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La ikurriña de Atotxa

El 5 de diciembre de 1976, los jugadores de la Real Sociedad y el Athletic consiguieron que la ikurriña dejara de estar perseguida en España.

“Hemos autorizado todas las banderas regionales menos la vasca porque no es una bandera regional, es una bandera separatista. Antes de permitir exhibir esa bandera, pasarán por sobre de mi cadáver”. Nos encontramos en mayo de 1976, pocos meses después de la muerte del dictador Francisco Franco. España está empezando a caminar lentamente hacia la democracia, pero Manuel Fraga Iribarne, entonces Ministro de Interior y vicepresidente de un gobierno en el que todavía predomina la herencia del franquismo, responde con esta inapelable contundencia a la pregunta de una periodista venezolana acerca de la prohibición, establecida por la dictadura que nos dejó la Guerra Civil, de exhibir la ikurriña.

A pesar de las frías palabras del que fuera uno de los personajes más importantes del régimen, el clamor a favor del fin de la persecución contra la enseña vasca se había hecho evidente en todo el territorio. “Era el año 1976, no había cuajado la democracia, estábamos en esa época de transición y el pueblo vasco estaba luchando por sus reivindicaciones”, apuntaba Josean De la Hoz, jugador de la Real Sociedad entre 1972 y 1978, en una entrevista en Noticias de Guipuzkoa de 2010. Y añadía: “Nosotros también éramos el pueblo y teníamos que hacer algo para reivindicar los derechos del pueblo vasco”.

Aunque en la actualidad puedan sorprender, declaraciones como las del ‘txuri-urdin’ eran muy habituales en unos tiempos en los que el futbolista no era alguien apolítico a quien le daba auténtico pánico salir del estándar y desviarse de los tópicos, como sucede ahora. De hecho, tal y como retrata Quique Peinado en Futbolistas de izquierdas, los vestuarios de los equipos vascos eran “pequeñas unidades políticas de jóvenes con ganas de cambiar cosas” en los que abundaban las ideas de izquierdas y el sentimiento independentista.

 

Los vestuarios de los equipos vascos eran “pequeñas unidades políticas de jóvenes con ganas de cambiar cosas” en los que abundaban las ideas de izquierdas 

 

Y entre todos aquellos chicos, brillaba De la Hoz, un tipo que era conocido como Trotski en el vestuario realista por sus inclinaciones políticas. “No era extraño escuchar cómo halagaba al revolucionario soviético delante de los otros integrantes del equipo camino de vaya usted a saber qué estadio”, recuerda Peinado. Además, el autor también destaca que, siendo jugador del primer equipo, De la Hoz fue detenido y golpeado por la policía nacional por hacer “activismo político de base en la calle”. Me detuvieron, me pegaron lo que quisieron y luego me enteré de que iban por algunos comercios vanagloriándose de haber dado de hostias a un jugador de la Real”, explica el propio exfutbolista en el libro de Peinado. Parece una historia de otro mundo, pero sucedió en San Sebastián hace poco más de cuarenta años.

En 1976, De la Hoz era plenamente consciente de que “el movimiento a favor de la legalización de la ikurriña era muy fuerte”, remarca en Futbolistas de izquierdas. Por este motivo, en los días previos al derbi vasco del 5 de diciembre entre la Real y el Athletic Club, decidió que había que hacer alguna cosa para “dar un empujón para acelerar los tiempos”.

La idea era sencilla: justo antes de empezar el encuentro, los 22 jugadores titulares caminarían en dos filas paralelas hasta el centro del campo del viejo Atotxa comandados por los dos capitanes, Inaxio Kortabarria y José Ángel Iribar -dos futbolistas que, igual que De la Hoz, demostraron un gran arraigo al País Vasco durante sus carreras-, que mostrarían al público una ikurriña. Una acción que, dado que la enseña vasca estaba prohibida, podía comportar la detención de sus protagonistas. Sin duda, las dificultades en la ejecución del plan eran lo que obligaban a gestarlo en la clandestinidad y a prepararlo con la máxima discreción.

El primer paso fue conseguir una ikurriña. Evidentemente, no se podían comprar en cualquier sitio, así que De la Hoz tuvo que recurrir a su familia. “Mi hermano me pidió que hiciera una, pero no me dijo para qué”, explicó la hermana del exjugador realista en un documental de Euskal Irrati Telebista (EiTB), la televisión autonómica vasca.

 

En los días previos al derbi vasco del 5 de diciembre, De la Hoz decidió que había que hacer alguna cosa para “dar un empujón para acelerar los tiempos”

 

La bandera estaba lista, pero aún restaba uno de los pasos más difíciles: llevarla hasta Atotxa. El encargado de hacerlo fue el propio De la Hoz, que en la mañana del día 5 salió de su casa, en Getaria, con la ikurriña escondida “en el hueco de la rueda de repuesto que iba encajada atrás, bajo el portamaletas” de su Fiat 128 azul para superar los habituales registros policiales que se hacían en los aledaños del estadio ‘txuri-urdin’, según explicó él mismo en El País en 2016. Efectivamente, la policía le paró y registró el coche, pero no llegó a encontrar la bandera.

Ahora, había que entrar la ikurriña en Atotxa. No fue demasiado complicado: desde la calle Duque de Mandas, De la Hoz, que aquel día se había quedado fuera de la convocatoria de José Antonio Irulegui, la coló por una ventana que daba al vestuario realista. “Yo ya había advertido a alguien que iba a tocar para pasarles la bandera. Golpeé el cristal, me abrieron y entregué el paquete”. Así lo ilustraba el exjugador en Futbolistas de izquierdas. De película.

La identidad de la persona que le abrió aquella ventana continúa siendo desconocida, pero bien pudieron ser Inaxio Kortabarria o Salva Iriarte, los dos cómplices del Trotski de la Real Sociedad. Precisamente, Kortabarria fue quien les propuso la acción a los jugadores del Athletic. Se lo planteó a Iribar, que, en 2011, en una conversación con Roberto López Ufarte en El País, explicaba la escena de la siguiente manera: “Nosotros nos enteramos cuando llegamos al campo, una hora y cuarto antes o una hora y media. Nos lo propusieron los jugadores de la Real. Kortabarria vino al vestuario y nos dijeron: ‘Oye, queremos hablar con vosotros. Hay esta posibilidad, ¿qué os parece? Es un momento muy bueno'”.

Y López Ufarte, aquel excelente extremo de la Real Sociedad que ganó las ligas de 1981 y 1982, le respondía así: “La mayoría no sabíamos los detalles de la operación. Sabíamos que iba a pasar algo, que íbamos a hacer algo”. Es evidente, pues, que el plan se había llevado de forma extremadamente sigilosa, pero ahora faltaba tener la aprobación de las dos plantillas. “Si alguno hubiera dicho que no, por la razón que fuera, no hubiéramos sacado la ikurriña”, reconocía ‘El Chopo’ Iribar. No hubo dudas. La decisión de los dos vestuarios fue unánime: todos estaban de acuerdo con la reivindicación de acabar con la prohibición de la enseña vasca.

 

A pesar de que la exhibición de la ikurriña estaba totalmente prohibida, la policía decidió no intervenir. Aun así, la tensión se palpaba en el ambiente

 

El siguiente paso también era de los complicados: había que entrar la ikurriña al campo, una acción que “no era fácil, porque en el túnel de salida había guardias y nos la hubieran quitado”, señalaba De la Hoz en El País. Y, en Futbolistas de izquierdas, el exjugador detalla cómo se llevó a cabo esta parte del plan: “Se la di a Salva Iriarte, que la metió en el campo en la bolsa donde llevábamos el agua y las esponjas”.

Ya estaba todo listo. “Yo me fui al palco. Cuando Kortabarria e Iribar salieron del túnel, salté y me uní a ellos. Iribar y Kortabarria la tomaron y se encaminaron hacia el centro del campo, sosteniéndola”, contaba De la Hoz en El País. “Los dos equipos salían en dos filas paralelas. Yo me puse en medio [sí, las piernas del Trotski ‘txuri-urdin’ son las que salen por debajo de la ikurriña en la imagen de aquel día que ha quedado en el recuerdo], y caminé con ellos tras la bandera extendida y sujetada por Iribar y Kortabarria”, añadía en el libro de Quique Peinado.

A partir de aquel momento, la emoción recorrió las gradas del estadio de Atotxa y los 30.000 espectadores, enloquecidos, agradecieron el gesto con una ovación atronadora y con un gran aplauso. “Fue apoteósico, fue una auténtica fiesta”, afirmaba Iribar hace unos años en La Sexta. “Cuando José Antonio De la Hoz Uranga desplegó la ikurriña y Kortabarria e Iribar la elevaron, la respuesta fue un clamor”, exponía la crónica del encuentro de El Correo Vasco. Porque, tal y como apunta el protagonista de V de Vendetta, “los símbolos tienen el valor que les da la gente, por sí solo un símbolo no significa nada”. Real Sociedad y Athletic Club, dos clubes rivales, unidos para combatir los restos del franquismo. Gracias, fútbol.

A pesar de que la exhibición de la ikurriña estaba totalmente prohibida, la policía decidió no intervenir. Aun así, la tensión se palpaba en el ambiente. “En aquel momento pensábamos: ‘¿Qué puede pasar aquí?'”, admitía Iribar en El País. Y López Ufarte le respondía: “Parecía imposible que nos pudieran hacer algo a dos equipos de fútbol de cierto renombre…”.

En el mismo periódico, De la Hoz añadía otro dato a la historia: “Luego supe que habían llamado al gobernador civil y este les dijo que lo dejaran correr. ¡Qué podían hacer!”. Y es que, de cara al exterior, una actuación represora de la policía hubiera podido dejar imágenes muy duras, causando un efecto muy contraproducente para la incipiente democracia española.

 

Ahí estaban los 22 héroes de Atotxa, plantados sobre el terreno de juego, desafiando a los últimos resquicios del régimen franquista

 

Así pues, ahí estaban los 22 héroes de Atotxa, plantados sobre el terreno de juego, desafiando a los últimos resquicios del régimen franquista. Pero De la Hoz, dada su condición de descartado, tenía que retirarse del verde y regresar hacia los vestuarios, pasando por el lado de la policía que rodeaba el rectángulo de juego. En una entrevista en Noticias de Guipuzkoa del año 2010, el ideólogo del plan retrataba aquellos instantes: “Kortabarria e Iribar se quedaron allí, pero yo tenía que volver a vestuarios y los dos policías nacionales me dijeron algo así como que eso no iba a quedar impune. Con la ikurriña no sé qué pasó, si te digo la verdad. La cogería algún jugador. No nos la quitaron, porque ahora está en el museo”.

Ciertamente, 40 años después de aquellos heroicos hechos, la bandera que cosió la hermana de De la Hoz aún se encuentra en el museo de la Real Sociedad, como muestra evidente de que aquel derbi del 5 de diciembre de 1976 permanece grabado en la memoria de los hinchas vascos por todo lo que supuso. Los ‘txuri-urdin’ se impusieron por un 5-0 tan claro como intrascendente -marcaron Satrústegui y Gaztelu, por partida doble, y Zamora-, pero incluso para los aficionados del Athletic fue un encuentro inolvidable. En este sentido, en 2011 Iribar reconocía que “para mí ha sido el derbi que ha dejado mejor recuerdo en mi memoria futbolística”. De nuevo, V de Vendetta. Parafraseando aquella gran película: recuerden, recuerden, el 5 de diciembre…

Porque, como bien remarca un artículo de Noticias de Navarra, los futbolistas de la Real y el Athletic “no fueron los primeros en arriesgarse a sacar la ikurriña, pero su decisión queda en el imaginario colectivo como la legalización de facto y por iniciativa popular”. Había sido la primera vez desde el final de la Guerra Civil que se mostraba la ikurriña en público sin represalias, y, aunque la prensa española intentó silenciar los hechos porque la enseña se relacionaba con el terrorismo de ETA, la reclamación de la legalización de la bandera era ya imparable, como en la escena del dominó de V de Vendetta. Cuantas coincidencias con la película, será porque los hechos de Atotxa parecen ciencia ficción a los ojos de alguien que añora aquel fútbol que no dudaba en ponerse al servicio de las luchas favorables a la libertad.

 

“No fueron los primeros en arriesgarse a sacar la ikurriña, pero su decisión queda en el imaginario colectivo como la legalización de facto y por iniciativa popular”

 

Finalmente, tras días de alborotos y de constantes reivindicaciones, el 19 de enero de 1977 la ikurriña se izó en la Plaza de la Constitución de San Sebastián. El fútbol había conseguido acallar la voz dictatorial de Fraga, aquel hombre que había asegurado que tendrían que pasar por encima de su cadáver para legalizar la bandera vasca. “El nuestro era un pasito que había que dar tarde o temprano”, admitía López Ufarte en 2011. Y concluía: “Fue como el impulso final”.

Y, para terminar, qué mejor que hacerlo con las primeras palabras de la extraordinaria crónica con la que El Correo Vasco narró aquellos extraordinarios hechos. Bajo el título “Atocha fue una emocionante manifestación y no solo futbolística”, el artículo empezaba de la siguiente manera: “El 5 de diciembre de 1976 pasará a la historia y no precisamente por la estentórea goleada sino por muchos y muy variados motivos; porque el pueblo vasco, o una parte muy representativa del mismo, se manifestó sin manipulaciones de ningún tipo y gritó hasta desgañitarse sus reivindicaciones más perentorias. Porque el fútbol logró su auténtica imagen de hecho sociopolítico de envergadura, gracias, sobre todo, a la admirable decisión de unos futbolistas que demostraron ser hijos de su pueblo, hermanos de quienes les alentaban desde las gradas y no ídolos llegados desde ningún Olimpo”.