¿Cómo podemos abordar el España-Turquía?, nos hemos preguntado esta semana en la redacción de Panenka. Alguien habla de la figura de Fatih Terim, otros parecen más preocupados por la baja forma de Arda Turan. Sin embargo, finalmente optamos por recuperar una figura tangencial: la de ese niño italiano cuya mano inocente sirvió en 1954 para dejar fuera del Mundial de Suiza a la selección española. Una anécdota mínima de la historia del fútbol, claro, pero que dejó tanta huella como para que durante años los medios españoles le recordasen no por su nombre, Franco Gemma -que además era polémico: ¿cómo iba a eliminar un Franco a España?-, sino por el apodo de il bambino. Pero ¿quién es, o fue, Franco G.? ¿Qué ha sido de su vida? Y, sobre todo, ¿por qué nunca nadie ha podido entrevistarle?
Encuadrada en el grupo 6 de clasificación junto a Turquía y la URSS, España no tenía una senda complicada para acceder al Mundial suizo. La Unión Soviética se retiró por motivos políticos, pocos meses después de la muerte de Iósif Stalin. Así que el grupo, en realidad, se limitó a sendos partidos entre españoles -que venían de ser cuartos en el Mundial de Brasil’50- y turcos, todavía inéditos en una fase final de la Copa del Mundo. El 4-1 de Chamartín parecía abonar esa teórica superioridad, pero sorprendentemente el cuadro otomano, a las órdenes del italiano Sandro Puppo, logró vencer por 1-0 en la vuelta. Eran tiempos en los que el fútbol aún no había aprendido a deshacer los empates: ni por la cantidad de goles marcados, ni con tandas de penalti. De haber existido la primera opción, España se habría clasificado directamente tras ese partido de vuelta. De haber existido la segunda, no habría hecho falta la inesperada participación de un niño en el encuentro de desempate.
Porque hubo desempate, disputado el 17 de marzo de 1954 en Roma, y también acabó en tablas. Esa España en la que brillaban los extremos del Athletic Club Venancio y Gaínza, pero sin Zarra ni Kubala, apenas pudo igualar 2-2 en las postrimerías del encuentro. La prórroga tampoco varió el signo del duelo, así que se hizo necesaria la intervención del azar: otras veces en forma de moneda al aire, en aquella ocasión se optó por la mano de Luigi Franco Gemma, un joven de 14 años escogido por la federación italiana. Sancho Dávila, el presidente de la española, garabateó Spagna en un trozo de papel, pero Gemma, con los ojos vendados, extrajo de un saco negro el cartelito de Turquía.
La ausencia de Kubala, por cierto, desató la tendencia conspiranoica del régimen franquista, a la que el fútbol no era ajena:
“Para mayor colmo de males, antes del partido se había recibido un telegrama, supuestamente enviado por la FIFA en el que se prohibía la alineación de Kubala en el equipo español, siendo sustituido por Pasieguito. Una nota de la agencia Alfil señala: “el jugador español Kubala no formó parte del equipo español casi en el momento de empezar el partido a petición de la FIFA. Su descalificación fue una sorpresa”. Kubala, además, ya había jugado varios partidos con la selección española, como el de Estambul tres días antes. Todo ello parecía sospechoso”.
La cita procede de El fútbol durante la Guerra Civil y el franquismo, obra de Carlos Fernández Santander. Según el autor, la comitiva española fue recibida de forma hostil a su llegada al aeropuerto de Madrid, donde unos 500 aficionados increparon a los jugadores al grito de ‘Que se vayan’. Como testimonios de la profunda decepción que supuso la eliminación sobresalen algunas declaraciones posteriores. “El fútbol español ha perdido su furia”, proclamó por todo diagnóstico el seleccionador, Iribarren, minutos antes de dimitir. Por su parte, el entonces presidente de la Federación Española, Sancho Dávila, optó por alinearse con la teoría política: “Muchos países no simpatizan con nuestro régimen y deseaban favorecer a Turquía”.
De nuevo, según el libro de Fernández Santander:
“En la línea indicada por Sancho Dávila, comienzan a configurarse ‘pérfidas maniobras’ de nuestros ‘enemigos seculares’ del exterior. Se habla, por qué no, de ‘conjura comunista’, envidiosos dichos países del éxito del refugiado húngaro Kubala. Se habla de la masonería e, incluso, de una ‘venganza’ turca por la derrota de Lepanto”.
El seleccionador, el presidente de la FEF y el delegado español ante la FIFA acabarían dimitiendo en las horas posteriores. Y España no volvería a clasificarse para un Mundial hasta 1962, ya con una nueva generación de futbolistas (Luis Suárez, Gento…) y el refuerzo de Di Stefano y Puskas. Franco Gemma, il bambino de Roma y culpable involuntario de semejante terremoto en España, volvió a perderse en el anonimato… hasta hoy.
Según la leyenda, Gemma fue invitado -y casi obligado- por la selección turca a acompañarles como amuleto al Mundial de Suiza. “No es cierto, yo al menos no lo recuerdo en la concentración que mantuvimos durante la Copa del Mundo”, recuerda hoy Sükrü Ersoy, el portero de aquel combinado. A sus 85 años, es uno de los únicos tres supervivientes de aquella Turquía que debutaba en un gran escenario del fútbol internacional. “En el partido de Roma lo seleccionaron de forma totalmente aleatoria para extraer la papeleta del clasificado; nosotros no lo conocíamos de nada. Me suena que después del partido lo invitamos a cenar con el equipo, pero desde luego no viajó con nosotros a Suiza”, evoca Ersoy.
¿Y después? ¿Qué fue de Franco Gemma? Las páginas blancas italianas no ofrecen demasiada ayuda: apenas registran un Francesco Gemma en toda Roma. “Mi marido tiene 44 años y es teniente del Ejército, creo que te has equivocado”, devuelve una voz divertida al otro lado del teléfono. Preguntemos en la Gazzetta dello Sport. En su redacción, Luca Bianchin no arroja demasiada luz pero se interesa por el caso: “la historia es muy poco conocida aquí, y desde luego no se ha vuelto a saber nada de Gemma”. Además del nombre, lo único que sabemos es su hipotética edad actual (unos 74 años) y que era hijo de un trabajador del Estadio Olímpico romano, el recinto que albergó el desempate entre españoles y turcos.
Tiramos también de los contactos turcos. Caner Eler, responsable de la revista turca de cultura futbolística Socrates, hace algunas pesquisas y nos alerta: “un periodista veterano está casi seguro de que se mató en un accidente de tráfico en los años 80”. Queda claro que a orillas del Bósforo la historia de il bambino aún es recordada, a diferencia de lo que ocurre en España y sobre todo en su propio país. Le trasladamos la teoría del accidente a Bianchini: “Tendría que rebuscar en los archivos, no sé si encontraré algo”. Una hora después, envía un recorte del Corriere Romano.
El nueve de junio de 1987, Franco Gemma viajaba en un BMW que chocó frontalmente con un camión Fiat 180. Murió en el acto, a pesar de los esfuerzos del propio camionero, que salió ileso del impacto. Hoy, casi tres décadas después, sabemos que aquel niño que en 1954 dejó a España fuera del Mundial con un pañuelo en los ojos era ese conductor que perdió la vida de forma accidental en las calles de Roma.
Tenía 47 años. Y quizá un papelito guardado en casa: Turquía.