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El club más odiado de Alemania

El modelo económico que se esconde detrás del recién ascendido RB Leipzig no despierta demasiadas simpatías entre el resto de clubes de la Bundesliga

Todas las historias de éxito del curso pasado tuvieron comienzo en Tailandia. Fue sonado el escándalo sexual de tres jugadores del Leicester City que durante su exótica gira pusieron patas arriba a un club por entonces candidato al descenso. Después de aquello, Ranieri llegó al club inglés de manera forzada y más tarde fue él quien puso patas arriba la Premier League. Curiosamente, en Alemania también pueden presumir de un cuento de hadas con origen en el país asiático. El ascenso del RB Leipzig nunca se hubiera producido sino fuera por un viaje a Tailandia que hizo Dietrich Mateschitz.

Mateschitz aterrizó en el país asiático en 1984. Como representante de la marca alemana de cosméticos Blendez, otros asuntos debían ocupar su apretada agenda antes de imaginarse que acabaría topándose con la familia Yoovidhya, más concretamente con el señor Chaleo, y que acabaría descubriendo algo casi mejor que la receta de la Coca Cola. El señor Yoovidhya, entrado ya en edad, descubrió a Mateschitz su secreto mejor guardado, el de la bebida energética que tanto gustaba a los trabajadores nocturnos de su comunidad. Así que Mateschitz hizo el resto. Se repartieron entre ambos las acciones de una marca que bautizaron como Red Bull y le dieron a la bebida ‘las alas’ definitivas para convertirla en una máquina de hacer dinero: quitarle algo de azúcar y exportarla a occidente cambiaría la vida de los dos empresarios así como la del mundo de las bebidas, de los deportes extremos, del fútbol y del modesto SSV Markanstädt.

 

Ya no es solo la campaña “Nein zu RB” (No al RB) a la que se han sumado aficionados de los otros 19 clubes de la liga. Son también las pancartas en contra de la idea del fútbol como negocio, de la inyección de capital sin escrúpulos

 

En 2006, las cosas le iban a Mateschitz realmente bien. No solo se había convertido en un conocido multimillonario cuyo producto estrella se vendía sin parar, sino que también gozaba de éxito en una faceta deportiva por la que siempre ha mostrado un delirio especial y a la que nunca dudó en bañar en oro. Su escudería de Fórmula 1 marchaba con éxito, un toro rojo presidía las citas más extravagantes del deporte extremo y su inmersión en el mundo del balón prometía las primeras alegrías en Salzburg, Nueva York y Brasil (sí, Red Bull también tiene un equipo en Sao Paulo). Sin embargo, algo se le resistía a Mateschitz. El austríaco era incapaz de encontrar un club que accediera a perder su identidad para asumir el nombre, los colores y la filosofía del gigante económico Red Bull. Lo intentó con el St Pauli, el 1860 Múnich y el Fortuna Dússeldorf, todos ellos defendidos a ultranza por sus aficionados, que se oponían firmemente a ser absorbidos por una franquicia. Finalmente y después de que la Bundesliga se convirtiera en una obsesión para el magnate, tuvo que ser el SSV Markestadt el club que, en 2009 y ahogado por sus problemas económicos, vendiera su plaza al recién bautizado RB Leipzig. La moderna ciudad del este, sede del primer campeón del fútbol alemán en 1903, asumió haber sido la escogida para volver colocar un equipo de la antigua RDA en la Bundesliga, algo que ningún equipo del este había conseguido desde entonces.

DECRETO DE ODIO POPULAR

En su fundación, Mateschitz se prometió alcanzar la Bundesliga en diez años, formar un conjunto con una mediad de edad que no superase los 23 años y una inversión sin precedentes en categorías inferiores del fútbol alemán. Él hizo todo lo que estuvo en sus manos para armar un club que sedujera a cuantos la rodeaban; reformó el antiguo Zentralstadion para rebautizarlo como el colosal Red Bull Arena e hizo crecer exponencialmente la tasa de seguidores que se concentraban cada fin de semana para ver los cuatro ascensos en siete años del equipo. Pero hubo algo que nunca pudo controlar: ser bautizado como el club más odiado del país.

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Pancarta en contra del RB Leipzig

Con cada acenso del RB Leipzig el club parecía ganar más enemigos. La oposición a un equipo ‘sin tradición’ se ha hecho tan patente en territorio germano que la lista de oposiciones públicas al conjunto cada vez es más extensa. Ya no es solo la campaña Nein zu RB (No al RB) a la que se han sumado aficionados de los otros 17 clubes de la categoría. Son también las pancartas en contra de la idea del fútbol como negocio, de la inyección de capital sin escrúpulos. Sin ir más lejos, durante la pasada campaña hinchas del VfR Aalen renunciaron a asistir al Red Bull Arena y aún más fúnebres resultaron los primeros 15 minutos del partido que jugaron contra el Union Berlin, cuando sus aficionados permanecieron en silencio vestidos absolutamente de negro. En el mismo estadio, en los folletos que normalmente se reparten con información del rival, esa tarde apareció un artículo sobre la historia del cultivo de la carne de toro. Hablando del simbólico animal, hace apenas un par de semanas una cabeza de toro de carne y huesos fue literalmente lanzada desde la grada al terreno de juego del Dynamo Dresden. Pero eso no es todo, el Erzgebirge Aue de segunda división tuvo que pagar una cuantiosa multa por superar los límites de la legalidad mostrando una pancarta comparando Dietrich con Hitler y a sus aficionados con nazis.

APASIONADO RANGNICK

Si en lo extradeportivo la figura de Mateschitz es el objetivo de todas las dianas, en lo deportivo Ralf Rangnick merece gran parte del mérito del proyecto. No solo resulta el hombre que ha dado forma a las grandes aspiraciones balompédicas del magnate, sino quién ha ejercido tanto de director deportivo como de entrenador en el último y más importante ascenso del conjunto. Una vez conseguida la máxima categoría, Red Bull ultima su plantilla en la que, por encima de todo, debe primar la juventud. Así, las mejores incorporaciones durante la pretemporada se llaman Tomo Werner (procedente del Stuttgart) y Naby Keita (que cambia la franquicia de Salzburg por la alemana después de ser elegido como el mejor jugador de Austria del pasado curso). Ninguno de los dos supera los veinte años, como tampoco lo hace el último y recién llegado Oliver Burke, extremo escocés por el que el club ha pagado nada menos que 15 millones de euros. Todos ellos se suman a la calidad de dos promesas del conjunto que ya despuntaron la temporada pasada en la 2.Bundesliga como son Massimo Bruno y Davie Selke.

Ahora, el que fuera entrenador del Schalke y el Hoffenheim afronta el mayor reto del club desde los despachos, satisfacer el deseo de Mateschitz de ver a su RasenBallsport Leipzig proclamarse campeón de la Bundesliga antes de llegar a los 80. Dietrich sigue viendo aumentar su fortuna a punto de cumplir los 73, así que, si las cuentas no nos fallan, en Leipzig deberían celebrar una liga en menos de una década. Algo que resultaría tan histórico como milagroso. Claro que con dinero todo parece mucho más fácil.

 

*En el #Panenka41, los periodistas Jakob Rosenberg y Nicole Selmer ya nos contaron más detalles sobre esa relación emergente que ha brotado estos últimos años entre Red Bull y algunos clubes de fútbol.