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Palestino, la selección oficiosa

En 1920 unos jóvenes palestinos exiliados en Chile fundaron el CD Palestino. Su capacidad para derribar fronteras les ha considerado la segunda selección palestina

Este artículo, firmado por Javi Barco, se publicó originalmente en la web de Highbury, socio digital de Panenka.


Probablemente “Barcelona, Real y Mánchester” sean las primeras palabras que le vengan a la mente a un palestino si le preguntan por clubes de fútbol europeos. Es más, quizá no se vea capaz de nombrar más de cinco equipos de cada país del viejo continente. Pero ese palestino conoce el nombre y los colores de todos y cada uno de los equipos de la Primera División chilena. Certeza absoluta.

Un abismo de más de 13.000 km separa Chile de la capital del Estado de Palestina, enclavada en la región oriental de Jerusalén.  El grueso del pueblo palestino se asienta entre dos mundos, uno impotente alejado de la realidad más cruda y otro sin medios reales para cambiar el tinte de su sino. Cantaba Mikel Erentxun, allá por los ochenta, que la tristeza no tiene lugar cuando lo triste es vivir. Los ecos grabados en suelo jerosolimitano bien podrían compartir cualidad con la ciudad del norte de México a la que hacía referencia la desgarradora letra de En algún lugar.

Casi un siglo después de que se originase el conflicto árabe-israelí, el impasible transcurso de los años ha transformado poco o nada la memoria colectiva de un pueblo cuya búsqueda de libertad y reconocimiento territorial como estado soberano no ha resultado fructífera. A comienzos de los años veinte miles de personas se vieron obligadas al exilio, jóvenes que escapaban de una situación impuesta con la que no comulgaban. Líbano, Egipto o Irak dieron la espalda. Chile se erigió como el refugio ideal. Allí nunca explotaría una granada, no verían su vida amenazada cada día ni serían carne de concurso para el World Press Foto. Allí no hay barbarie.

1920: CD Palestino ve la luz

La diáspora convirtió a Chile en la mayor receptora de exiliados palestinos, que hicieron del comercio del textil su fuente de enriquecimiento. La aportación sociocultural y la prematura inserción laboral facilitaron la adaptación al territorio y la convivencia con la comunidad chilena, dejando atrás la sombra de un pasado que les atormentaba pero del que no estaban dispuestos a renegar. Ni mucho menos.

Faltaba un vehículo para poder reivindicar su identidad, un elemento integrador para esos miles de palestinos que habían tenido que reconstruir la casa desde los cimientos. En la ciudad sureña de Osorno los jóvenes exiliados fundaron Club Deportivo Palestino, una agrupación que fuese capaz de traspasar fronteras y que estuviese por encima del deporte, representando -como mayor exponente en el exilio- la esperanza de un pueblo oprimido.

Durante más de tres décadas este equipo marcado por la geopolítica se mantuvo como un equipo amateur confeccionado exclusivamente para jugadores de origen árabe, asentándose en ese tiempo en Santiago de Chile, en el concurrido barrio de La Cisterna. La profesionalización del club, sumada a su acceso a la Segunda División chilena, propició la entrada de jugadores de distintas nacionalidades.

En la segunda mitad del siglo XX la población palestina se vio sujeta a un crecimiento progresivo. La intensificación del conflicto armado entre 1940-1970 y la Primera Intifada de los años ochenta impulsó exilios masivos que hicieron del país andino la mayor colonia palestina del mundo fuera de territorio árabe. Se estima que actualmente la forman más de 450.000 palestinos.

La segunda selección nacional

Palestino puede presumir de llevar la bandera de único equipo profesional de la comunidad palestina entre todas las principales ligas del planeta. Dos Ligas y dos Copas de Chile nutren la pequeña vitrina de este club que se ha prodigado durante la mayor parte de su historia en la categoría reina del fútbol chileno. Personalidad y buen hacer ha tenido el equipo de todos los palestinos para dejarse caer de vez en cuando por la Libertadores y la Copa Sudamericana.

Precisamente su buen papel en ambas competiciones en el pasado más reciente le ha valido el reconocimiento de Mahmud Abbas, Presidente del Estado de Palestina: “Nos identificamos con Palestino como la segunda selección nacional de nuestro estado. […] Han demostrado que estemos donde estemos somos un solo pueblo, ya sea en Jerusalén, en Beit Jala o en Santiago de Chile. Somos los únicos con dos selecciones”. La selección nacional no fue aceptada por la FIFA hasta 1998.

Los últimos éxitos del club han coincidido con el momento más importante en la historia de la Selección de Palestina, cuando disputó la Copa Asiática de 2015, el único gran torneo internacional de su historia. Caer eliminada a las primeras de cambio no impidió dar alas a la esperanza, a sentirse parte de la comunidad mundial, a la integración. El pasado 13 de diciembre quedará grabado en las páginas doradas del Estado de Palestina. Por primera vez, Palestino viajó a territorio árabe para disputar un amistoso inédito frente a la selección nacional. Fueron Los leones de Canaán los que se impusieron 3-0 a los visitantes, aunque la gran victoria fue del pueblo.

No es River Plate ni es Millonarios, pero El ‘otro’ millo da que hablar más allá del fútbol chileno. En 2014 el club sacó un modelo de equipaciones con el fin de reivindicar reconocimiento territorial para su pueblo ante el bloqueo de Estados Unidos e Israel. El ‘1’ de los dorsales era sustituido por el mapa de Palestina previo a 1948 en el que se excluía al Estado de Israel, lo que provocó la indignación de la comunidad hebrea en Chile. La venta de camisetas se disparó en países de todo el mundo.

La identificación del pueblo con CD Palestino es superlativa. Durante décadas seguir los partidos de la liga chilena en territorios de ocupación Palestina se antojaba, cuanto menos, complicado. Atendiendo al clamor demandante del pueblo árabe, Al-Jazeera compró los derechos televisivos de la Copa Libertadores para retransmitir sus partidos. Lo que sigue es sencillo. Masificación. Audiencias. Aumento del número de seguidores del equipo en países de todo el mundo. “Todos deben apoyar a Palestino. Están llevando nuestro mensaje de libertad, justicia y paz jueguen donde jueguen. Son más que un equipo de fútbol. Ojalá algún día puedan jugar en una Palestina libre”, en palabras de Abbas.

Explicaba Ingrid Betancourt en 2008, tras recibir el Príncipe de Asturias de la Concordia, que siguió los éxitos de Rafa Nadal en Roland Garros a través de la radio durante los seis años de su cautiverio. Que poder ver cara a cara al tenista después de todo era como cerrar un círculo para ella. En las retransmisiones de Palestino un gran número de personas encuentran una válvula de escape a la realidad que azota a su pueblo. Durante un rato, las frustraciones se esfuman y pueden sentirse partícipes de las andanzas de un equipo de fútbol formado en su mayoría por chilenos, algunos de ellos con ascendencia palestina, que exhiben los colores de su bandera a miles de km de distancia. Al igual que Betancourt, por muy pequeño que ahora se vea en el horizonte, quizá algún día el pueblo palestino pueda cerrar un círculo.