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De Rey a Leyenda; de Faraón al olvido

Dos carreras entrelazadas se unieron en el Ajax para dominar el fútbol a inicios del siglo XXI. Una ha dejado huella por Europa, la otra se perdió en Egipto

Un faraón egipcio y un príncipe sueco —que pronto se convertiría en Rey y, más tarde, en leyenda según él mismo— fueron las grandes novedades del Ajax para la temporada 2001/02. El club atravesaba un periodo inestable a nivel deportivo en los últimos tres años y vieron en esos dos jóvenes la oportunidad de volver a reinar a lo largo y ancho de una Holanda que (casi) siempre habían dominado. La alargada sombra de Louis van Gaal en el banquillo, que se marchó al Barcelona en 1997, seguía incrementándose con el paso del tiempo y los entrenadores, a excepción de Morten Olsen, pasaban por el Amsterdam Arena sin encontrar la clave para reconducir la situación de un equipo que había dejado de competir por la Eredivisie y su paso por Europa estaba ya muy lejos de los éxitos de los últimos tiempos, cuando salió campeón de la Champions League en 1995 y repitió final al año siguiente ante la Juventus.

Después de Jan Wouters, Hans Westerhof y Co Adrieense el turno era para Ronald Koeman, que llegó al club en diciembre de 2001. En la plantilla ‘ajaccied’ se encontró con esos dos chicos que debían cambiar el rumbo de un equipo venido a menos. Dos jovencísimos delanteros llamados a dominar el fútbol mundial del inicio de un nuevo siglo. Ellos eran Ahmed Hossam ‘Mido’ y Zlatan Ibrahimovic. El primero llegó a Holanda con la mayoría de edad recién estrenada después de despuntar en el Zamalek egipcio y en el Genk y con su país entero venerando el fútbol que desprendían sus botas; el otro aterrizó en Amsterdam con 20 años tras destacar en el Malmo. Altos, fuertes, elegantes en su juego y con una proyección inimaginable, pero también engreídos, arrogantes y desprendiendo una chulería labrada por unos orígenes totalmente opuestos.

 

En la plantilla ‘ajaccied’, Koeman se encontró con dos chicos que debían cambiar el rumbo de un equipo venido a menos. Dos jovencísimos delanteros llamados a dominar el fútbol. Ellos eran Ahmed Hossam ‘Mido’ y Zlatan Ibrahimovic

 

El joven Zlatan, de padre bosnio y madre croata, creció en el humilde barrio de Rosengard (Malmo), rodeado de inmigración y pobreza, y con el fútbol como única vía de escape para evadirse de todo aquello. Su compañero, Mido, venía de una familia adinerada de El Cairo, con las facilidades que ello conllevaba. Si la puerta del fútbol se hubiera cerrado en sus inicios, la economía familiar le podía abrir cientos de ventanas para encontrar otro camino distinto. La competencia por un puesto en el ‘once’ de Koeman no fue motivo para enfrentarles, sino todo lo contrario, forjaron una amistad caótica que en más de una ocasión pudo volver loco al técnico holandés.

Durante su primer curso en Ámsterdam, Ibrahimovic y Mido se repartieron la faceta goleadora como si de un acuerdo entre ambos se tratase. En el primer tramo de la temporada los goles del sueco permitieron al equipo mantenerse cerca de la lucha por la liga y cuando la competición ya había sobrepasado su ecuador, ya con Koeman en el banquillo, fue Mido el responsable de fastidiar las tardes a los porteros rivales para acabar con la sequía de éxitos que se había instalado en el club. Juntos dominaron la Eredivisie ese año y juntos empezaron a llamar la atención del resto de Europa.

Mientras su fútbol iba atrayendo a las masas, sus vilipendiosos caracteres provocaban algún que otro episodio conflictivo dentro del vestuario que fue colmando poco a poco la paciencia de su entrenador. Asiduas eran sus carreras de coches por las afueras de la capital holandesa, muchas eran sus salidas de tono delante de los micrófonos de los periodistas y constantes eran sus desencuentros con los rivales sobre el césped. El punto álgido de esta historia llegó en un partido ante el PSV Eindhoven, cuando Ibrahimovic no chocó las manos con Mido en el momento en el que el sueco entró al campo sustituyendo a su compañero, un feo gesto que el egipcio se tomó como una ofensa personal. Al acabar el partido, tras perder ante el máximo rival, Mido entró en el vestuario llamando “miserables cabrones” a sus compañeros, e Ibrahimovic, ni corto ni perezoso como se le conoce, le devolvió el insulto. ¿La reacción de Mido? Coger las tijeras que estaba utilizando para quitarse el vendaje y lanzárselas a Zlatan que, quizá gracias a su conocido dominio de las artes marciales, pudo esquivarlas. Minutos después ya estaba solucionado y las risas volvían a instalarse en esa extraña relación. Así eran esos dos jóvenes alocados.

Quién no acabó de perdonar esas constantes locuras de Mido fue Ronald Koeman y la relación entre ambos se fue tensando hasta decir basta en el mercado invernal de la segunda temporada del ‘Rey de El Cairo’ en el Ajax, pese a la buena campaña que estaba realizando hasta el momento. Una cesión al Celta de Vigo puso el punto y final a la relación cercana entre Ibrahimovic y el egipcio. Era el momento de que cada uno volase por su propia cuenta. Separados, Zlatan incrementó sus estadísticas goleadoras y Mido cuajó una buena segunda vuelta en Balaídos. Sus cuatro goles con la camiseta celeste, uno de ellos vital para que el Celta jugara la Champions League el año siguiente, no fueron suficientes para que el club pagase su traspaso al finalizar la cesión debido a la delicada situación financiera celeste. Y al concluir la temporada Mido fichaba por el Olympique de Marsella.

 

Durante su primer curso en Ámsterdam, Ibrahimovic y Mido se repartieron la faceta goleadora como si de un acuerdo entre ambos se tratase

 

Francia era el lugar en el que la mayor promesa del fútbol africano debía empezar a despuntar para asentarse en la élite. Pero su poca efectividad de cara a puerta —nueve goles en su primer año en la Ligue 1— y la competencia por la titularidad con un Didier Drogba que pronto lideraría el ataque del primer Chelsea de José Mourinho, retrasaron aún más el salto de calidad que se le había supuesto a Mido y que le dio una fama excesivamente precoz en su país. Y la directiva decidió que su etapa en el club ya había llegado a su fin. Después de su paso por el fútbol francés era el turno de probar suerte en la Serie A con la Roma, ya con las dudas de si ese chico que tanto prometía iba a dar, finalmente, todo lo que se esperaba de él.

Al mismo tiempo que Mido se instalaba en la capital italiana, Ibrahimovic fichaba por la Juventus después de ganar su segunda Eredivisie con el Ajax. Los dos llegaban a Italia con diferentes objetivos: el egipcio quería recuperar el ‘título’ de faraón y el sueco buscaba dar el siguiente paso, convertirse definitivamente en Rey. Pero, como en su paso por Holanda, el resultado sería totalmente opuesto para ambos. Mientras Zlatan seguía creciendo y demostraba al mundo que la proyección que se le veía en sus primeros años no era papel mojado, la carrera de su compañero de fatigas (y locuras) en el Ajax continuaba en caída libre, sin síntomas de que esa facilidad goleadora de la que presumía pocos años atrás volviera a su cauce. Con la llegada del mercado de invierno, aún sin conocer lo que se siente al marcar un gol en el Stadio Olimpico de Roma, Mido ponía rumbo a la Premier League con una cesión al Tottenham, que más tarde, al concluir la temporada, se cerraba en traspaso después de anotar tres goles. El siguiente año en White Hart Lane, con la inestimable ayuda de su entrenador Martin Jol, Mido daba muestras de que no todo estaba perdido y firmaba una buena campaña con 11 tantos que le valieron a los ‘spurs’ la clasificación a la Copa de la UEFA. Lo que parecía ya la irrupción definitiva y esperada del ‘Rey de El Cairo’ debía rubricarse en su segundo año completo en el norte de Londres con 23 primaveras a sus espaldas. Pero una vez más la competencia por un puesto en la alineación titular del equipo derrotó a Mido. Como en su día lo hicieron Ibrahimovic y Drogba, esta vez el fichaje de Dimitar Berbatov y el gran año del búlgaro en el Tottenham tuvieron parte de la culpa.

La ínfima aportación de Mido al equipo —un solo gol en la Premier League de la 2006/07— le valió un nuevo traspaso. Mientras fichaba por el Middlesbrough en busca de un lugar en el que asentarse, Ibrahimovic se preparaba para afrontar su segundo curso en el Inter después del descenso a la Serie B de la Juventus por el ‘Moggigate’ —el caso de corrupción y amaño de partidos que salpicó a diversos clubes del calcio—. Con unas carreras definitivamente opuestas, la decadencia de Mido parecía no tener freno, al igual que la ascensión de Zlatan hacia la cúspide del mundo balompédico. El egipcio sumaba un nuevo fracaso al concluir el año en el ‘Boro’ con dos goles y su excompañero se hacía con su cuarto ‘scudetto’ consecutivo, aunque fuera desposeído de los dos que logró con la ‘Vecchia Signora’. La temporada 2008/09 sería la última de Ibrahimovic en Italia, del mismo modo que también significaba el adiós de Mido al fútbol inglés; Zlatan daba un paso más en su carrera al fichar por el Barcelona de Pep Guardiola —recién ganador de Liga, Copa y Champions League— con un último título de la Serie A y la distinción al ‘capocannoniere’ bajo el brazo; y Mido se despedía provisionalmente de Inglaterra sin hacer mucho ruido tras una cesión al Wigan mediada la competición, que empalmaría con otros dos préstamos al club que le vio nacer, el Zamalek, y al West Ham, con paupérrimos resultados en ambos casos.

 

Ese chaval que irrumpió en Egipto, deslumbró en Bélgica y que quería comerse el mundo desde Holanda, despedía su carrera profesional con pobres actuaciones en la segunda categoría de fútbol inglés. Era el fin de Mido, de todo lo que no pudo ser

 

Tras volver a sus orígenes egipcios, el Ajax llamó a su puerta. Ya no era aquel chico de 18 años que llegaba a Holanda para comerse el mundo después de deslumbrar en Egipto y Bélgica. Ahora llegaba un hombre de 27 años que se encontraba en el ocaso de su carrera futbolística de forma prematura. Pese a ello, Martin Jol, el único entrenador que le había hecho parecerse a ese primer Mido del Ajax en su paso por el Tottenham, confió en poder sacar algo de aquellas botas, pero el intento se quedó en eso, en un mero intento que acabaría con Mido en tierras egipcias de nuevo con otro regreso al Zamalek. Su vuelta a los orígenes coincidía también con la segunda etapa de Ibrahimovic en Italia tras una movida estancia en Barcelona. Su paso por el Camp Nou como relevo de Samuel Eto’o destapó una chirriante relación con Guardiola en sus doce meses en la Ciudad Condal y solo un año después la Serie A esperaba de nuevo. El destino no era ni Juventus ni Inter, el sueco llegaba a Milán para jugar vestido de ‘rossonero’. Y en la vuelta a Italia, sus números de cara a puerta volvieron a ser los de antaño y sumó un nuevo ‘scudetto’ y otro ‘capocannoniere’ antes de convertirse en la estrella del nuevo proyecto del París Saint-Germain de los petrodólares de Nasser Al-Khelaifi, al mismo tiempo que Mido colgaba las botas con apenas 30 años tras fichar por el modesto Barnsley de la Championship en la última temporada de su carrera.

Ese chaval que irrumpió en Egipto, deslumbró en Bélgica y que quería comerse el mundo desde Holanda, despedía su carrera profesional con pobres actuaciones en la segunda categoría de fútbol inglés. Lejos de los focos, de los contratos multimillonarios y de momentos para la historia, Mido pasaría a ser otro de tantos jóvenes que prometían tardes de gloria para el fútbol pero que se quedaron en el camino. La corona Sejemty —símbolo de la unión del Alto y el Bajo Egipto— se le impuso de manera precoz, y tan rápido como vino, también se fue. Mientras, ese sueco que le acompañaba hacia el éxito en Holanda, se erigió en Rey de Suecia y su monarquía se siguió extendiendo por el césped del Teatro de los Sueños, en Los Ángeles y en San Siro.