto de equipos y sus futbolistas.
La idea sobre los defensas también ha dado un giro radical. Hace unos años se os veía solo como los encargados de frenar a los atacantes rivales.
Es algo que ha cambiado mucho en los últimos tiempos, sobre todo a raíz de la transformación del fútbol español a un estilo mucho más asociativo y con participación de todos los jugadores. Y no solo de los defensas. Al portero ahora se le exige que tenga buena salida con el pie y sepa interpretar el juego ofensivo para dar ese primer pase y crear superioridad. El fútbol evoluciona y a los centrales se nos exige que defendamos más arriba, asumamos más riesgos con balón y nos asociemos bien. Te tienes que adaptar y saber llevarlo.
“Paco Jémez es un entrenador muy transparente. Es lo que se ve en el banquillo o en rueda de prensa”
Cuando era director deportivo del Rayo Vallecano, Felipe Miñambres reconocía que a la hora de fichar jugadores para Paco Jémez lo más complicado era encontrar defensas que se ajusten a su idea de juego. ¿Qué hace falta para jugar con él?
Lo primero, trabajar mucho y demostrar actitud y ganas. Obviamente, es algo que piensan todos los entrenadores, pero él insiste mucho en este aspecto. Todos podemos tener un día malo y fallar un pase o en una acción cuando tu intención es hacer algo positivo. Lo importante es tener actitud y querer hacer.
¿Cómo es Paco Jémez lejos de los focos?
Es un entrenador muy transparente. Es lo que se ve en el banquillo o en rueda de prensa. Se trata de una persona sincera, visceral y apasionada y así lo demuestra al trabajar. Sabes que sus entrenamientos son de intensidad y exigentes porque él es así y va a pedírtelo.
Tu vinculación con el Rayo Vallecano comienza siendo un chaval de 15 años que iba a ver sus partidos como espectador. ¿Qué diferencias ves una década después?
Yo tengo recuerdos de ir a Vallecas con mis amigos siendo un chaval y ahora que lo veo desde dentro es otra perspectiva distinta. Pero hay algo claro. En el Rayo pueden cambiar los jugadores, la gente que se sienta en el banquillo o incluso los que manejan el club. Sin embargo, hay algo que no va a cambiar y es la esencia: su afición, el barrio y los valores. Es gente muy apasionada que vive por su club.
También te entrenó un ex del Rayo Vallecano, Míchel.
Para mí, Míchel fue muy importante porque fue el entrenador con el que di el paso a categoría senior. Con él jugué en Preferente y luego en Tercera División, cuando ascendimos con el Móstoles. Yo por aquel entonces ya valoraba mucho el tenerlo como entrenador por todo lo que había sido como jugador, por su cercanía y humildad. Viviendo el fútbol de forma profesional lo miro con perspectiva y percibo la importancia de muchas de las cosas que nos transmitía cuando era nuestro entrenador. Lo valoro mucho.
En apenas un año pasas de jugar en Segunda División B, con el Marbella, a Primera, con el Rayo Vallecano. ¿Cómo fue el salto?
Lo viví con la normalidad que creo que debía vivirlo, aunque no es algo normal dar un salto así en tan poco espacio de tiempo. Sin embargo, pensaba que si estaba ahí era porque estaba trabajando para ello y lo merecía. También lo viví como una oportunidad muy bonita y sabiendo de dónde venía. Todos los jugadores, al comienzo, hemos luchado por tener una oportunidad ahí arriba.
“Cuando practicas un deporte siempre quieres ganar, por lo que no necesitas un padre diciéndote que tienes que ganar o quejándose al árbitro porque el equipo va perdiendo. Es innecesario”
En medio, una etapa muy complicada en el Reus con el problema de impagos que acabó con la expulsión del equipo de Segunda División. ¿Cómo se vive una situación así?
Es difícil. Una situación muy complicada. Y no solo porque no estás cobrando, sino también por otros factores. Como compañeros que tienen la misma ilusión por jugar que tú y se quedan fuera por temas ajenos a ellos, por problemas administrativos por los que no podían ser inscritos. Estás con ellos todos los días y los ves sufrir. Además sufres por los empleados del club, que también están sin cobrar y tú no puedes ayudarles porque tu situación tampoco es buena. Es un contexto en el que se pasa mal por algo que no es responsabilidad tuya y en el que no has hecho nada para estar. En el caso del Reus, lo bueno que tuvimos y yo agradeceré siempre, es que el vestuario era muy humano y estábamos muy unidos. No solo jugadores, sino cuerpo técnico, trabajadores del club, la gente de la ciudad… Fue un final crítico pero que considero llevamos bastante bien para el problema que era.
¿Qué pasos habría que dar para que estas situaciones no se repitan?
No tengo la respuesta para eso. La Liga tiene un control económico exhausto y que a priori funciona. Sin embargo, en este caso no se por qué no funcionó y como se ha visto después las consecuencias fueron muy negativas. No solo para el Reus, sino para toda la competición. La Segunda División se quedó con un equipo menos media temporada. Hay que intentar que esta situación no se repita por el bien de la gente que hay ahí dentro, de la competición y del aficionado en general.
¿Cuál es tu primer recuerdo vinculado con el balón?
Cuando empecé a jugar en el colegio. Mi hermana mayor jugaba al fútbol sala con los chicos de su clase y yo empecé a jugar al fútbol por imitación. Me sacaban seis años y yo intentaba hacer lo mismo que ellos hasta que un día el entrenador me dijo: ‘ponte detrás en la fila, que eres el siguiente’. Al año siguiente mis padres me apuntaron al equipo de fútbol sala de mi edad.
¿Y el salto a los campos de tierra?
A los seis. Jugué un par de años al fútbol sala en mi colegio y luego ya llegó el salto al fútbol 7. Allí estuve un par de años en campos de tierra, aunque por suerte yo he estado casi toda mi vida con césped artificial.
¿Siempre en la defensa?
¡Qué va! Yo antes metía goles [ríe]. Empecé jugando de delantero y metía muchos goles. De ahí al extremo, y a medida que fueron pasando los años fui pasando por prácticamente todas las posiciones: mediocentro, lateral… y ya desde cadetes, central.
Cuando somos más pequeños siempre nos gusta ser delanteros y marcar goles. ¿No fue complicado ir retrasando la posición?
Me he sentido cómodo jugando al fútbol. Si un año me tocaba jugar de delantero, muy bien. Cuando fui mediocentro, me adapté. Yo siempre he defendido que lo que me gusta es jugar, e independientemente de la posición siempre disfrutaba igual. Ese fue mi proceso hasta ser central.
¿Cuándo te empezaste a sentir mejor que el resto de chavales con los que jugabas?
No se si me ha pasado realmente. Yo paso toda la etapa de formación en el Móstoles, un club importante pero que no puede competir con las canteras de Real Madrid o Atlético. He pasado años en el Móstoles en los que me tocaba ir a campos en los que sabía que iba a perder y que si lográbamos empatar lo íbamos a celebrar. Eso de ‘sentir cuando eres mejor’, no. Simplemente ves que te van saliendo las cosas bien y vas tirando para arriba. Yo en etapa de formación lo que hacía era divertirme y disfrutar mucho con el fútbol. Sin embargo, había muchas ocasiones en las que no podía sentirme el mejor porque sabía dónde estaba y era consciente de la situación.
“El entorno del jugador, y sobre todo sus padres, tienen que entender que su hijo debe disfrutar con lo que hace sin añadirle más presión de la que tiene”.
Esta mentalidad de disfrutar choca con la idea de muchos padres, que cuando van a ver a sus hijos pequeños son protagonistas por sus gritos, insultos e incluso agresiones…
Estamos muy confundidos en ese sentido. El fútbol, si te sale bien, es algo muy bonito y que te puede arreglar la vida. Pero, no solo en categorías inferiores, sino cuando ya te vas haciendo más mayor, si no disfrutas, no te va a ir bien nunca. Cuando eres un niño, si tienes que hacer algo es porque te gusta. Si es jugar al fútbol, también. Y no porque tu padre quiera que seas futbolista o tu madre quiera verte en la televisión. El entorno del jugador, y sobre todo sus padres, tienen que entender que su hijo debe disfrutar con lo que hace sin añadirle más presión de la que tiene. Cuando practicas un deporte, en este caso el fútbol, siempre quieres ganar, por lo que no necesitas un padre diciéndote que tienes que ganar o quejándose al árbitro porque el equipo va perdiendo. Es innecesario. Y en este caso la cultura futbolística de nuestro país tiene un déficit. No se puede generalizar, pero vas a un campo un domingo por la mañana y te vas a encontrar un episodio así. Ahora que puedo jugar en el fútbol profesional y echo la vista atrás pienso lo bien que me ha venido el haber disfrutado del fútbol tan intensamente aun sabiendo que iba a perder y saborear el día a día, pasarlo bien con los compañeros.
¿Cómo recuerdas tu primer partido en Primera División?
Fue muy especial. En primer lugar, porque tenía muchas ganas de que pasase. Además, fue en Vallecas y es algo con lo que siempre sueñas. Siempre lo tienes en mente aunque no quieres hacerle mucho caso porque sabes que puede que no llegue el momento y no te puedes atormentar si no lo haces. Sin embargo, cuando llega, te das cuenta que es algo con lo que siempre soñaste. Inolvidable.
“Ese niño que viene al parking del estadio de Vallecas para pedirme un autógrafo soy yo mismo hace no mucho”
Tus primeros meses en el Rayo Vallecano se cierran con un descenso. ¿Cómo se vive una situación así?
Es una situación difícil. No solo para nosotros en el vestuario, sino porque eres consciente de lo que implica un descenso para un club a todos los niveles: económico, aficionados… son muchas cosas que dependen de lo que tú hagas, por lo que es muy complicado. Duro. Yo llego en enero, que coincide con la mejor racha del Rayo en la temporada e incluso salimos del descenso, por lo que el ambiente era optimista. Después de una primera vuelta regular, con esos partidos salimos y ya se ve todo de una manera distinta. Sin embargo, los resultados vuelven a no llegar y entramos en una dinámica que nos lleva abajo y de la que cada vez es más difícil salir.
Es habitual verte en hospitales y vinculado con temas solidarios. ¿Qué importancia tiene el futbolista como modelo de conducta?
Somos personas públicas y gente conocida, por lo que la imagen que demos y los actos que hagamos tienen una repercusión para quien se fija en nosotros. Es importante, porque las generaciones que vienen por debajo buscan referentes. Para mí es algo fundamental estar en contacto con los problemas y las cosas que pasan alrededor. Es cierto que a veces los futbolistas vivimos en una burbuja, pero son temas que están cerca de ti y te pueden tocar, por lo que debes pensar en la gente que está pasándolo mal.
También reaccionaste en las redes a los problemas de racismo sufridos por Iñaki Williams. ¿Qué tiene que hacer el mundo del fútbol para acabar con esta lacra?
Creo que es un problema más de raíz de la sociedad. El fútbol es una parte muy importante porque en nuestra cultura es algo que mueve mucho y centra el foco de atención, pero es un problema social. Que haya una masa importante de personas que se metan con una persona por su color de piel es un problema social. Por supuesto que en el fútbol se pueden hacer cosas y se deberían tomar medidas. Estamos ya en el siglo XXI y seguimos con estas situaciones que son lamentables.
Para ti, ¿cuáles son las cualidades que debe tener un central?
Que los centrales sean buenos o malos dependerá de lo que busquen los entrenadores en ellos. Yo quiero tener a mi lado un central que perciba lo que le está pidiendo el entrenador. En este caso, en el que Paco [Jémez] busca un estilo asociativo y entender el fútbol no solo en defensa sino también en la fase ofensiva, yo quiero un central que lo entienda y ayude al equipo a conseguir estos objetivos.
¿Y si hubiera que quedarse con una?
La atención. Incluso más que el resto de jugadores. Puedes ser mejor técnicamente, más rápido o más fuerte desde el punto de vista físico, pero si no estás concentrado esos pequeños detalles son los que van a marcarte un partido.
¿Cuál es el mejor central del mundo?
Por estado de forma y cualidades, te diría Virgil van Dijk. Pero es lo que te comentaba antes, además de ser un gran jugador se adapta muy bien a lo que busca Jürgen Klopp. Caer en el sitio adecuado y con el entrenador idóneo te va a dar un plus.
Me hablas de Jürgen Klopp, con el que el Liverpool ha renacido desde su llegada hasta convertirse en referente europeo. ¿Qué es más importante en un equipo, el entrenador o los jugadores?
La importancia que tiene el entrenador es muy grande. Primero porque te va a marcar el estilo de juego. Pero también por la gestión que va a hacer del vestuario. En un caso como el de Klopp, la gestión que hace incluso de la gente del club, como se ha visto en algunos documentales. Por ponerte un ejemplo, ¿quién le iba a decir al Getafe con la plantilla que tiene que iba a estar compitiendo cómo lo está haciendo y por las cosas por las que lucha? Claro que el entrenador es importante. Los jugadores son buenos, pero tienes que hacerlos funcionar y tenerlos enchufados. Vas a contar con futbolistas que se van a quedar fuera y vas a tener que lograr que no se bajen del barco y se desconecten, hacer que los habituales no bajen el ritmo… todo eso es trabajo del técnico y es muy complicado.
¿Cuál es el mejor momento de tu vida?
Posiblemente cuando me llama mi madre para decirme que había nacido mi sobrino. Estaba jugando fuera.
¿Qué te gustaría que la gente pensara de ti?
Que soy una persona más allá del futbolista. Me gustaría que me reconozcan de ese modo y por los valores que pueda transmitir como persona, no por la imagen que proyecte como jugador de fútbol.
¿Eres de los que se paran a firmar autógrafos o te cuesta?
Me gusta. Es cierto que todos tenemos días mejores y otros en los que cuesta un poco más porque vienes de una derrota o cualquier otro tema. Pero ese niño que viene al parking del estadio de Vallecas para pedirme un autógrafo soy yo mismo hace no mucho cuando veía a los jugadores después de un partido y me acercaba muerto de vergüenza. ¡Cómo no voy a hacerlo!
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