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Borja Rubiato: cómo exprimir el fútbol al máximo

España, Estados Unidos, Irak, Hong-Kong... La carrera de Borja Rubiato lo ha llevado a recorrerse el mundo. Charlamos con él.

Se define como una persona inquieta a la que no le gusta echar raíces. Ha estado en infinidad de lugares en los que se ha sentido como en su casa aunque siempre con la necesidad de volver a cambiar de aires, conocer nuevas culturas y superar el reto de adaptarse a cualquier hábitat. Considera que, tarde o temprano, lo ha logrado allá donde ha ido.

Borja Rubiato no se identificaba con el típico niño que sueña con ser futbolista. En su caso fue una idea que fue madurando conforme crecía. Reconoce que tuvo ilusión por llegar a lo más alto posible pero nunca desde la obsesión y sin ser un objetivo primordial para él. Sin embargo, hay un punto de inflexión que marca un antes y un después en su vida. “Creo que un momento clave en el que el fútbol me engancha y decido apostar por ello se produce durante mis dos últimos años en Las Rozas, jugando en división de Honor y tercera división. Son dos etapas en las que comienzo a viajar, jugar contra clubes de cierta relevancia y comparto vestuario con hombres. Hay sueldos y tienes que madurar a pasos agigantados. Hasta la fecha siempre había jugado al fútbol por hobby en el club de mi pueblo, CD Las Rozas, en el que estuve desde los 10 a los 19 años.”

Su inquietud y madurez queda reflejada en las decisiones que toma desde temprana edad. No se amedrenta ante un cambio, lo afronta como una nueva oportunidad para aprender y mejorar. Su formación en canteras le vincula con el Rayo Vallecano, Osasuna, Getafe o Atlético de Madrid. “He tenido la suerte de compartir vestuario con jugadores de la talla de Raúl García, Javi Martínez, Ignacio Camacho, Nacho Monreal, David De Gea, Álvaro Domínguez o Kiko Casilla, entre otros. Coincidí con ellos cuando estaban empezando, siendo muy jóvenes. Eran y continúan siendo gente muy normal y cercana pero a los que ya se les veía algo diferente. Poseían un talento especial en la mayoría de los casos. Recuerdo, por ejemplo, que De Gea con 16 años tenía un sueño: jugar en el Elche. Estaba empecinado con ello y fíjate dónde ha llegado.”

 

“Teníamos que jugar en Baghdad, Mosul, Basrha… focos del ISIS. Mi último viaje fue a Baghdad y recuerdo que estuve paseando por sus calles ajeno a todo”

 

Siempre ha contado con el apoyo de su familia. Por una parte estaban felices y tranquilos al verle disfrutar haciendo lo que le gustaba. Por otra, veían con buenos ojos que practicase este deporte con todo lo que ello supone. Recuerda y valora los sacrificios que tuvieron que realizar en momentos decisivos de su desarrollo profesional. “En mi etapa infantil y cadete, jugando en el Rayo Vallecano, tuvieron que hacer un esfuerzo muy grande al tener que llevarme cinco días en semana desde las Rozas, que era el pueblo en el que vivíamos, hasta Vallecas. Aproximadamente 80 kms. diarios durante dos años. Aunque creo que el momento más duro para ellos fue cuando decido abandonar Madrid para probar suerte en Osasuna. Era la primera vez que salía de casa y esa experiencia me hizo madurar muchísimo. Ahora con 32 años y bastantes destinos a mis espaldas creo que ya se han acostumbrado y lo llevan mejor.”

Borja hace un recorrido por sus diferentes clubes – Las Rozas, Cobeña, Atlético B, Cádiz, Huesca, Real Oviedo, Zamora o RSD Alcalá – con un balance positivo. Valora su paso por el conjunto asturiano como una experiencia bonita pero dura al contar con una de las aficiones más exigentes de España y en una temporada en la que no consiguieron el objetivo del ascenso. Hace especial hincapié en el Cádiz, su mejor etapa como futbolista, donde logró un ascenso a segunda división y aprendió constantemente del que para él ha sido quien más le ha marcado como entrenador, Javi Gracia. Lo describe como una persona muy cercana, siempre dispuesta al diálogo y a ayudar al futbolista. “Tanto él como su cuerpo técnico son grandísimos profesionales, muy dedicados. Recuerdo que, por ejemplo, el preparador físico de su confianza (Juan Solla) se quedaba ayudando a estirar a los jugadores hasta dos horas después del entrenamiento. Javi era muy metódico, no dejaba ningún aspecto del partido al aire, estudiaba muy bien al rival. Trabajaba concienzudamente las jugadas a balón parado pero ante todo los entrenamientos eran muy dinámicos y variados. Sus equipos siempre han hecho un fútbol muy vistoso. Ese año supo llevar perfectamente un vestuario que acababa de bajar de segunda división con jugadores de peso en esta categoría e hizo que su implicación fuese máxima. Me consta que es un entrenador muy querido en Cádiz, una plaza muy bonita pero muy difícil. Mi caso aquel año fue especial. Venía de hacer 19 goles con el filial del Atlético de Madrid y llegué junto con Mariano Toedtli. Él se hizo con la titularidad durante casi todo el campeonato liguero, lo que suponía encontrarme en una situación que no era ni cómoda ni agradable para mí. Javi en todo momento me transmitió su confianza, apoyo y, aunque no tenía el protagonismo deseado, me hizo sentir importante dentro de la plantilla. A final de temporada acabamos ascendiendo y yo con diez goles.”

En 2013 decide dar un giro a su carrera y se va a Estados Unidos. La elección de salir fuera de España venía precedida por su paso por varios clubes de España en el que los impagos estaban a la orden del día. Situaciones insostenibles que desgastan muchísimo y que no estaba dispuesto a volver a repetir una cuarta vez. Tuvo  la oportunidad de hacer una prueba junto a otro jugador español en Corea del Sur y la experiencia fue tan gratificante que terminó por despertar en él unas ansias feroces por hacer las maletas con destino fuera de España. “Nada más aterrizar, tras su experiencia surcoreana, mi agente Pepe Mesas me habló de la posibilidad de ir a jugar a San Antonio Scorpions, un equipo de Texas que militaba en la NASL (equivalente a la segunda división). Era el inicio de esta liga, había 10 equipos y se jugaban dos torneos. El ganador de cada uno jugaba la final en una sede designada con anterioridad. El fútbol era muy físico, con jugadores que eran auténticos portentos, pero había un equipo que sobresalía por encima de todos en cuanto a calidad, el NY Cosmos, que contaba en sus filas con futbolistas de la talla de Marcos Senna, Ayoze o Roversio. Finalizamos en último lugar pero en esa división no hay ascensos ni descensos. Personalmente pasé por un auténtico calvario. En mi primer partido me lesioné. Jugaba casi cojo y no podía salir de los apartamentos ya que no tenía coche. Con las distancias tan grandes que había no podía hacer nada. Así que estuve meses sin muchas posibilidades de poder conocer San Antonio.”

Recuerda que el soccer en EEUU era el cuarto deporte y que cuando llegó a Texas la Liga estaba recién creada, lo que suponía un amplio margen de mejora. “Había un equipo que jugaba en un campo de baseball acondicionado para disputar partidos de fútbol. Otro en una universidad, en un campo de fútbol americano preparado para la ocasión. Realmente, estadios como tales, solamente había el nuestro y tres más. El soccer era muy físico, tanto que yo con mis 1.86 y mis 79 kilos era de los más menudos del equipo. Los viajes eran muy largos y pesados por lo que salíamos dos días antes del partido y aquello suponía estar en total cuatro días fuera de casa. Lo más destacado era las comidas que nada tienen que ver con las de España y, bajo mi punto de vista, antagónicas a lo que debe ingerir un deportista. Recuerdo antes de un partido que el menú se basó en un buffét de ensaladas, hamburguesas con un sinfín de condimentos y salsas, pizzas, patatas, cheetos, doritos y fritos. Como postre, un surtido de tartas de chocolate, de queso y de zanahoria. Mi club era uno de los mejores en cuanto a organización e infraestructuras. Era propiedad de un multimillonario de San Antonio. Teníamos hasta ocho campos de hierba natural más el estadio. En ningún sitio de los que estuve fuera de España tuve ningún problema de impagos, el primer día de cada mes cobrábamos religiosamente.”

Hasta que no tuvo coche su vida era muy monótona y repetitiva. Le recogían para ir a entrenar y después se iba al apartamento, que estaba en una urbanización privada con piscina y gimnasio. Allí entrenaba todos los días, daba clases de inglés o estudiaba. Todo sin salir del complejo. Por el contrario, los partidos los describe como puro espectáculo. Desde la entonación del himno nacional norteamericano, dar el pistoletazo para iniciar el partido con un anuncio en el videomarcador, espectacular presentación de los jugadores al más puro estilo NBA y concursos en el descanso de quién come más donuts o hamburguesas en un minuto. Una experiencia que le serviría para afrontar su siguiente destino. “Iraq fue sin duda la experiencia más reconfortante a nivel personal. Me di cuenta realmente de lo afortunado que soy por el mero hecho de vivir y sobre todo de lo privilegiado que soy con lo que tengo en el día a día. En cuanto a lo futbolístico fue un periodo en el que disfruté muchísimo porque venía de dos etapas en el que el objetivo era salvarse y en el Erbil SC teníamos la necesidad imperiosa de ganar todos los partidos y luchar todos los títulos. Me decidí por este equipo iraquí debido a su suculenta oferta económica, porque había dos españoles más en la plantilla: Jorge Gotor (defensa central) y Gonzalo Rodríguez (preparador físico) y porque era el mejor club en ese momento de Irak e íbamos a jugar AFC Cup asiática (el equivalente a Europa League).”

Su vida era muy tranquila. Paseos por la ciudad hasta horas prudentes, acudía a un centro comercial donde casi siempre se reunían para tomar café o ir a la zona cristiana de la ciudad llena de bares y restaurantes con comida europea. Visitar el gran bazar de la citadel (centro histórico) y los fines de semana se quedaban en el hotel viendo casi todos los partidos de fútbol o iban al cine en inglés. “La vida en esos países es muy tranquila y familiar. Sin grandes excesos en donde la gente a lo sumo se reunía para tomar té y fumar shisha pero nosotros intentábamos tener el tiempo ocupado para no aburrirnos. Nuestra llegada fue un acontecimiento en Erbil ya que éramos los primeros españoles que jugábamos en la liga del país. Con la selección española en lo alto del fútbol mundial y con nuestra liga, a ojos de los iraquíes, tenía dos grandes referentes: Cristiano y Messi. El día de nuestra presentación, no cabía un alma en la sala de prensa. Había más de 40 medios de comunicación entre televisión, radio y prensa escrita.”

 

“Antes de colgar las botas me encantaría poder jugar en Australia o Nueva Zelanda”

 

Reconoce que el trato por parte del entrenador y los compañeros siempre fue exquisito. Los describe como gente muy noble con una predisposición muy grande para ayudar a los demás. Consiguió crear un buen ambiente en un vestuario formado por cristianos, musulmanes, sunitas, chiitas, iraquíes, kurdos… La primera medida que tomó fue instalar dos futbolines y una mesa de billar en el vestuario. Los futbolistas iban incluso antes de la hora asignada para jugar y se quedaban mucho más tiempo después de los entrenamientos. Cuando acabaron todas las ligas de Europa aún les quedaba por disputar 10 jornadas. “Estamos hablando de mediados de junio y empezábamos a jugar partidos hasta con 48 grados en el desierto. Era una salvajada. Nuestro último viaje fue de una semana a Baghdad donde debíamos jugar tres partidos (domingo – miércoles – domingo). El primero lo ganamos ante el AL ZAWRAA y el presidente bajó al vestuario para hablar con el entrenador sobre la posibilidad de pasar en Baghdad de concentración hasta el domingo o bien volver a Erbil y volar de nuevo a la capital iraquí el sábado. Como premio por aquel partido tan importante, el entrenador decidió volver a casa para que los jugadores pudiesen disfrutar de sus familias. El jueves a primera hora pusimos rumbo a Erbil en avión y al aterrizar, en el aeropuerto, vimos cómo mucha gente se aglomeraba rodeando los televisores. Para sorpresa de todos nosotros, lo que estaban anunciando todas las televisiones del país es que los soldados del ISIS habían tomado Baghdad. Obviamente fue el detonante para que volviésemos a casa. Vivimos aquello con incertidumbre y miedo. Aunque estábamos a más de 350 kilómetros éramos conscientes de que podían subir hacia el norte. Nuestra decisión fue tajante, no esperaríamos mucho más para irnos. La liga finalmente se suspendió a falta de nueve jornadas. Recuerdo que los días previos a coger el avión el tiempo pasaba muy despacio y las ganas por llegar a España crecían a cada minuto.” 

Erbil es un territorio perteneciente al Kurdistán iraquí. Con lengua y ejército propio pero dependiente de Iraq y en el que buscan la independencia. Borja Rubiato no temía por su seguridad dentro del territorio kurdo pero en la liga había 13 equipos que estaban fuera de este territorio. “Teníamos que jugar en Baghdad, Mosul, Basrha… focos del ISIS. Mi último viaje fue a Baghdad y recuerdo, debido a mi inconsciencia, que estuve paseando por sus calles ajeno a todo lo que se estaba cociendo ya que es cierto que de siempre Iraq ha sido un territorio en continuo conflicto bélico, pero el tema del ISIS jamás lo percibí. La religión sí que era un aspecto fundamental dentro del vestuario. En una esquina había un espacio con una alfombra de unos dos metros cuadrados donde los compañeros del equipo rezaban. Era lo más importante para ellos y el momento del rezo era intocable. Se rezaba antes, en el descanso y después del partido, en viajes o en el hotel. Cualquier sitio servía para ello. A los pocos días de llegar fui a ver al equipo filial que jugaba en el anexo del estadio. Al pitar el descanso empezó a bajar todo el público desde la grada al césped y empezaron a rezar. La imagen de ese medio millar de personas rezando en el césped me impactó. Una vez que terminaron volvieron a subir a la grada.”

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Con la llegada de Gonzalo al cuerpo técnico poco a poco se fueron cambiando aspectos importantes en los entrenamientos para paliar las altas temperaturas. “Al principio los entrenamientos eran una locura ya que había días que duraban hasta tres horas. Ejercicios de 30 minutos de duración. Nuestro entrenador incidía en movimientos con y sin balón y finalizaciones. El jugar a altas temperaturas era algo normal, ellos estaban acostumbrados. Es cierto que el ritmo del fútbol iraquí era más lento y pausado. En los partidos que hacía mucho calor el árbitro paraba el crono y daba un tiempo en cada parte para que los equipos se hidratasen. Hubo un partido en el desierto con el campo de césped artificial. Salí los últimos 20 minutos y no me podía ni mover. Me bajó la tensión, notaba el cuerpo aplastado, mi cabeza me ordenaba moverse pero mi cuerpo no podía pensar. Los ojos se me cerraban, me temblaba todo. Fue de las peores experiencias que he tenido en un terreno de juego.”

Tras Iraq, un breve paso por España en el Marbella donde trabajó con Jaime Molina y rumbo a Honk Kong. Su llegada se produjo a mitad año y con el equipo totalmente rodado. Era el club más poderoso que luchaba por conseguir todos los títulos que estaba disputando: el Kitchee SC. Estaba entrenado por José Francisco Molina y de segundo el “Chino” Losada. En aquella plantilla entre jugadores y cuerpo técnico había nueve españoles sin contar con los que estaban trabajando para el fútbol base. El trato con los españoles del equipo fue un poco extraño, reconoce Borja. “Creo que en los cinco meses que estuve en Hong Kong solo me senté a compartir mesa con todos ellos en la fiesta de celebración por la consecución de los tres títulos que ganamos. Éramos cinco jugadores españoles – Belencoso, Jordi Tarrés, Dani Cancela, Nando y yo – y varios del cuerpo técnico como Molina (primer entrenador), Chino Losada (segundo entrenador), Izan (preparador físico) y Roberto Sambade (entrenador de porteros).Todos tenían mujer e hijos por lo que hacían vida en familia y estaban adaptados al ritmo de vida en HK. Nos reunimos todos en varios asados que organizaron los brasileños de la plantilla. Yo fuera del equipo quedaba con un chico español, Óscar – ex del Sevilla y Valladolid -. En cuanto a Molina solo puedo tener palabras de agradecimiento por el trato recibido ya que al poco de llegar sufrí una pubalgia y me perdí bastantes partidos o los jugaba al 30%. En todo momento estuvo muy atento conmigo. Algo que me llamó la atención es que el presidente del club bajaba todos los partidos en el descanso. Bien para escuchar la charla de nuestro entrenador o para dárnosla él directamente. Creo que esa es una diferencia enorme entre el fútbol español y el asiático. Los presidentes/propietarios que hacen del club su cortijo particular y traspasan algunas barreras impensables en nuestro país amparados en el ‘yo pago, yo decido en todo’.”

En Hong-Kong el fútbol es un deporte secundario. “El deporte rey son las carreras de caballos y los jockey son auténticos ídolos. La liga estaba formada por 10 equipos de los que destacaban cuatro (Kitchee, Eastern, South China y Pegasus). El resto tenía un nivel inferior pero eran equipos muy difíciles de ganar a domicilio. La ventaja que teníamos es que formamos un buen grupo con futbolistas españoles de nivel como Belencoso o Jordi Tarrés y con jugadores locales con mucho talento. Creo que esa fue la clave para la consecución de todos los títulos. Participé en los 3 torneos que ganamos: Liga, la copa de la Liga y FA Cup. Destaco la poca efusividad por parte de los locales de nuestro equipo en las celebraciones. Fue increíble. El país me encantó. Una mezcla perfecta de ciudad moderna con zonas de tradición oriental. Es un sitio muy cosmopolita donde cualquier día podías disfrutar de gran ambiente y en menos de 50 minutos podías pasar del centro de la ciudad a playas paradisíacas. La comida asiática de siempre me ha encantado lo que no supuso ningún problema para mí. Es un país caro si te sales de la vida convencional china.”

Más allá de lo puramente deportivo, a Borja le sorprendía que el lugar de entrenamiento fuese compartido. Lo utilizaban otros equipos de la Liga, categorías inferiores o grupos de amigos. Era un campo público. Allí se cambiaban y tenían que sacar las mochilas del vestuario para amontonarlas en el propio campo. El estadio no era exclusivo del club y lo compartían con otros equipos, por lo que había fines de semana en los que se celebraban varios partidos sin tiempo para que el césped se recuperase. Reconoce que su experiencia en Hong-Kong fue gratificante. Después de su paso por Olimpíc de Xátiva se incorporó al CD Mensajero donde ha visto truncada su progresión al tener que cumplir una sanción desmedida de ocho partidos. Ha regresado con las pilas cargadas y deseando ayudar al equipo a evitar el descenso. Aunque es feliz en La Palma no descarta seguir ampliando su pasaporte viajero. “Como último destino antes de colgar las botas me encantaría poder jugar en Australia o Nueva Zelanda. Siempre lo he tenido en mente y ojalá saliera la oportunidad de poder ir ahí. Creo que sería la guinda para quedarme totalmente realizado y haber podido exprimir este deporte al máximo.”