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Una tiranía al alza

La Superliga suiza ha arrancado este pasado fin de semana con el FC Basel como gran favorito para alzarse con su octavo título consecutivo

Algunos lo llaman dinastía, otros, simple y llanamente, tiranía, todo dependerá del lado desde el que se observe el dominio ejercido con puño de hierro por un equipo o deportista en una determinada competición durante un periodo considerable de tiempo. Ejemplos de dinastías/tiranías deportivas las ha habido de todos los colores a lo largo de la historia del deporte moderno. Posiblemente si hiciéramos un sondeo entre aficionados, las más recordadas serían los nueve títulos consecutivos de Sebastian Loeb en el Campeonato del Mundo de Rallys (04-12), los once entorchados (8 del tirón) que se enfundaron los Celtics de Bill Russell entre los años cincuenta y sesenta (57-69), los 15 en tan solo un lapso de nueve años (66-75) de Giacomo Agostini o los siete campeonatos de Schumacher (94-04).

Si nos ceñimos al ámbito balompédico, a nivel profesional la palma se la lleva el Skonto de Riga letón con sus increíbles (sobre todo para los jugadores y aficionados rivales) 14 títulos ligueros consecutivos entre 1991 y 2004. Cerca se quedó el Rosemborg noruego con 13, curiosamente coincidiendo con la hegemonía de los letones (92-04). Ambos, podrían ser desbancados pronto por dos equipos que mantienen viva su racha de títulos nacionales consecutivos: el Dinamo de Zagreb, que esta temporada buscará su doceavo entorchado del filón, y el Bate Borisov bielorruso, con uno menos. A nivel amateur, el Lincoln gibraltareño, que recientemente dio la campanada al imponerse en la previa de la Champions al Celtic de Glasgow (1-0), marca la pauta con sus 14 títulos ininterrumpidos desde 2002.

 

Prácticamente la totalidad del palmarés del FCB se ha labrado a lo largo de sus dos épocas doradas, la que nos ocupa y la que se extendió entre finales de los sesenta y la década de los setenta

 

Valga esta introducción para poner en valor los siete campeonatos helvéticos seguidos que se ha llevado al buche el FC Basel, con lo que de momento ya iguala lo conseguido en su día por el Olympique de Lyon (02-08) de Juninho Pernanbucano y compañía. A estos siete títulos hay que añadirle otros cuatro conseguidos desde 2002, así como otros 6 de Copa, coincidiendo con la construcción del Sankt Jakob Park (2001) y la puesta en marcha de la Super Liga (2003), lo que ha catapultado a los azulgrana en el palmarés nacional suizo, situándose en segunda posición con 19 campeonatos, solo superados por los 27 del Grasshopper de Zúrich.

Pero lo que resulta más sorprendente es que esta hegemonía de los de Basilea ha llegado después de una travesía de 22 años sin alzar un solo título. Si echamos cuentas vemos que antes del 2002, los blau rot, eran superados en el palmarés nacional no solo por los saltamontes zuriqueses, sino también por el Servette ginebrino (17), el Young Boys capitalino (11), o incluso por sus acérrimos rivales del FC Zúrich (9). De hecho, la prácticamente totalidad del palmarés del FCB se ha labrado a lo largo de sus dos épocas doradas, la que nos ocupa y la que se extendió entre finales de los sesenta y la década de los setenta, que le llevó a alzar 7 títulos ligueros entre 1967 y 1980, bajo el liderazgo del alemán Helmut Benthaus y con jugadores como Omar Hitzfeld en sus filas.

FC-Basel-fansSi ya de por sí resulta meritorio establecer una hegemonía de esas características, todavía lo hace más digno de alabanza el hecho que el equipo haya tenido que desprenderse temporada tras temporada de sus mejores jugadores. El último, el joven atacante suizo de origen camerunés Breel Embolo, que ha abandonado las filas del campeón suizo para unirse a las del Schalke 04 por algo más de 20 millones de euros. Antes que la última perla surgida de la cantera (Nachwunchs), le precedieron en fechas recientes otros como Elneny (Arsenal), Yann Sommer (Borussia Mönchengladbach), Salah (Chelsea), Granit Xhaka (B.M.), Shaqiri (Bayern de Munich), Caicedo (City) o Rakitic (Schalke), por poner solo unos pocos ejemplos.

Si bien este constante ir y venir de jugadores obliga a reconstruir el equipo antes de cada temporada, los traspasos millonarios han convertido al Basel en el equipo más rico de Suiza de largo. El ejercicio 2014 lo cerró con unos ingresos récord de 105 millones de francos suizos (CHF) y con un beneficio bruto de 15 millones. El 2015 lo cerró con 12 millones de beneficio, con lo que ya son cuatro los ejercicios consecutivos que cierra con unos beneficios por encima de los 10 millones. Ello ha permitido al club elevar los recursos propios hasta los 43 millones, una hucha considerable que actúa como un seguro de vida ante posibles futuras turbulencias económicas del holding empresarial (FC Basel 1983 AG) que controla el 75% de las acciones del club -la particular manera de entender la democracia en el país helvético ha llevado al presidente del consejo de administración, Bernhard Heusler, a otorgar en la última asamblea a los socios el 100% de los votos a pesar de que solo controlan el 25% del club.

Y es que los problemas económicos no son para nada ajenos a la institución, tal y como apunta el periodista especializado en el FC Basel del periódico local Tages Woche, Christoph Kieslich. “En los años noventa, después de haber militado varias temporadas en segunda (88-94), el equipo estaba al borde de la bancarrota”, nos comenta Kieslich, quien señala como artífice de la recuperación a un antiguo mandamás de Adidas, René Jäggi. “Cuando llegó a la presidencia en 1996 el club vivía un momento crítico y en pocos años lo llevó de nuevo a la gloria. Profesionalizó el club, consiguió atraer a nuevos inversores e impulsó la construcción del nuevo Saint Jakob Park”, inaugurado en 2001 y el de mayor capacidad de la Super Liga.

Otra figura clave para entender este renacimiento del club es sin duda Gisela Gigi Oeri, miembro de la familia propietaria de la multinacional farmacéutica Hoffmann-La Roche. “Gigi entró en el club de la mano de Jäggi, contraviniendo en cierto modo el llamado Basel style que hasta entonces había mantenido a las grandes fortunas locales lejos del foco mediático”, apunta Kieslich. Oeri impulsó de su propio bolsillo la profesionalización de la cantera, de la que surgirían futuras estrellas como Alexander Frei, Marco Streller, Hakan Yakin, Yann Sommer, Shaqiri, los hermanos Xhaka o Embolo, por citar solo unos pocos.

La llegada en 1999 de Christian Gross al frente del equipo fue otro factor determinante para instalar el club en el círculo virtuoso en el que se encuentra. Con el doblete de 2002 puso fin a la travesía por el desierto y logró otras tres ligas, que podrían haber sido cinco si el equipo no se hubiera dejado arrebatar dos campeonatos en la última jornada a manos del FC Zúrich (2006 y 2007), que motivaron violentos enfrentamientos entre aficionados y jugadores, labrando una íntima enemistad que esta temporada se echará de menos por el sorprendente descenso del Zúrich. “Creo que ellos se durmieron en los laureles tras esos éxitos, mientras que el Basel ha seguido fiel a su estrategia de ir siempre avanzando en todos los niveles al margen de los éxitos cosechados”, señala Kieslich.

 

Tras Gross, llegaron otros entrenadores, pero el equipo ha mantenido la dinámica ganadora, en parte gracias a que la dirección deportiva ha sabido dar con la tecla de los jugadores que año tras año incorpora

 

Tras Gross, llegaron otros entrenadores (Thorsten Fink, Heiko Vogel, Murat Yakin, Paulo Sousa o Urs Fischer), pero el equipo ha mantenido la dinámica ganadora, en parte gracias a que la dirección deportiva ha sabido dar con la tecla de los jugadores que año tras año incorpora. “Gracias a su presencia continua en la Champions y en la Europa League, el FC Basel se ha convertido en un destino muy interesante para jóvenes jugadores de talento que buscan un buen escaparate para poder dar el salto a una gran liga. Estos se complementan con jugadores veteranos, como ha sido el caso de Walter Samuel o Alexander Frei, que quieren retirarse en un equipo de nivel Champions pero sin las exigencias competitivas de España, Italia o Alemania”.

Parece evidente que los éxitos recientes del Basel han sido resultado de una conjunción positiva de factores económicos y deportivos, que lo ha instalado en el círculo virtuoso. Los buenos resultados deportivos generan ingresos en forma de traspasos millonarios y por su continua participación en competición europea, y al mismo tiempo el estado boyante de la caja permite ser más ambicioso a nivel deportivo, por ejemplo incorporando jugadores procedentes de grandes clubes, como son los  casos del colombiano Eder Balanta y del marfileño Seydou Doumbia, procedentes del River Plate y del AS Roma, respectivamente. Sin embargo, Kieslich apunta también a esa pizca de suerte que siempre requieren los grandes campeones. “Hay que reconocer que en el FC Basel se han hecho las cosas bien, pero no hay que olvidar que ha habido factores externos que han sabido aprovechar. Por ejemplo, si no se hubiera producido las guerras en la antigua Yugoslavia jugadores como Kuzmanovic, Shaqiri o los hermanos Xhaka no hubieran venido a Suiza, y por lo tanto no hubieran podido integrar la mejor generación de jugadores surgidos de la cantera”.

El pasado fin de semana arrancó una nueva edición de la Super Liga suiza, en la que solo el Young Boys parece estar capacitado para discutirle la hegemonía al Basel. La temporada pasada los de la capital federal fueron segundos a 14 puntos de los de Fisher, pero tras cambiar de entrenador a media temporada cerraron una muy buena segunda vuelta, superando incluso en puntos al los blau rot. Por su parte, estos seguirán a lo suyo, es decir, a continuar levantando títulos nacionales y mejorando si cabe sus prestaciones europeas, que hasta la fecha registra como mayores logros una semifinal de Europa League (2013 contra el Chelsea) y tres presencias en la fase de octavos de la Champions (2003, 2012 y 2015). “Desde fuera la liga puede parecer aburrida, pero es competitiva y hay mucha igualdad entre los equipos. Es raro ver goleadas como las que a menudo protagonizan el FC Barcelona o el Madrid”, apunta Kieslich a modo de conclusión.