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Zidane: “En España es donde conocí el fútbol más abierto”

En el Panenka #22, el francés desvelaba en una entrevista concedida a la revista francesa So Foot algunas de las claves y secretos de su carrera

– ¿Que tenía Enzo Francescoli que no tuviera el resto?
Era… Lo descubrí cuando llegó a Marsella. Yo estaba en el estadio, lo vi y me dije: ”Yo quiero ser Enzo Francescoli”. Su manera de jugar, su clase, sus goles… Era al mismo tiempo eficaz y estético. Él era la elegancia y yo un niño pequeño. Lo vi todo de él. Todos sus partidos, sus vídeos. Era mi ídolo.

– ¿Y por qué no Maradona? Tu generación es la que adoró a Diego.
Yo tenía 14 años en 1986 y con esa edad ya entiendes las cosas. Lo que hizo Maradona en México no lo ha hecho nadie en un Mundial. Pero, no sé, creo que me gustaba la idea de tener como ídolo a alguien diferente al que todo el mundo señalaba como el mejor. Tenía un punto más intenso porque, por un lado, reparaba una
injusticia y, por el otro, era más romántico optar por el antihéroe. Y además Maradona era algo que yo jamás podría ser y Francescoli era lo que quería ser.

– Ambos eran grandes ’10’ de aquella época, como Platini. Una pena que tú tuvieras que acabar tu carrera con el ‘5’ en el Real Madrid.
Realmente no tuve otra opción. Florentino Pérez piensa que el fútbol va del ‘1’ al ’11’. Los números extravagantes no le gustan y yo comparto su opinión. Cuando llegué al Bernabéu sólo había un número libre, el ‘5’ de Manolo Sanchís, así que decidí cogerlo. Más allá del dorsal, en el campo siempre quise ser el que dirigía al equipo, ya desde bien pequeño jugaba para ser el ’10’, nunca hubo otro puesto que me interesase. Es que era la posición para la que tenía las mejores cualidades [se señala el ojo]. Veo las cosas antes que los otros, las siento, es algo innato, siempre ha sido así. Tampoco se trata de algo sobrenatural, es más bien que sé lo que hay que hacer y cuando estaba bien físicamente era capaz de hacerlo. Desgraciadamente, hoy ya no puedo ejecutar esas acciones porque no estoy lo suficientemente fresco, pero continúo viendo los pases antes que nadie, eso no lo he perdido.

– ¿Tuviste muchos momentos en los que veías cosas que no podías ejecutar?
Bastantes. Por ejemplo, tras la Copa del Mundo del 98 pasé por un período deplorable. Quise disfrutar aquella victoria y tardé ocho meses en reponerme. Tuve que trabajar muy duro físicamente para recuperar mi mejor nivel porque me había alejado muchísimo. Durante el final de mi carrera fue parecido. Los dos últimos años en Madrid, cuando no ganamos nada, fueron muy duros. Físicamente, no estaba. Recuerdo que llegaba a casa, y sino había podido ayudar al equipo a jugar bien, estaba destruido y tardaba mucho en recuperarme. Son ese tipo de momentos en que lo pasas mal. Por mucho que puedas ver, si el cuerpo no llega…

– Esa es la sensación que deja la película que te hicieron en tu último partido con la camiseta del Real Madrid ante el Villarreal. ¿Quedaste contento de aquel Zidane, un retrato del siglo XXI?
Me decepcionó un tanto la película, pero no exactamente por esa razón. Hablé bastante con los directores y me vendieron de corazón cómo querían enfocar el proyecto: las cámaras, el sonido, el montaje… La idea me gustó, pero al final acabé descontento. No fue su culpa porque yo no fui capaz de dar todo lo que era necesario. Fue un partido de mierda y luego vino la expulsión. Desde su punto de vista cinematográfico se trató de un punto dramático importante, pero yo hubiese preferido que esa intensidad hubiese estado relacionada con una emoción más futbolística. Hubiera preferido que se hubiese rodado en un partido bonito de Copa del Mundo.

“Soy una persona como las demás pero, por dentro, muchas veces me sentía un volcán que no era fácil de manejar”

– Platini dice que al fútbol le hubiese ido mejor si jugadores como tú o Ronaldinho os hubieseis quedado en el centro y no hubieses sido deportados a la banda.
Mi tendencia natural era la de ir hacia la izquierda. No sé por qué motivo, pero era así. Nunca tuve capacidad de desborde porque no era rápido, pero igualmente me encantaba arrancar desde la izquierda, ir hacia el interior y elegir entre el pase o el disparo. Mi lugar predilecto, de todos modos, siempre fue el centro, aunque me orientase hacia la izquierda. Los auténticos ’10’ juegan por el centro, así lo manda la tradición, son el diamante del equipo. Así es el fútbol que me gusta y en eso estoy de acuerdo con Platini. No es normal ver a un ’10’ por la izquierda, pero en el Madrid tuve que ceder para no perjudicar el equilibrio del equipo. Figo jugaba por la derecha y en el centro ya estaban Morientes y Raúl. En la pizarra, ese era el rol que me habían otorgado y era evidente que debía respetar el orden establecido. En defensa, por la izquierda, y en ataque tenía libertad para centrarme. No era precisamente un: ”Tú, Zidane, haz lo que quieras”; cuando juegas para un equipo, lo último que puedes hacer es romper el equilibrio.

– ¿Pero eso sólo te pasó en el Real Madrid?
No exactamente. Con el tiempo observé cómo los sistemas se fueron complicando, fuera cual fuera el campeonato. Antes tenías el 4-4-2 que más o menos se jugaba en todas partes, pero desde hace unos diez años, los técnicos elaboran esquemas cada vez más complejos, con continuos cambios durante el curso del partido. Hoy en día, ningún ’10’ juega únicamente por el centro. Por ejemplo, Özil está mayoritariamente por la banda aunque es evidente que se trata de un mediapunta que durante muchos años jugó por el eje. Hay una realidad estadística que reconforta a todo el mundo a propósito de estas nuevas disposiciones tácticas: ahora, la mayoría de ataques vienen por los costados y los goles se consiguen muchas veces a través del balón parado.

– ¿Fue en Madrid dónde viviste estas transformaciones tácticas?
De hecho, en España es donde he conocido el fútbol más abierto, donde he visto lo que realmente era el juego. En Italia, la cosa era considerablemente más táctica. Allí, cada entreno tenía una parte de más de media hora sin balón para el trabajo de posicionamiento y, cabe decirlo, muchas veces ganábamos los partidos por nuestra superioridad táctica. Me acuerdo de unas semis de Liga de Campeones con la Juve contra el Ajax. Arriba, ellos tenían un jugador nigeriano que iba a 2.000 por hora, Tijani Babangida. Durante toda la semana trabajamos situaciones para que siempre dos jugadores fueran capaces de cortar sus carreras. El primero debía ir al contacto y el segundo esperaba a unos diez metros de distancia, no más. Y funcionó. Babangida no brilló y ganamos.


– En El País una vez declaraste: “La mala presión es la que te obliga a ser el mejor del mundo. A mis hijos les digo que pueden jugar sin tener que ser los mejores”
.
No tengo ni idea [sonríe]. No, en serio, hay un tiempo para cada cosa. Cuando eres joven lo que necesitas es divertirte. Tener la presión de ser el mejor demasiado pronto no es sano, eso debe venir más tarde. Para mí, durante mucho tiempo, el fútbol fue algo entre colegas, una excusa para pasarlo bien. Fue así hasta la Juve. De hecho, en Francia siempre era algo entre amigos, incluso en el Burdeos. En Italia entendí la necesidad de ganar y sí, muchas veces gané, pero a veces no me divertí. Llega un momento en el que debes elegir y yo lo tenía muy claro, había llegado a este nivel para ganar títulos. Siempre fui un mal perdedor, pero no en el sentido de romperlo todo porque tampoco soy muy efusivo con la victoria. Es algo que tienes en el interior, una sensación que detesto. Incluso hoy se puede ver en mis ojos.

– Tus ojos transmiten una gran tensión interior.
Sí, a veces. Me han enseñado demasiadas tarjetas rojas. ¿Quieres saber cuántas? 14. Exactamente 14 y no estoy nada orgulloso. Pero soy una persona como las demás y, por dentro, muchas veces me sentía un volcán que no era fácil de manejar.

– En público das la impresión de estar coartado, como si no tuvieses nada que decir. Pero cuando se te conoce mejor…
Con la cámara delante, me encierro. No sé por qué, imagino que quizá mi familia estará mirando y eso me estresa. Es una lástima porque, en el fondo, no soy mal tipo [ríe], pero necesito el contexto adecuado o sentirme a gusto.